La luz de un pequeño farol

Toda una generación de paraguayos, muchos de los que hoy rayan la cincuentena, vio nacer un 15 de septiembre de hace muchos años, la que fue, probablemente, primera revista infantil publicada en nuestro país. Se llamó "Farolito" y trató de llenar un enorme vacío de elementos lúdicos y educativos en la formación de la niñez paraguaya.

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El blanco cabello de don Jorge Bernardes lo asemeja a un Papá Noel, aunque sin la barba ni los rojos cachetes del personaje navideño. Pero no solo las canas recuerdan al jovial regalón de la fantasía nórdica, sino en que en un momento de su vida, se ocupó de cubrir las necesidades de los más pequeños, dándoles la oportunidad de contar con un material útil para los momentos de ocio y para sus horas de estudios.

Proveniente de una familia de periodistas -su padre fue fundador del diario La Mañana, violentamente clausurado por el régimen stroessnerista

Se enciende el farol

Algunos años después de la amarga experiencia que significó la violenta clausura del diario La Mañana, Jorge Bernardes, entonces un joven de 24 años, emprendió una arriesgada aventura, publicando la revista Farolito, dedicada al público infantil.

"Esa revista fue un gol de media cancha", recuerda don Jorge Bernardes. "Tuvo un éxito bárbaro... No tenía apoyo de nadie. Mis hermanos me decían que era una locura sacar 10.000 ejemplares el primer número. Se imprimía en la imprenta La Colmena, de los Damas Ladouce. El gerente de la imprenta me decía: "Pero por qué no piensa bien..., 10.000 ejemplares es mucho".

Aun así, con todas las opiniones en contra, don Jorge se aventuró y un 15 de septiembre de 1964, salió a la venta la revista infantil Farolito. "Nosotros estábamos en la miseria económicamente", recuerda. Para sacar la revista, tuvo que pedir prestado de un amigo y compañero de estudios, Arnaldo Amaral, 200.000 guaraníes, una fortuna en la época.

"Pero tenía que hacerlo. No había caso. Como Hernán Cortés, había que quemar las naves y ganar o ganar. No podía perder. Era la esperanza para sobrevivir, para la familia, para la enfermedad de papá, para todo". El amigo que le prestó el dinero se encargaba de la distribución, "y, conmigo, tenía una fe bárbara de que todo iba a salir bien. El me prestó ese dinero, porque tenía fe en la empresa. De la venta de la revista, él iba retirando su parte y así le pagué lo que le debía". "La noche antes de la aparición de la revista, recuerda, me acosté y no podía dormir... ¡En qué locura me metí! Al día siguiente, salió Farolito y a eso de las cuatro de la tarde, Amaral me cuenta que se habían vendido 9.600 ejemplares. Un éxito brutal. ¡El primer día y el primer número! "La revista era de aparición quincenal.

Los siguientes números fueron subiendo. Llegaron a publicarse 20.000 por número. Un éxito. Entró en todos los hogares. La gran ventaja era que Stroessner tenía hijos chicos en esa época y eran fanáticos de Farolito".

La idea impulsora

¿Cómo surgió el nombre de Farolito puesto a la revista? Según don Jorge, lo tomó de aquella pegadiza canción de Agustín Lara "Farolito que alumbras apenas su calle desierta...". Según Bernardes, siempre le gustó ese nombre, "pero la verdadera motivación que me hizo tomar la determinación de sacar una revista infantil fue que una mañana, me iba caminando allá hacia el hospital de Clínicas y pasé frente a una escuela; entré, no sé ni por qué, ni para qué. Entré.

Miré en las paredes, en el pizarrón y me fijé que estaba pegada una lámina central de la revista argentina Billiken. Era Belgrano y abajo habían pegado un cartelito que decía Pedro Juan Caballero. Más allá estaba otra de San Martín y abajo decía Vicente Ignacio Iturbe... Las pobres maestras no tenían de dónde sacar los retratos y se ingeniaban como podían. Entonces pensé: ‘Este país miserable, me dije a mí mismo, no es capaz de tener una revista para los chicos... con nuestra historia, nuestra geografía, nada’. Allí me surgió la idea de hacer una revista en colores dirigida a los niños".

Por otra parte, don Jorge Bernardes comentó que Farolito estuvo 17 años en vigencia. "Inclusive llegamos a comprar máquinas propias para imprimirlo. Lo que nos fundió fue la implementación por los diarios, de sus páginas escolares".

Tapando agujeros

Bernardes recuerda que la directora "académica" de la revista, por así decirlo, era la poetisa María Luisa Artecona de Thompson. "Ella preparaba los artículos para niños y había otras maestras que colaboraban. Se tenía muy en cuenta el calendario escolar y se sacaban artículos alusivos a acontecimientos de la historia.

Era muy útil. Sacamos los retratos de los próceres, que tuvimos que inventarlos. "Ya lo había hecho Pablo Alborno, allá por inicios del siglo XX; sus familiares quisieron vendernos el derecho de publicarlo, pero costaba mucha plata, entonces en una oportunidad en que don Leopoldo Ramos Giménez, que estaba en la Subsecretaría de Informaciones Cultura de la Presidencia de la República, me llamó a felicitarme por la aparición de Farolito, le comenté que los Alborno me pidieron 10.000 guaraníes por cada uno de los retratos para reproducirlos en la revista. ‘No, jamás’, me dijo.

Dígale a su dibujante que le cambie el bigote, que le levante más, que le cambie el peinado y cosas así y ya no es igual. Total, Alborno lo inventó nomás también, tomando los rasgos de algunos descendientes. Y así hicimos.

"Recuerdo que llegó el 15 de agosto y no encontramos por ninguna parte un retrato de Juan de Salazar, recorrimos bibliotecas, archivos, fuimos a la Embajada de España y no encontramos, entonces subimos con el dibujante en una motoneta Vespa que tenía y nos fuimos frente al Congreso a dibujar el rostro de la estatua que estaba allí. Y así muchas cosas.

Se publicaban mapas de los departamentos, artículos sobre costumbres, comidas típicas, animales, árboles... Farolito fue de mucha utilidad. En su momento impactó. Mirando toda la tecnología que hay ahora, hasta me da vergüenza hojear el archivo de la revista".

Farolito y el mariscal López

El éxito alcanzado en su momento por aquella revista infantil hizo que tuviera muchísimos compradores. Pero no todo era camino despejado. También había escollos. "Cometimos errores también", recuerda Jorge Bernardes. "Nos llamaban las maestras y nos retaban; pero, por otro lado, las campañas que hacía Farolito tenían un tremendo éxito".

Para celebrar el centenario del final de la Guerra de la Triple Alianza, se había resuelto erigir una estatua ecuestre del mariscal Francisco Solano López, que fue realizada por el escultor Francisco Javier Báez Rolón. A Farolito le cupo la oportunidad de promover y conseguir parte del material de bronce necesario para la escultura. Al respecto, Bernardes comenta que "cuando se iba a hacer la estatua del mariscal López, en conmemoración del centenario de su muerte, la revista Farolito hizo una campaña para recolectar bronce.

A cada chico se le daba un pergamino de padrino de honor de la estatua, entonces los mita'i robaban hasta las canillas de bronce de las casas. Llegaban bolsas de canillas, de balas de cañón, de fusiles. Eso entregamos y el ministro Samaniego nos confirió una condecoración y un pergamino por esa campaña que posibilitó recolectar gran cantidad de material para esculpir la estatua ecuestre, obra de Francisco Báez Rolón".

Alegría de los chicos y fastidio de los padres

No pocos conflictos familiares se crearon a causa de la revista, según cuenta Bernardes. "En la contratapa sacábamos unos cupones que decían ‘vale por un helado Kibón’. De ese número no existe ni en nuestra colección. Se acabó.

"La revista costaba treinta guaraníes, el helado costaba cinco. Si en una casa había tres criaturas, cada una quería canjear un cupón por un helado y obligaba a sus padres a comprar tres revistas. El dinero no valía, lo que querían era el cupón. Tan así es que para comprar tres helados que podían costar quince guaraníes, los padres tenían que comprar tres revistas, o sea que tres helados les costaban noventa guaraníes.

La magia estaba en el canje del cupón con el helado. Otras ediciones traían vales para entradas a circos, a cines, etc. Fue una sensación. Hasta programa de televisión tenía. En un programa televisivo infantil de media hora que se emitía por Canal 9 y conducido por Humberto Rubín, llamado ‘TV para los niños’, se sorteaban bicicletas, pelotas, muñecas, etc., entre todos los suscriptores y los niños sacaban y llevaban a su casa, a su colegio y causaba sensación entre la gente.

"Farolito fue para mí, dice Bernardes, una aventura que me llena de orgullo. Mediante Farolito, pudimos respirar, sobrevivir, inclusive, me pude casar. Alquilar una casita, muebles e inclusive ayudar a solventar la enfermedad de mi padre".

Hoy, a más de cuatro décadas de la aparición de aquella revista infantil que se publicó hasta principios de la década del ‘80, Farolito está en la memoria de muchos compatriotas, que en sus años infantiles le tuvieron como un eficaz apoyo para sus tareas escolares y en algo habrá contribuido en su formación intelectual.

Muchos de sus lectores hoy son importantes líderes de nuestra sociedad, como el caso del actual Presidente de la República o la propia Ministra de Educación y Cultura, quienes, en algún momento, recordaron que fueron asiduos lectores de Farolito.
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