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Su primera ocupación fue en Antelco, hoy Copaco. En la citada entidad estatal trabajó por más de 16 años y, en medio de sus funciones, Tito “daba rienda suelta” a sus pasiones: la música y la guitarra. “Comencé integrando el grupo Los Junior en el año 1965; cantábamos música romántica”, mientras se transporta a aquellos tiempos. “Éramos muy populares”, agrega, sentado en la sala de su compadre Francisco López.
Diez años más tarde cambió de estilo y del romance pasó al folclore. “Tenía que darse. En este género me sentía realmente cómodo y poco a poco las circunstancias iban conduciéndome hacia el folclore, felizmente”, dice.
El primer grupo con el que se lució fue Los Carlos. Ahí tuvo la oportunidad de demostrar sus virtudes folclóricas. Luego integró Los Santos del Paraguay, conjunto con el que viajó a Chile para participar del programa Sábado Gigante, de Don Francisco. “Fue una experiencia enriquecedora. Imaginate lo que era estar en el programa de Don Francisco; no cualquiera lo hace y a nosotros se nos dio”, cuenta con orgullo.
Más tarde formó parte de Los Bemoles junto con Rigoberto Arévalo, a quien admira y siente un gran afecto. Así comenzó, hace casi cuarenta años, su historia artística. “Con Los Bemoles viajamos mucho; a Europa, Estados Unidos y gran parte de Sudamérica... Solo se puede aprender a ejecutar bien nuestra música folclórica acompañando a artistas de alto valor y compartiendo con ellos buena parte de su vida, arriba y abajo del escenario, y eso me dio Los Bemoles”, dice.
Diez años más tarde, nuevamente, decidió emigrar a los Estados Unidos y echar raíces. Hasta la fecha vive en tierras norteamericanas y muchas aguas pasaron bajo el puente. Se casó, tuvo hijos, enviudó, volvió a casarse, actualmente se encuentra separado y hasta es abuelo. Lo que quedó intacto es su amor y pasión por la música nuestra, que siguió difundiendo por todo lo alto en el Caesars Palace, un hotel y casino ubicado en Las Vegas Strip, Nevada, Estados Unidos. El nombre de este hotel evoca la grandeza del líder romano Julio César. El dueño, Jay Sarno, quería que cada uno de los huéspedes se sintieran como reyes en un palacio real. Es por eso que recibe el nombre de Caesars Palace o Palacio de los Césares. Pues bueno, es allí donde Tito Martínez hizo sentir a los huéspedes como líderes romanos a través de su música. “Pucha que conocí a muchas celebridades, pero quedé muy impactado con Celine Dion, a quien tuve la buena suerte de estrecharle la mano”, revela.
Cuenta que nuestro folclore llamaba mucho la atención y al sonido del idioma guaraní lo confundían con el japonés. “Tocar la guitarra y cantar me hace feliz... Claro que aquellos primeros años no fue muy fácil. Fue una dura prueba para mi espíritu, pero la vida me premió con el aplauso del público”, expresa.
Ahora regresó a su tierra, “después de una larga ausencia y añoranza”. Es que la nostalgia siempre late en el corazón de Tito. Es por eso que, cada vez que puede, no duda un instante en alistar maletas y aterrizar en su terruño guaraní. “Se extraña el país, a nuestra gente”, afirma. “Ahora estoy jubilado. Vengo a ver cómo está el ambiente, si hay condiciones para venir en forma definitiva. Estoy hablando con algunas personas. Espero que se den las condiciones, porque lo que más quiero es volver a mi país”.
Y es en esta tierra que tanto quiere que va a presentar su cuarto material discográfico, denominado Recordándote mi amor. “Es una compilación de todas las letras que calaron hondo en mí y nada me enorgullece más que presentarla en Paraguay. Trabajé cuidadosamente para que disfruten de esta nueva propuesta y espero que así sea, si deciden comprar el material”, expresa.
Con ABC Revista compartió momentos distendidos en la casa de su compadre Francisco, en el barrio Sajonia; hasta cantó algunas letras para demostrar su talento. “Muchos me dicen que mi voz es semejante a la de Armando Manzanero”. Y no yerran. Tiene el aire y hasta el aspecto físico. Pero claro que cada voz es inigualable; la de Tito Martínez no es la excepción y, lo que es mejor, se vale de ella para recuperar tradiciones musicales y mantener la cultura nacional. “Tenemos que aprender a respetar y a hacer respetar nuestra identidad, nuestra música típica. Orgulloso la llevé por otros lugares, como una parte más de los valores y de la cultura de mi pueblo”.
Y no puede cerrar la entrevista sin antes expresar que la música es su vida y que va a seguir cantando en todos los escenarios que le permitan. “La música es sentimiento, conmueve, contagia sensaciones, tiene un inmenso poder y yo me dedico a ella... La vida me premió, sin duda alguna”.
ndure@abc.com.py