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Y si se tenía un poco de efectivo en los bolsillos, uno podía darse el lujo de vivir breves momentos de fantasía, recorriendo la ciudad con chofer y todo, subiéndose a un taxi.
El boom de Itaipú, con su época de plata dulce, posibilitó a mucha gente tener su autito. De esa manera, de repente, las ciudades y las rutas del país se vieron pobladas de miles de automóviles, "mau-mau" la mayoría. Eso llevó, casi inmediatamente, a la aparición de un flagelo que sigue hasta nuestros días: el tráfico de autos robados.
Hace una centuria
De esa manera, al Cadillac monocilíndrico importado por el empresario Jorge Barzi le cupo el dudoso honor de ser el primer automóvil en protagonizar un accidente automovilístico que registra la historia paraguaya.
El señor Barzi, un fuerte industrial de origen italiano, propietario de una fábrica de cerveza, importó aquel primer automóvil, acogido a los beneficios que brindaba una ley promulgada el 17 de mayo de 1905 y que disponía la liberación de impuestos para la importación de vehículos automotores a nuestro país.
Este "tractor caminero" llegó al país, más o menos, contemporáneamente con el Cadillac del señor Barzi. Como no se conocen datos ciertos de este vehículo, probablemente, según señala el doctor Pedro Gamarra Doldán, habrá sido un automotor de marca Renault . La gente le llamó Tren Renard y el vulgo simplificó su denominación, llamándole Tren Renal .
Testimonios de gente de la época cuentan que esta máquina, por algún tiempo, torturó a los habitantes de la ciudad con su alborotado y "chisporreante" andar. Era, según lo describe el coronel Arturo Bray en sus memorias, "una máquina infernal, que a dos dedos estuvo de hacer de los sesos agua a media población. Era un tren de verdad, con locomotora a combustión, pero sin rieles y con llantas de hiero, detalle que basta para imaginarse el ruido ensordecedor y escalofriante que armaba al deslizarse sobre el bárbaro empedrado de entonces".
El proyecto original de sus dueños era establecer una conexión, con dicho vehículo, entre Asunción y Arroyos y Esteros, y entre Asunción y Villa Elisa.
Las malas condiciones de los caminos y las nulas posibilidades de un arreglo de estos tiraron por tierra el proyecto. El automóvil de Barzi era menos ruidoso, debido a sus llantas de goma.
"Andaba, no obstante, recuerda Bray, a resoplidos y barquinazos que metían miedo. Era un objeto de natural curiosidad para la gran mayoría de la gente".
Dos años después, hacia 1908, el doctor Andrés Barbero importó el automóvil que la Fundación La Piedad conserva como reliquia y que está depositado desde hace algún tiempo en los salones del Touring y Automóvil Club Paraguayo . También de esos años data la presencia en Asunción de otros automóviles pioneros: un Lancia , importado por el señor José Cellario, hombre de mucha fortuna de la época, y el del señor Resck.
Así, poco a poco, principalmente en la ciudad capital, el parque automotor fue sumando nombres, como los Ford (denominados "leforé" por el vulgo), los Chevrolet, Franklin, Citroën, Mercedes Benz, Dodge, Desoto, MG, Austin, Alfa Romeo, Dodge Brother, Rover, Buick, Sva, Studebaker (los populares "letú").
Inclusive, en algún momento se ensamblaron autovehículos en el país, como las simpáticas camionetitas Mita'i, allá por mediados de la década del 70.
El automóvil tierra adentro
A principios de la Primera Guerra Mundial, en septiembre de 1914 llegó al país un automóvil de la marca Dodge Brothers, que fue el primero que viajó al interior del país, conducido por un ingeniero canadiense de apellido Beaconfleld.
En cada rancho del camino causaba espanto de chanchos, patos y gallinas. Todos los perros del contorno quedaron afónicos". A mediados de los años 20 tuvieron lugar importantes raids al interior del país que duraron varios días e innumerables trajines. En 1924 se realizó un raid automovilístico que unió Asunción con Paraguarí, del cual participaron varios de los vehículos que entonces existían en Asunción.
Hoy tal vez pensamos "y qué con eso", pero ubiquémonos mentalmente a 80 años de distancia en el tiempo. La única vía para llegar a Paraguarí era la vía del tren. La única alternativa eran los caminos carreteros de carretas tiradas por bueyes. Desde Paraguarí, para llegar a las Misiones, sólo era posible a caballo, carreta o servicios de diligencias, siguiendo viejos caminos de la época de los jesuitas, cruzando arroyos y ríos en improvisadas balsas o por conocidos vados.
Los viajes en automóviles no estaban exentos de peligro y dificultades, que sólo eran salvados con buen ánimo y espíritu aventurero. Por eso es que viajar en automóvil hasta Paraguarí fue La Aventura. Así, con mayúsculas. Y esa hazaña, protagonizada por varios automovilistas y realizada en 1924 tuvo amplia repercusión en la prensa de la época.
Una aventura transparaguaya
La otra gran aventura fue la de 1926, cuando los dueños de la empresa IPA, importadora de los vehículos Ford, señores Petersen y Centurión, con el chofer apellidado Del Castillo, encararon hacer un viaje de promoción de sus vehículos representados al interior del país. Para ello tomaron un camioncito Ford, modelo T, del año 1924, que fue -en su momento- el primer vehículo que hacía el transporte público de pasajeros entre Asunción y el barrio Santísima Trinidad.
Esta fue una aventura de locos. Caminos más o menos transitables existían en 1926 hasta Caacupé. Desde allí había que ir por Piribebuy, Valenzuela, Itacurubí de la Cordillera, San José de los Dos Arroyos y Ajos, siguiendo carreteras. De la misma manera llegaron hasta Carayaó, luego de cruzar los temidos esteros del Tobatiry. Desde Carayaó, siguiendo caminos entre montes y cerros llegaron a San Joaquín, el confín del Paraguay de entonces. Trepando cerros y haciendo caminos en medio del monte y los campos, cruzando centenares de arroyos, llegaron a la frontera del Brasil, donde encontraron caminos más apropiados, que les permitió llegar a Pedro Juan Caballero.
Cruzando la entonces terrible Picada del Chirigüelo llegaron a Concepción, luego de una travesía de 38 días.
El automóvil y la defensa del Chaco
La prueba de fuego de los automotores en nuestro país fue la Guerra del Chaco, donde tuvieron vital participación. Para afrontar las contingencias de la guerra, el Gobierno paraguayo requisó muchos de los vehículos que entonces existían en Asunción y algunas ciudades del interior y tuvo que adquirir muchos más. Se compraron 853 camiones Chevrolet, 992 Ford, 207 International, 10 GMC, 4 Reo, entre otros. En los Arsenales se fabricaron más de 2.000 carrocerías y se instruyeron a unos 4.500 choferes. La participación del automotor en la guerra fue de crucial importancia para el transporte de hombres, pertrechos, medicamentos y provisiones. Para hacerlo más eficiente y que pudiera transitar a lo largo de las vías del sistema ferroviario de la empresa Casado , a muchos automóviles se les adaptaron piezas rodantes de ferrocarril y se los llamó autovías.
De derecha a izquierda
No solo a los peatones martirizaba el pavimento de aquellos lejanos años. Hasta los automovilistas recurrían a argucias con tal de evitarlos. El método: circular sobre las vías del "tranway". Método que hasta era una suerte de demostración de destreza: había que deslizarse sobre los rieles, sin salirse de ellos, especialmente en las curvas, como la de México y Eligio Ayala. Hasta tenía su tácita regla de cortesía: los que salían del centro tenían la preferencia de recorrerla, sobre los que entraban.
En 1945, el Gobierno decretó el cambio de mano, de izquierda a derecha. Desde entonces se transita por las calles y rutas manteniendo la derecha de la circulación. También comenzaron a importarse vehículos con el volante a la izquierda y no a la derecha, como los automóviles ingleses o japoneses, que aún mantienen aquella antigua manera de manejar. Así como fueron proliferando, también con el correr de los años fueron cambiando de fisonomía los autos, no los años: las frágiles apariencias fueron haciéndose más sólidas.
Fueron dejándose atrás aquellos vestigios que llevaban a la época en que un automotor era algo más parecido a un sulky que a un coche, como se los llama ahora.
El negocio automotor
Entre finales de la década del 20 y principios del 30 se construyeron y mejoraron numerosos caminos y puentes. También aparecieron los empresarios importadores, como el caso de don Alberto Grillón, el primer concesionario en el mundo de automóviles de la General Motors Corporation. A este, después se sumaron otros, como los Toja, Los Palazón, los Petersen, los Pappalardo, J & F Perez, Ocampos, los Bo, los Peña, Carrizosa, Pecci, Toyotoshi, etc., que con sus empresas intermediaron -entre los fabricantes y el cliente- el cumplimiento del sueño del auto propio, generando una intensa actividad comercial que en la actualidad llega a unos 6.000 automotores nuevos importados. Para muchos, tener un automóvil nuevo es inalcanzable, por los elevados precios. La alternativa es la importación de vehículos usados, que el año pasado llegó a la cifra de aproximadamente 9.300 autos.
Además de automóviles, toda una serie de actividades conexas se mueven alrededor: los combustibles, los repuestos, lubricantes, trabajo de mecánicos, publicidad, etc.
Los combustibles
Desde que se importaron los autovehículos apareció un nuevo rubro de comercialización: las naftas, que eran importadas en latas de 20 litros y se vendían en almacenes y casas de ramos generales.
A finales de la década del 40 empezaron a construirse los primeros surtidores de combustibles, ubicados generalmente en las esquinas, algunos todavía están en funcionamiento, como el de Presidente Franco y Ayolas o el de Piribebuy y Nuestra Señora de la Asunción. La instalación de surtidores empezó a proliferar en los barrios y en las más importantes ciudades vecinas a mediados de los años 50, después de que la empresa Shell instalara en el lugar denominado Caleracué sus instalaciones y depósitos de combustibles.
De esa manera fueron apareciendo, por ejemplo, el viejo surtidor del Km. 5, el de don Mario Meyer, en San Lorenzo y en Coronel Oviedo, uno de los primeros del país.
Más allá de las fronteras
Digno de destacar es el primer viaje automovilístico Asunción-Córdoba- Buenos Aires, que se realizó en 1939 y lo protagonizaron los señores Héctor Blas Ruiz y Manuel Giagni, a bordo de un Chevrolet, modelo 1939. El cruce del río Paraguay lo hicieron sobre tablones apoyados en dos canoas.
Luego de sufrir incontables peripecias, llegaron a Buenos Aires. El recorrido total fue de 3.260 kilómetros, que lo hicieron en 30 días. Otra aventura histórica, de más largo aliento, fue la que protagonizaron tres jóvenes y que se inició el 4 de julio de 1951 y que constituye un hito importante en la historia del automovilismo en nuestro país. A bordo de un Ford T, del año 1926, Ramón Echauri, Gertrudis Furiasse y Albino Pino salieron de Asunción y luego de recorrer más de 27.000 kilómetros, a lo largo de 13 países, consumiendo casi 4.300 litros de combustible, "265 litros de aceite lubricante, 16 bujías y 8 llantas"; cruzando llanos, selvas, desiertos, alturas de más de 5.000 metros sobre el nivel del mar y sufriendo temperaturas que variaban entre 0 y tantos grados centígrados y 18 grados bajo cero, llegaron a los Estados Unidos, tres años después. A los tres pasajeros iniciales se sumó otro, el hijo de la joven pareja, Henry Echauri Furiasse, nacido en Colombia.
El automóvil y el deporte
El primer rally se realizó en 1957, a lo largo del Circuito de Oro (Asunción, Paraguarí, Piribebuy, Asunción) y al año siguiente en la zona de Villa Rica. En 1970, el Touring y Automóvil Club Paraguayo, gracias a un préstamo de la Shell Paraguay Limited, adquirió de la sucesión Patiño un terreno de 54 hectáreas en el Km. 16 de la ruta "Mariscal Estigarribia", entre las ciudades de San Lorenzo y Capiatá, donde construyó una pista para competencias automovilísticas, a la que se bautizó con el nombre de Aratirí.
No contentos con tener una pista para los deportes automovilísticos, pronto se buscó más terreno para las competencias. Así, en 1971, empezó una de las más duras competencias automovilísticas de la actualidad, el Transchaco Rally. Promotores iniciales de esta competencia fueron Phillip Bell, Rubén Dumot, Víctor Muñoz, Pierpont Insfrán, Darío González, Germán Russo, Juan B. Gill Aguinaga, entre otros. El primer patrocinador de esta competencia automovilística fue la Dunhill Internacional, a la que siguieron otras marcas de cigarrillos
y gaseosas.
Esta es, en resumidas cuentas, la historia de una pasión, que acaba de cumplir su primera centuria en nuestro país: el automóvil.