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De acceso complicado, el paisaje mantiene misterios ocultos que solo se descifran a los ojos de quienes lo contemplan in situ. En estas páginas, las imágenes de un escenario impactante.
Llegar al lago Ypoá es casi imposible, hoy. El único acceso público es un rústico camino que atraviesa las elevaciones de un cerro. La subida es todavía practicable, pero la bajada es extremadamente peligrosa por ser muy empinada y con pedregullos sueltos que podrían hacer resbalar al vehículo. Intentar la aventura solo sería posible con camionetas 4x4, pues para alcanzar el sector principal del espejo de agua se bordea el humedal, y el trayecto boscoso presenta incontables charcos de aguas.
Anteriormente, se transitaba por un camino interno de la estancia Ypoá. Había que abrir y cerrar once portones, pero ahora los dueños de la propiedad privada han clausurado esta vía. ABC Revista llegó al Ypoá a través de un sendero abierto en la estancia de la familia Egusquiza, que regularmente no está habilitado a extraños. "Antes dejábamos pasar a la gente, pero tuvimos muchos inconvenientes; dejaban los portones abiertos, mataban animales y tiraban los desperdicios por cualquier parte", lamenta Pedro Egusquiza, el anfitrión del establecimiento ganadero.
El viaje a la aventura empieza en el kilómetro 120 de la Ruta N° 1 Mariscal Francisco Solano López, antes de alcanzar la localidad de Valle Apua, jurisdicción de Quiindy. Ahí se inicia un ramal terraplenado que se dirige al lago Ypoá. Son 35 kilómetros de palpable tranquilidad y aire puro. Al avanzar, la naturaleza va revelando sus tesoros. A los costados de la tortuosa vía, aparecen diversas florecillas silvestres que impactan por sus formas y tonalidades. Colores plenos en amarillos, lilas, azules y blancos que matizan la gama de verdes del follaje. Y, aunque pequeñas, regalan al olfato perfumes intensos. Las frutas del campo ofrecen generosas sus exóticos sabores. Abundan las guayabas silvestres de gusto agridulce del arasape o bien azucarados del arasa mbayá. Un bullicioso festival para los pajarillos que se alimentan de planta en planta. De atractivo color coral, la fruta del aratiku del bosque concentra aroma y sabor suaves que invitan a probarla. Y los mbokaja desparraman por el suelo los cocos de sus cachos maduros para el deleite del ganado. En esa genial conjunción natural, cada planta o cada animal cumplen una función. Y los teruteru, que revolotean y se alarman con la llegada de extraños, son para los estancieros valiosos delatadores de visitas. Dicen los lugareños que antes había hasta yaguaretés en cercanías del lago. Lo que todavía hay, y con suerte se puede ver, son carpinchos, ciervos de los pantanos, aguara guasu, karaja o mono aullador, oso hormiguero, ñandú, yacaré overo y tucanes. Los montes que cubren las serranías sirven de hábitat a incontables miembros del reino animal. Abundan los insectos, y los baqueanos confirman la existencia de gran cantidad de peces en aguas del Ypoá.
"Es urgente la elaboración de un plan de manejo del área protegida para la protección de este ecosistema único. La cantidad y calidad de agua que esa región genera debe motivar una mayor atención por parte del Estado", alerta el consultor en turismo, Anthony Van Humbeeck.
Pese a la dificultad de acceso, hay personas que logran llegar a orillas del lago, donde se habilitó un sector improvisado para camping. Se nota en el sitio que los visitantes suelen prender fuego para asar carnes. Las botellas de vidrio y plástico, así como latitas de cervezas desechadas entre los árboles indican la inconsciencia ecológica de los turistas. También la poca atención por parte de los responsables del cuidado del espacio público.
"Los fines de semana de verano suelen aparecer grupos de personas que vienen en camionetas. Se instalan bajo la sombra, con hamacas y, a veces, hasta traen sus carpas para acampar", comenta el suboficial ayudante Torres, del puesto policial de Achoteí (compañía de Quiindy), en cercanías del parque natural.
En torno al lago se tejen diversas historias y leyendas. Una dice que en las profundidades del Ypoá existe un monstruo como aquel que habita el lago Ness de Escocia. Incluso algunas versiones aseguran que en noches tormentosas la gigantesca criatura se levanta en medio de ruidos ensordecedores y gran cantidad de agua para mostrarse por unos instantes y volver a desaparecer. Verdad o ficción, todo es válido a la hora de enriquecer las experiencias de un tour conmovedor, difícil de olvidar.
Paseos suspendidos. La Fundación Oñondivepa de Carapeguá venía organizando paseos en canoas por los humedales hasta llegar a Mocito isla, donde viven unas pocas familias. Pero, por cuestiones organizativas entre los pobladores locales, las visitas quedaron en suspenso. Con el apoyo de la A de Paraguarí, la Municipalidad de Carapeguá, la SecretaAría del A (Seam) y de la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur) se está tratando de llegar a un acuerdo satisfactorio de partes que permita continuar con el desarrollo turístico sostenible del lago Ypoá y sus Humedales, según explicaciones de Anthony Van Humbeeck.
Tesoro oculto. El lago Ypoá es el centro de un ecosistema poco explorado y conocido. No se sabe la dimensión exacta ni medidas de profundidades del espejo de agua que cuenta en su interior con algunas islas como las llamadas Mocito, Ildefonso, Valdés y Marcelo. Implica gran riqueza de flora y fauna, con diversas variedades vegetales y animales. Además de los peces que viven en el agua, hay infinidades de aves: garzas, loros, búhos, cuervillos, garzas blancas y tucanes. Si bien el territorio de este lago ha sido declarado parque nacional en 1992, en la práctica todavía no ha sido implementado como área silvestre protegida.
FOTOS: ABC Color/Celso Ríos
Anteriormente, se transitaba por un camino interno de la estancia Ypoá. Había que abrir y cerrar once portones, pero ahora los dueños de la propiedad privada han clausurado esta vía. ABC Revista llegó al Ypoá a través de un sendero abierto en la estancia de la familia Egusquiza, que regularmente no está habilitado a extraños. "Antes dejábamos pasar a la gente, pero tuvimos muchos inconvenientes; dejaban los portones abiertos, mataban animales y tiraban los desperdicios por cualquier parte", lamenta Pedro Egusquiza, el anfitrión del establecimiento ganadero.
El viaje a la aventura empieza en el kilómetro 120 de la Ruta N° 1 Mariscal Francisco Solano López, antes de alcanzar la localidad de Valle Apua, jurisdicción de Quiindy. Ahí se inicia un ramal terraplenado que se dirige al lago Ypoá. Son 35 kilómetros de palpable tranquilidad y aire puro. Al avanzar, la naturaleza va revelando sus tesoros. A los costados de la tortuosa vía, aparecen diversas florecillas silvestres que impactan por sus formas y tonalidades. Colores plenos en amarillos, lilas, azules y blancos que matizan la gama de verdes del follaje. Y, aunque pequeñas, regalan al olfato perfumes intensos. Las frutas del campo ofrecen generosas sus exóticos sabores. Abundan las guayabas silvestres de gusto agridulce del arasape o bien azucarados del arasa mbayá. Un bullicioso festival para los pajarillos que se alimentan de planta en planta. De atractivo color coral, la fruta del aratiku del bosque concentra aroma y sabor suaves que invitan a probarla. Y los mbokaja desparraman por el suelo los cocos de sus cachos maduros para el deleite del ganado. En esa genial conjunción natural, cada planta o cada animal cumplen una función. Y los teruteru, que revolotean y se alarman con la llegada de extraños, son para los estancieros valiosos delatadores de visitas. Dicen los lugareños que antes había hasta yaguaretés en cercanías del lago. Lo que todavía hay, y con suerte se puede ver, son carpinchos, ciervos de los pantanos, aguara guasu, karaja o mono aullador, oso hormiguero, ñandú, yacaré overo y tucanes. Los montes que cubren las serranías sirven de hábitat a incontables miembros del reino animal. Abundan los insectos, y los baqueanos confirman la existencia de gran cantidad de peces en aguas del Ypoá.
"Es urgente la elaboración de un plan de manejo del área protegida para la protección de este ecosistema único. La cantidad y calidad de agua que esa región genera debe motivar una mayor atención por parte del Estado", alerta el consultor en turismo, Anthony Van Humbeeck.
Pese a la dificultad de acceso, hay personas que logran llegar a orillas del lago, donde se habilitó un sector improvisado para camping. Se nota en el sitio que los visitantes suelen prender fuego para asar carnes. Las botellas de vidrio y plástico, así como latitas de cervezas desechadas entre los árboles indican la inconsciencia ecológica de los turistas. También la poca atención por parte de los responsables del cuidado del espacio público.
"Los fines de semana de verano suelen aparecer grupos de personas que vienen en camionetas. Se instalan bajo la sombra, con hamacas y, a veces, hasta traen sus carpas para acampar", comenta el suboficial ayudante Torres, del puesto policial de Achoteí (compañía de Quiindy), en cercanías del parque natural.
En torno al lago se tejen diversas historias y leyendas. Una dice que en las profundidades del Ypoá existe un monstruo como aquel que habita el lago Ness de Escocia. Incluso algunas versiones aseguran que en noches tormentosas la gigantesca criatura se levanta en medio de ruidos ensordecedores y gran cantidad de agua para mostrarse por unos instantes y volver a desaparecer. Verdad o ficción, todo es válido a la hora de enriquecer las experiencias de un tour conmovedor, difícil de olvidar.
Paseos suspendidos. La Fundación Oñondivepa de Carapeguá venía organizando paseos en canoas por los humedales hasta llegar a Mocito isla, donde viven unas pocas familias. Pero, por cuestiones organizativas entre los pobladores locales, las visitas quedaron en suspenso. Con el apoyo de la A de Paraguarí, la Municipalidad de Carapeguá, la SecretaAría del A (Seam) y de la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur) se está tratando de llegar a un acuerdo satisfactorio de partes que permita continuar con el desarrollo turístico sostenible del lago Ypoá y sus Humedales, según explicaciones de Anthony Van Humbeeck.
Tesoro oculto. El lago Ypoá es el centro de un ecosistema poco explorado y conocido. No se sabe la dimensión exacta ni medidas de profundidades del espejo de agua que cuenta en su interior con algunas islas como las llamadas Mocito, Ildefonso, Valdés y Marcelo. Implica gran riqueza de flora y fauna, con diversas variedades vegetales y animales. Además de los peces que viven en el agua, hay infinidades de aves: garzas, loros, búhos, cuervillos, garzas blancas y tucanes. Si bien el territorio de este lago ha sido declarado parque nacional en 1992, en la práctica todavía no ha sido implementado como área silvestre protegida.
FOTOS: ABC Color/Celso Ríos