Laicismo es libertad, igualdad y universalidad

Días pasados, el doctor Carlos Quintanilla Yerena, Gran Maestro de la masonería mexicana visitó brevemente el Paraguay, invitado por sus cofrades paraguayos para dictar conferencias sobre su especialidad: la reforma agraria. También participó de una tenida hermética en el principal templo de la fraternidad, donde habló sobre Pitágoras y la masonería. Otro de los temas sobre los que discurrió fue la laicidad como principio fundamental de libertad del hombre.

En nuestro medio es frecuente observar cómo se actúa y se obra mezclando cuestiones básicas de convivencia cívica con dogmatismos religiosos. A veces hasta se puede sentir que existe una suerte de confusión de las funciones y los roles de las instituciones, y de los diversos estamentos que forman la estructura de la sociedad paraguaya, especialmente en lo que atañe al papel del Estado y las funciones o atribuciones -o abusos de ellas- por parte de la principal institución religiosa: el catolicismo.

A propósito, en una de sus conferencias ofrecidas en nuestro medio por el doctor Carlos Quintanilla Yerena, el máximo exponente de la masonería mexicana habló sobre el ideal de la laicidad y la república laica, y las religiones.

El Gran Maestro masón comentó que "Latinoamérica goza de una historia admirable en lo que al Alto Clero Político y el Poder Público se refiere, y en México en particular, tal parece que en la política actual la labor de nuestros antecesores provoca un signo de ingratitud y menosprecio, no obstante, la masonería es una institución que estuvo hermanada a la historia de las naciones latinoamericanas desde los matinales orígenes de estas y sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad estuvieron presentes en su historia desde la época de la independencia".

"La masonería -dice el doctor Quintanilla-, ha sido a lo largo de la historia la abanderada de las nuevas ideas que sustentan el poder republicano. Frente a los viejos conceptos políticos que ha abanderado la Iglesia (poder de origen divino, necesidad de un orden estamental, intrínseca peligrosidad de las masas), la Masonería levantó y popularizó ideas tales como el "contrato social", la soberanía popular, la organización democrática del Estado, y la igualdad de los ciudadanos ante la ley".

Con respecto del laicismo como principio fundamental de libertad del hombre, Carlos Quintanilla recuerda que "la mayoría de los hombres creen en Dios, en una esencia primera o como se le identifique, otros no. La libertad supone el carácter facultativo de adoptar una religión u otra e inclusive del propio ateísmo. Por eso debe existir una 'opción espiritual', que no favorezca una versión u otra de la espiritualidad misma. La igualdad supone la neutralidad confesional del Estado y de las instituciones públicas, para que todos, creyentes y no creyentes, puedan ser tratados sin privilegio ni estigmatización.

Estado y religión

La separación del Estado y de toda iglesia, señala el doctor Quintanilla, no significa lucha contra la religión, sino simplemente, "vocación a la universalidad, y a lo que es común a todos los hombres más allá de sus diferencias".

"Libertad, igualdad, universalidad, y por fin, autonomía de juicio de cada ciudadano, fundamentada en la instrucción laica: tales son los valores y principios esenciales de la laicidad. Así se contesta claramente a las preguntas básicas de la filosofía política. ¿Cómo unir a los diversos creyentes sin que ninguno sea favorecido ni despreciado por su opción espiritual?, y ¿qué consecuencia conlleva para el sistema escolar? Estas dos preguntas servirán de hilo conductor para recordar el sentido y el valor del ideal de laicidad, tratando de rechazar algunos malentendidos que enturbian su comprensión".


Libertad religiosa o libertad espiritual

"Antes de todo, dice, han de precisarse aquí cuestiones de terminología, pues las palabras no son inocentes. Se trata de saber si es preferible hablar de libertad religiosa o de libertad espiritual.

"¿Cuál es el concepto más adecuado? El de libertad religiosa parece ambiguo. Diríamos más bien, libertad de tener o no una religión y de expresar libremente esta opción espiritual. Pues la libertad no es en sí misma religiosa o atea: es facultad del hombre elegir sin obligación una versión determinada de la espiritualidad. Por eso parece más adecuado el concepto de libertad espiritual. El concepto de 'privado' no debemos confundirlo con el de 'individual', ya que incluye la dimensión colectiva de asociaciones religiosas o filosóficas formadas por personas que eligen una misma opción espiritual. Entonces, no se puede admitir el sofisma antilaico de los que reclaman un reconocimiento público, en el plano jurídico, de las religiones, so pretexto de su carácter colectivo, es decir, ¿cuál es la forma de abrir el horizonte?".


República laica

Según el doctor Quintanilla, concebir un Estado laico es fundamentar la ley sobre lo que es común a todos los hombres, y explica: "El Laos, en griego, es el pueblo en su unidad, sin privilegios de algunos sobre los demás, lo que excluye toda dominación fundada en un credo impuesto a todos por parte de algunos. Se puede llamar clericalismo la tendencia a establecer un poder temporal, con dominación de la esfera pública, so pretexto de la dimensión colectiva de la religión. El 'anticlericalismo' atribuido a la laicidad no permite definirla, pues sólo es una consecuencia negativa del principio positivo que constituye su esencia. En ningún caso se ha de confundir la laicidad con la hostilidad a la religión".

"La laicidad, dice, es la devolución de la potencia pública a todos, sin distinción. Descansa en dos principios esenciales: libertad de conciencia e igualdad de los ciudadanos (igualdad jurídica, política y espiritual). La república laica es de todos, y no sólo de los creyentes o de los ateos. Por eso ha de ser confesionalmente neutral. Por eso también no se afirman en el mismo plano las diversas opciones espirituales, pues permite fundamentar su coexistencia justa. Desde este aspecto, la laicidad trasciende las diversas opciones espirituales, recordando a los hombres que la humanidad es una, antes de especificarse en creencias; es decir, primero eres ente humano y luego puedes ser o no creyente. Así que es también un principio de fraternidad".

"Se ha de notar que esta neutralidad no significa que el Estado laico está vacío de valores, pues descansa en una elección ético-filosófica de principios fundados en los derechos más universales del ser humano: libertad e igualdad, que permiten una unión verdadera que impide las diferencias, que organiza la convivencia fraternal de los hombres capaces de vivirlas con distancia suficiente para no estar alienados por ellas. La laicidad pone de relieve lo que une a los hombres antes de valorar lo que los divide. Este tipo de fundamentación ya no privilegia un particularismo, y por eso mismo permite que convivan en un cuadro jurídico común los particularismos, proporcionando un espacio de diálogo, pero también unos valores y un lenguaje comunes para inscribir todo debate en un ambiente y un horizonte de auténtica intercomprensión".

"El peligro no es la expresión de las diferencias, sino la alineación a la diferencia, pues esta puede resultar un calabozo donde se olvida la humanidad de los demás".

Según el Gran Maestro Quintanilla, "el Estado laico no se puede reducir solamente a un mero cuadro jurídico, pues ha de promover lo que fortalece en cada futuro ciudadano la libertad de conciencia. Esta no sólo lo hace independiente de cualquier tipo de tutela, sino que engrandece su autonomía, o sea, su facultad de darse a sí mismo su pensamiento y sus leyes".


Masonería, república laica y religiones

Según el Gran Maestro Quintanilla, "el accionar masónico nunca ha sido fácil, porque el aparecimiento del Estado Republicano generó choques con la otra gran institución histórica de Hispanoamérica, que fungía como única heredera del sistema colonial: la Iglesia, y más que la Iglesia en sí, el Alto Clero Político, cuyas funciones traspasaban el campo estrictamente religioso para alcanzar otros ámbitos propios de la autoridad pública, tales como el juzgamiento de delitos, el cobro de tributos, el manejo de la educación y la colonización de territorios".

"La laicidad, afirma, no es la hostilidad a la religión como opción espiritual particular, sino la afirmación de un Estado de carácter universal, en el que todos puedan reconocerse" (en Francia, la alegoría de la República, Marianne). Es incompatible que todo privilegio temporal o espiritual se dé a una opción espiritual particular, que sea religiosa o atea. La polémica de los partidarios de un privilegio público de las religiones contra el laicismo descansa a menudo en la mala fe. Se refiere a la confusión entre hostilidad a la religión como postura espiritual y rechazo del clericalismo como voluntad de dominación temporal. Atribuye al ideal laico lo que no es de él. Este ideal es positivo y no reactivo: cuida y pone de relieve lo que es común a todos los hombres, mas allá de sus diferencias. Y por esto conduce a rechazar el clericalismo, no a la religión.

"En Francia, marcada por las guerras de religión y una dominación clerical muy fuerte de una religión, la ley del año 1905 de separación del Estado y de las iglesias fue acogida como una verdadera liberación, y un progreso auténtico de la igualdad, tanto por las religiones como por los librepensadores. Algunos políticos que llevaron a cabo esta separación eran ellos mismos creyentes, pero no confundían la dominación temporal y la postura espiritual. Se ha de notar que en los países anglosajones, los católicos, dominados por los protestantes, son favorables a la laicidad y los protestantes no, situación inversa en los países latinoamericanos donde ha dominado la religión católica, y la mayoría de los protestantes están a favor de ella. Esta observación es de reflexionarse.

"Como complemento de lo anterior, ¿no es paradójico el hecho evidente de que es en los países laicos donde las religiones son las más libres?, disfrutando a la vez de la igualdad de estatuto y de la libertad de desarrollo con la única condición de que respeten, como lo han de hacer también las espiritualidades de inspiración atea, la neutralidad confesional de la esfera pública, garantía para que desempeñe su papel propio de cuidar el bien común, o sea, lo que une a todos, y no sólo a algunos".


Laicismo frente a todo dogmatismo

"Actualmente, afirma el doctor Quintanilla, el laicismo se refiere no sólo a la contradicción frente al poder confesional, sino a todo poder dogmático. En este contexto, no se trata sólo de la actitud frente a las religiones que buscan la hegemonía en las conciencias, sino también frente a otras manifestaciones del dogmatismo como son de carácter ideológico y político".

"El mesianismo en el plano político, fenómeno que se expresa en algunos de los hitos ideológicos importantes del siglo XX, constituye nueva expresión del dogmatismo que articula conductas hegemónicas en la sociedad y que francamente tiene perfiles similares al mostrado por los poderes confesionales. En ese contexto, el laicismo viene a ser previo al pluralismo, en tanto, para que exista una institucionalidad que posibilite el pluralismo y la democracia, debe existir un fundamento institucional desprovisto de hegemonías de conciencia. En términos específicos, el laicismo no es una ideología, sino una norma de conducta que permite una orientación intelectiva ordenada".

"El Estado laico no profesa una ideología religiosa ni tampoco antirreligiosa. Garantiza en cambio, a todas las confesiones, la libertad de culto y de religión, e impide imponerles a los ciudadanos la confesión religiosa del gobernante. El laicismo rechaza los regímenes teocráticos, que subordinan el Estado a una religión determinada, de la misma forma, rechaza la subordinación de las religiones al Estado, en términos que éste las instrumentaliza o las reduce a una rama de su administración, con todos los efectos enajenadores que puede conllevar su instrumentalización por parte de una dirigencia política opresora. El laicismo no es contrario a la religión ni a la actividad religiosa, y mucho menos a cualquier idea de divinidad que cualquier hombre tenga, y en ningún sentido debe entenderse como sinónimo de materialismo, ateísmo o agnosticismo; tampoco invita a olvidarse de lo religioso, ni niega la importancia y presencia de la religión en la sociedad. Por el contrario, valoriza el rol de la religión como actividad moralizadora y como expresión de fe del individuo. El laicismo invita a todos a vivir su religiosidad, con respeto al derecho de los demás a vivir una religiosidad distinta o ninguna", concluyó.
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