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En la Academia de Lorena Manira Ghiglione Fadlala suenan los acordes árabes, y los movimientos ligeros y fluidos no se hacen esperar en las alumnas jóvenes y mayores, delgadas, muy delgadas y no tanto. “Solo hace falta tener muchas ganas de pasar bien y compartir con otras mujeres”, dice Ghiglione y continúa: “El estado físico no importa para nada; flaquitas, gorditas, bajas, altas, todas pueden practicar”.
Ella abrió su academia con una sola alumna. “Fuimos la primera escuela de danza oriental en el Paraguay y ya llevamos 10 años de trayectoria. En los inicios impartimos clases solo para amateurs, personas aficionadas que tomaban la danza como un hobby, pero dos años después tuvimos nuestra primera presentación llamada Alf Leila wa Leila o Las mil y una noches y creció el entusiasmo. Luego vino otra presentación que llamamos Ahlam o Sueños, ya con más bailarinas en escena y acompañadas de una orquesta árabe proveniente de Argentina. Presentamos el show en el Carmelitas Center, con una concurrencia de 350 personas. Así fuimos innovando y ahora ya hacemos presentaciones en diferentes eventos, como recepciones en embajadas, casamientos, cumpleaños y algunos ‘jueves árabes’ de la pizzería Pancia Piena”, comenta la bailarina.
Asegura que son muchos los beneficios. Si bien los orígenes cuentan que antes se danzaba en los templos como parte de unos rituales realizados por mujeres con distintos propósitos, y posteriormente fue un baile para los faraones y sultanes; a nivel popular fue introducido como una manera de ejercitar el cuerpo. “Es verdad que aporta muchos beneficios. Por ejemplo, fortalece el suelo pélvico, trabaja la musculatura y flexibilidad –en especial, la zona abdominal, lumbar y pélvica–, desarrolla la creatividad y el desenvolvimiento; crea conciencia corporal y, a través de ella, mejora la postura; combate el estrés, los dolores menstruales y el estreñimiento; favorece la digestión, moldea y adelgaza, mejora la autoestima, crea conexión con una misma y ayuda a aceptar el cuerpo tal como es, haciendo que una se olvide de los complejos y trabajando directamente sobre los distintos bloqueos. ¡Te cambia el estado de ánimo!”, exclama.
Su descendencia ítalo-libanesa influyó en su vocación hacia la danza árabe. “Cuando empecé a bailar, nunca pensé que algún día me dedicaría profesionalmente a esto. Mucho menos siendo una danza de tantos prejuicios a nivel social y tan desconocida en aquel momento en el Paraguay. Creo que una cosa me fue llevando a la otra y mi rumbo se fue marcando solo sin demasiado esfuerzo en pensar ‘qué quiero ser cuando sea grande’. Para mí, el camino ya estaba trazado; solo fui transitando con el pasar de los años y, también, estudiando y formándome de la mejor manera posible con los mejores maestros del mundo”, cuenta.
Tomó clases magistrales en la Arabian Dance School, en Buenos Aires, del maestro Amir Thaleb. También, participó de innumerables seminarios, workshops, weeklongs y del evento más importante de danzas árabes de la Argentina: el Encuentro Internacional de Danzas Árabes.
Dice que su misión va mucho más allá que solo enseñar danza. “No es solo dar clases; es una enseñanza integral la que brindamos. Acompañamos procesos de cambio de óptica, percepción y cambio de vida en cada una de las alumnas, viendo cómo la danza oriental transforma sus vidas y las hace más felices”.
Manifiesta que su gran responsabilidad es difundir y defender la cultura de su descendencia. “Me crié con esta cultura, crecí con ella, pertenezco a la cuarta generación de inmigrantes y voy a continuar transmitiendo esta cultura en todas sus expresiones”.
Desde el jueves 20 de octubre comienza el ciclo 2016 de Arabian Night en el restaurante Pancia Piena. “Vamos a estar también en diciembre con un show único, acompañado de percusión”.
Se remonta nuevamente a la historia y comenta que, normalmente, la danza oriental se bailaba en las casas de los ricos o los cafés con el acompañamiento de músicos. Luego, a principios del siglo XX, se amoldó y fue llevada a los escenarios. “Llegó a Europa y América, aproximadamente, entre los años 1940 y 1950, debido al auge que tuvo el cine egipcio gracias a Hollywood, donde las películas solían tener como protagonistas a bailarinas de danza oriental o escenas específicas que mostraban este bello arte en contextos sociales, también acompañadas por músicos y cantantes. Las bailarinas y los músicos se convertían entonces en verdaderas estrellas de cine”, rememora.
Actualmente, se baila en todos los países árabes –mayormente, en Egipto, Turquía y Líbano–, cada uno con un estilo que lo caracteriza, aunque siempre la base es la técnica egipcia. Ghiglione también va a seguir bailando, ofreciendo un buen ambiente de clases a sus alumnas y haciendo que disfruten cada movimiento al ritmo de la música.
ndure@abc.com.py
Fotos ABC Color/Gustavo Báez.