La vida es hoy

Ada Ledesma es una sobreviviente del cáncer. Hace un año, su vida dio un giro inesperado que le hizo ver las cosas desde otra perspectiva. Comparte con ABC Revista su trayecto por esta terrible enfermedad, que no distingue género, edad ni nivel social.

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“Cuando recibí la noticia, sentí que un tsunami me arrollaba, que una gran energía se desplazaba sobre mí. El cáncer llega inesperadamente, toca a tu puerta y el médico te dice que estás enferma. En ese instante, tu vida se detiene; es como una avalancha de sentimientos que estremecen tu mente. Experimentás incredulidad, dolor, angustia, terror. Mis pensamientos se entremezclaron, mil ideas me pasaron por la mente, hasta que vino la calma, el tratar de asimilar, digerir. Entonces, una se da cuenta de que es vulnerable, todo es pasajero en esta vida y cualquier cuidado es poco, aunque no fue mi caso”, son las primeras palabras del relato de Ada.

La negación, ese mecanismo de defensa inconsciente del yo más primitivo, fue lo primero que se puso en marcha en ella. “No miraba los rangos referenciales, minimizaba los síntomas; me decía: ‘No, yo no soy’, ‘eso no me puede pasar a mí’, ‘seguro se trata de otra cosa y se me pasa rápido’. Empleaba todas mis fuerzas para alejar de mi mente esa enfermedad inquietante, que no distingue raza, color, condición social ni género. ¡No distingue a nadie!”, confiesa Ada.

Los signos siguieron evolucionando. Comenzó a afrontar ese “estrés emocional importante” y llegar a la conclusión de que tenía cáncer. “Mi médico no podía entender cómo estaba de pie, ante los resultados de mis análisis. Fue un shock muy fuerte. No quería compartir con nadie lo que me estaba pasando, pero tuve que abrirme y les conté a mi mamá, mi hermana, mis amigas más cercanas y, finalmente, a mi hija”.

Se fortaleció en su fe, hasta entender que la única salida era aceptar; volver a retomar su mundo, su vida, su felicidad y buscar las herramientas para vencer la batalla. “¡Tenía solo 2 % de vida!, pero tengo una hija de 16 años y fue mi gran motivo para vivir, para aferrarme a la vida”, cuenta a viva voz y agrega: “Me liberé de todas las cargas, me abrí a la transformación y empecé un nuevo camino con el apoyo de mis seres queridos”.

Ada dice que lo más importante es el espíritu con el que una enfrenta estas situaciones adversas. “Hay que pensar siempre lo peor antes que lo mejor. No hay que dejar nada librado al azar. Cuando una tiene síntomas nuevos para su organismo, hay que consultar hasta llegar a un diagnóstico que lleve a un tratamiento eficaz. Tampoco automedicarse, sino afrontar la realidad, sea cual fuere”, aconseja.

Enfrenta la vida con una sonrisa, porque es una mujer que no se dejó vencer por el cáncer y, día a día, sigue luchando contra algo que nunca imaginó que le iba a pasar. “Los tratamientos son costosos, así que tuve que deshacerme de lo material, vender todo lo que se podía, pero, en contrapartida, recibí el inmenso cariño de gente que, inclusive, no conocía, y finalmente es lo más valioso. Fue maravilloso sentir el cariño y apoyo de familiares, amigos y extraños, para poder costear los tratamientos. Es increíble sentirse querida. Somos un país solidario, no hay duda de eso. Ante la falta de respuestas estatales para afrontar esta enfermedad, están los amigos, la familia y el inigualable corazón solidario de los paraguayos. Les debo la vida a mis médicos, mi familia y mis amigos; ellos fueron mi medicina sanadora”, reitera.

Ada pinta en sus momentos libres y, también, su trabajo la ayudó a superar la enfermedad. Es arquitecta de profesión y empezar de cero, activar en lo que le gusta, fue gratificante para ella.

Anhela que la salud sea efectiva en igualdad de atención para todos. “Es una enfermedad que tiene gastos muy altos. Es un tratamiento para transitar acompañado por la familia, y un equipo interdisciplinario que también cuide la parte sicológica y estética, ya que el cáncer deteriora la imagen y afecta la estabilidad emocional”.

Para los pacientes oncológicos, contar con un espacio integral con todas las especialidades es de una inmensa humanidad, generosidad y compromiso con la salud oncológica. “Que así sea en todo el país, para que los pacientes no tengan la necesidad de emigrar a Asunción y sufrir el consecuente desapego de los afectos y la desorganización familiar”.

Salió fortalecida de este “evento”. “Aprecio más la vida, los amigos, una caminata, una buena comida, reír... Después del cáncer tenés esta conciencia, pero debería ser la actitud de todos los días; al fin y al cabo, no solo esta enfermedad te puede llevar de un instante a otro. Hay que disfrutar de la vida, merece ser vivida. Voy a seguir aportando desde mi profesión, no solo construyendo con materiales, sino con el corazón, de una manera compasiva, viviendo minuto a minuto, sin apegos del pasado ni expectativas del futuro. La vida es hoy”.

ndure@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Silvio Rojas.

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