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El chef nacido en Madrid, aunque malcriado en Valencia, Manuel Fernández, le da un toque de delicia a la ciudad de la frutilla y las artesanías en cerámica con sus distintas combinaciones de sabores e ingredientes. En su arte intervienen todos los sentidos, logrando platos sencillamente deliciosos. Fue en su natal España donde se encendió en él una pasión por los gustos, llegando con el tiempo a dominar los secretos de la cocina española y otros sitios, así como a liderar varios restaurantes.
Asentado en nuestro país por “cosas del destino”, Manuel decidió volcar todos sus conocimientos en la gastronomía nacional e internacional. Dio clases en institutos y shoppings, fue noticia en revistas y diarios, entró en la guía de Récords Guinness al cocinar una paella para 5000 personas en Ibiza durante una muestra de artesanía para el turismo. En nuestro país también batió récords al realizar una paella para 1200 personas.
Claro que antes de aterrizar al Paraguay recorrió los lugares más top, deleitando con lo que sabe hacer: fusionar olores, sabores y colores. Se abrió camino en Puerto Banus, cerca de Marbella, en la Costa del Sol, donde trabajó como primer jefe de cocina del barón de Ostini, Alexander Constantin. Luego estuvo en la Tortuga Feliz, México; en Don Leone, Suiza. Jamaica y toda Europa son algunos de los lugares en los que empezó a descubrir su pasión, y sobresalir con su talento.
Pero no siempre fue así. Recuerda una niñez humilde, en la que ayudaba a su madre, una de las primeras chefs de España, en un tiempo en el que la idea de ser cocinero no necesariamente pasaba por su cabeza. Luego hizo de todo hasta llegar a tener un título. “Estudiaba en París por la mañana y por la tarde alzaba maletas en el Louvre. También trabajé fregando platos”, dice al recordar cómo entró al mundo de la gastronomía.
Más tarde fue ayudante de cocina. “Era un chavalete (muy joven) cuando esto sucedió”. No paró hasta convertirse en chef y llegar a cocinar para grandes figuras, entre ellas, los reyes de España, Juan Pablo II, Adolfo Suárez, Jordi Pujol, Plácido Domingo, Roberto Carlos, Julio Iglesias, Denis Roussos, Ana Belén, Valeria Mazza, Naomi Campbell, Lola Flores y otras.
Sus recetas no solo se distinguen por sus aderezos, sino también por toda la alegría que conlleva la preparación. “Es todo un show durante la elaboración y cocción, hasta llegar al ¡eureka! y la mesa”. Cuando aparecen los platos, como por arte de magia, con sus colores, olores y sabores, se ilumina el rostro de quienes ven. Su euforia por la cocina nunca tuvo límites. “Es que siempre hay algo que componer, mucho por conocer, pero nada por descubrir. Además, la experiencia profesional te da bastante metro, con más o menos errores, placeres y alegrías”, afirma.
En la cocina de Gulliver las delicias están a la orden del día, así se trate de comida rápida o platos más elaborados, en los que Manuel Fernández se toma el tiempo para prepararlos con cariño y esmero. “No quiero estar en la carrera loca del dinero y malograr lo que tanto me gusta hacer. Hay que disfrutar, divertirse con la actividad elegida; si no, difícilmente uno vaya más allá de ese listón que nos pone la vida”.
Definitivamente, para el chef, todo está en la valoración de las cosas. Y su cocina es de alto standing. Desde el pan hasta el último plato. “Todo hecho en casa, de cabo a rabo”, asegura. Las puertas están abiertas para un rico almuerzo o una cena. Para eventos como cumpleaños, casamientos o reuniones de trabajo. “Nuestra capacidad es para más de 60 personas bajo techo. Luego contamos con un patio arbolado y un pequeño escenario para shows, en el que caben 200 personas más. En total, podemos servir a 300 personas y en un ambiente agradable. Acá todo es muy familiar; no quiero esmoquin, quiero cofia. Acá se come como en casa, en medio de naturaleza pura. Mi hijo de nueve años se encarga de jugar con los pequeñines y entretenerlos, con todos sus juguetes. Mi mujer, Yustin, está atenta a todo y también cocina muy bien. Me fascina cuando hay una armonía entre la cocina y el salón”, revela.
Su especialidad, la cocina mediterránea, domina “a rajatabla”. Los costillares, una tortilla española, ensaladas ¡y la paella, por supuesto! Ese plato tan social para comer en familia o grandes grupos, con ingredientes frescos, de calidad, “que luego se sienten en el paladar”. Su inspiración le viene a través de los ingredientes. “Cuando voy a comprar, me gusta observar y escoger los ingredientes más frescos, para traerlos a mi restaurante y cocinar con ellos”. En la mesa de dulces, están el flan de la abuela o la crema catalana, entre otras sugerencias.
Nada cambiaría de su vida. Todo viviría igual. “Con las mismas barbaridades y los placeres de la buena comida, en compañía de amigos o buenos comensales... Son momentos inolvidables”, dice.
Finalmente, ¿qué título le pondría a la historia de su vida? “Una vida muy divertida... No, no. ¡Qué bonita vida! Tampoco. La vuelta al plato en 80 minutos... Así la titularía”.
Ya sabe. Si decide dar una vuelta por la atrayente Areguá, disfrute de sus casonas, su cultura, paisajes y gastronomía, por supuesto. Quedará satisfecho con la visita.
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