La historia continúa

A poco de completar 120 años de existencia, el tradicional Hotel del Lago de San Bernardino reabre sus puertas para albergar veraneantes. Con su infraestructura reacondicionada, sin alterar el estilo aportado por los inmigrantes alemanes del siglo XIX, inaugura un nuevo concepto: Museo-Hotel. Habitaciones con mobiliarios originales y conexión a Internet hacen de puente entre el pasado y el futuro. Una ingeniosa conjunción que pretende, además de valorar el patrimonio histórico, contribuir al desarrollo turístico del país.

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Fundado por el inmigrante alemán Guillermo Weiler, el Hotel del Lago inició en 1888 su larga existencia placentera a orillas del lago Ypacaraí. Sus frescas habitaciones alojaron a simples veraneantes e ilustres personalidades, por igual. Desde extranjeros venidos de tierras lejanas hasta compatriotas atraídos por el benevolente clima de San Bernardino fueron huéspedes del afamado complejo. Dejaron sus huellas de renombre Agustín Pío Barrios, José Asunción Flores, Monseñor Juan Sinforiano Bogarín y el mariscal José Félix Estigarribia, quién tenía una suite en reserva casi permanente.

La bella Anselmita Heyn, Miss Paraguay de aquellos tiempos, bailó su vals de reina en los salones del elegante edificio. Escritos en los cajones de artísticos roperos y cómodas con mármol y cristal biselado perduran mensajes de amor de quienes vivieron su luna de miel en la romántica Villa.

Historias hay. Y recuerdos abundan. En su estadía por el Paraguay, la escritora sueca Ida Bäckmann (1867-1950) pasó interminables horas de apuntes en el Hotel del Lago. Vivió de cerca la revolución de 1908, encabezada por el coronel Albino Jara. Relató y publicó el episodio en Estocolmo con el título:

Días sangrientos en el Paraguay, (1910). Ida Bäckmann mantuvo además un fluido vínculo epistolar con otra grande de las letras: Selma Lagerlöf (1858-1940), ganadora del premio Nóbel de Literatura 1909. Existe en un archivo de la capital sueca una rica colección de cartas que ambas escritoras se dedicaron entre Paraguay y Suecia.

Las de Bäckmann iban fechadas desde el Hotel del Lago. Fotografiado de todos los ángulos posibles, el elegante edificio alcanzó amplia fama. Avisos publicitarios en revistas y diarios del Río de la Plata y diversas tarjetas postales difundieron en el mundo su acogedora fachada. De registrar en movimiento su imponente estructura se ocuparon las cámaras de célebres personajes.

En 1939, el doctor Juan Max Boettner, reconocido médico y musicólogo nacional, filmó en uno de sus viajes vacacionales los jardines del hotel. Y las terrazas estuvieron muy de moda cuando en 1962 fueron escenarios de la película La Burrerita de Ypacaraí, con la inolvidable Isabel Sarli y las magníficas serenatas de Luis Alberto del Paraná. Arte, música, cine y cultura marcan el paso del tiempo en esta imponente obra, que resalta por su simpleza arquitectónica.

"Nuestro objetivo es ofrecer al público la puesta en valor de este edificio y su memoria, y lograr compatibilizar la conservación del patrimonio con las necesidades de la vida moderna. Es por ello que decidimos convertirlo en un hotelmuseo, que ofrezca ambientación histórica sin privar al visitante de servicios contemporáneos como la buena cocina, acceso a Internet y paquetes turísticos con calidad internacional", avisa la museóloga Alejandra Peña.

Ella y su esposo, el diseñador de alta costura, Osvaldo Codas son los rostros visibles del proyecto de recuperación del Hotel del Lago, encarado por la empresa cultural Memoria Activa. "Somos un grupo de amigos, norteamericanos y paraguayos, interesado en recuperar y reactivar espacios de carácter patrimonial", agrega Osvaldo.

El nuevo concepto que se presenta al público, desde la inauguración el próximo sábado 25 de noviembre, es de Museo-Hotel y Centro Cultural, siguiendo las pautas internacionales de los hotelesboutique de significación histórica.

El Hotel del Lago se convierte ahora en un espacio cargado de antigüedades que el visitante podrá, además de utilizar, disfrutar de su significado. Las paredes de las alargadas galerías exhibirán fotografías antiguas del país, cuyas explicaciones serán dadas a los interesados, como en visita guiada.

Un viejo carumbé traído de Villarrica con su yegua, Tomasa, saldrá por las calles de la ciudad a pasear turistas. Arduo trabajo tuvo Alejandra Peña en realizar la investigación histórica y el programa de puesta en valor. Revisó las pinturas y encontró incontables capas, con las diversas tonalidades que lucieron las paredes a lo largo de su existencia.

Además, dibujos florales y diseños geométricos art decó, de los años 20. "Las múltiples capas de pintura encontradas constituyen un documento de la historia del hotel. Cada capa de pintura es una capa de la memoria. Cada una tiene un color, y a veces un diseño impreso con esténcil o pintado a pincel, cuya elección puede leerse de muchas formas. Podríamos decir que el color pudo representar el gusto de la época.

ero a veces ese ‘gusto’ no es aisladamente estético, sino que está unido a situaciones emocionales: el verde tirolés en los zócalos del lobby es una nostálgica referencia a la tierra alemana que se dejó atrás. Pero el rojo que pintó las puertas de la primera época bien podría referirse al color del partido político que nacía en las postrimerías del siglo XIX, y cuyo fundador, Bernardino Caballero, fue al mismo tiempo un invalorable apoyo para los primeros colonos alemanes. No será casual que las puertas coloradas se hayan cubierto de azul a principios del siglo XX, cuando el emblema liberal se apoderó del escenario político.

Y, no podemos dejar al acaso la delgada capa verde, tan fugaz como la primavera febrerista, que pronto fue sepultada por el militarismo y tiñó las puertas de un caqui marcial".

Fue Osvaldo Codas el que encabezó la intervención de la arquitectura y la ambientación. Camas torneadas, mesitas de luz, roperos con espejos de cristal biselado, tocadores con mesada de mármol, algunos importados y la mayoría fabricados en la carpintería de los Buttner, fueron restaurados para amoblar los cuartos como eran antes.

La recuperación del estilo victoriano de los jardines corrió por cuenta de los californianos Annie Wier y Ralph Mendoza. Cuatro meses demandó la conclusión de las obras que dio trabajo a un equipo compuesto por 55 obreros, entre albañiles, pintores, piseros, electricistas, carpinteros y herreros.

De las 26 habitaciones existentes, 4 son suites. Una, llamada la Torre de La Tigresa (ver recuadro), es nupcial; las tres restantes son familiares. Cada uno de los cuartos dispone de televisión satelital y conexión con Internet. Con criterio práctico, los responsables decidieron volver a ubicar la recepción en donde estuvo originalmente: en medio de las torres. Un gran salón, con chimenea incluida, podrá albergar conciertos de piano, cenas de gala o eventos especiales. Una gran fuente de hierro, recuperada de la Casa Peña Villamil, ambienta el acceso principal con la frescura del agua que cae en artística cascada.

El gran patio en desnivel privilegia los árboles. El perímetro de cerca de 13.000 metros cuadrados es un pulmón cargado de lapachos, ybyra pytã, timbó. Suman más de 300 las especies nativas del Paraguay que fueron plantadas con la idea de recrear un jardín etnobotánico.

Cerca de un centenar de orquídeas silvestres florecen y adornan el paisaje interior, con cascadas y bancos para el relax. En la huerta crecen sin agroquímicos verduras y hierbas aromáticas que serán empleadas en la elaboración del menú de la casa. Hay perejil, albahaca, romero.

Acerca de la gastronomía, Osvaldo Codas adelanta que habrá platos únicos, diseñados por él mismo. "Tenemos dos espacios abiertos a la gastronomía, uno es el restaurante Urutaú, un salón cerrado, climatizado, donde serviremos platos a la carta, muy especiales. Algunas son recetas mías, porque aparte de diseñador de ropas yo soy un buen diseñador de comida. Capitalizando los viajes que hicimos con Alejandra alrededor del mundo, tengo una lasaña que se llama Baranasi, inspirada en esa ciudad de la India.

Tengo también unos fideos mostacholis con salsa de mariscos, que solo hago yo. Me recuerda mi viaje a Portugal. En cada país invento algo de acuerdo con los sabores de cada lugar. Eso se va a probar aquí. Y también platos de la culinaria paraguaya, porque la comida típica es otro de mis grandes hobbies. En Terrazas del Ypacaraí, que son los ambientes al aire libre, cerca de la piscina, los visitantes se van a servir comidas más ligeras, parrillada, platos más simples y meriendas.

Vamos a incorporar las papas soufflé, asados de tira a la usanza del Río de la Plata. Ambos restaurantes van a tener lo que llamamos dieta saludable: O sea aquello que no se llama light, sino saludable, con jugos especiales en los que puede ser que la propiedad de la fruta sea laxante. Va haber un licuado a base de yerba mate que lo preparo yo, es totalmente energético. Va a ser innovador, nunca acá se tomó un trago largo con yerba mate como el que estoy preparando", tienta el empresario.

Orgullo de la ciudad de San Bernardino, el Hotel del Lago es todo un símbolo de la hotelería sudamericana. Es el único edificio del Río de la Plata que nunca ha interrumpido su función de hotel en 120 años. "Otros hoteles de la región que se construyeron como tales se fueron modificando con el tiempo, se transformaron en bancos, teatros o galerías de arte. Es por eso que este lugar que ha sido testigo de más de un siglo de cambios sociales, políticos y culturales de nuestro país, nunca debe desaparecer”, concluye Osvaldo Codas.

Renace el Hotel del Lago para que las nuevas generaciones lo visiten y puedan sentir en el alma las mismas emociones que aquellos huéspedes, de otras épocas. Porque la historia continúa...

Desarrollo turístico

Osvaldo Codas preside una Junta de Turismo que se formó con dueños de hoteles y restaurantes de la Villa Veraniega. Tienen entre sus prioridades potenciar el turismo local durante todo el año. Y quieren mostrar una ciudad limpita, sin mendigos, tan bonita.

Una de las actividades tendientes a atraer turistas fuera del verano es el curso de guaraní y español para extranjeros que se dará en el Hotel del Lago, desde marzo hasta noviembre. En cuanto a la inversión, el empresario de la moda no dio cifras, pero explicó que asciende a sumas importantes.

“Es una inversión elevada. No me gusta hablar de números, porque el hecho de ser yo muy creativo y Alejandra museóloga, si se llegara a valorizar todo el esfuerzo profesional puesto, sería bastante superior, pero hemos puesto el corazón aquí. Lo hacemos porque confiamos que es importante devolver un patrimonio histórico al país y entonces solo valorizamos lo que se maneja por administración a nivel de construcción. Y que es bastante dinero. Pero, de todas maneras, el mayor valor acá es el trabajo profesional atrás de la puesta en valor del edificio”, dice Codas.

Reveló además, que se llegó a un acuerdo de concesión con la familia Weiler, dueña del Hotel del Lago, para su explotación, con opción a compra, por diez años.

La Tigresa

Vivió en San Bernardino una extraña mujer conocida como La Tigresa. Era hija de un comerciante alemán de Bonn, nacida en París en 1874. Sabia pilotear aviones y practicaba deportes con buena performance. Estudió música en Leipzig con Arthur Nikisch. Y durante la Primera Guerra Mundial actuó de enfermera en Alemania, Francia, Hungría y Bulgaria.

Terminado el conflicto bélico, Hilda Ingenohl, su nombre verdadero, llegó a Sudamérica. Vino al Uruguay, invitada por su amiga Grete Goetsch,esposa del embajador alemán para el Uruguay y Paraguay. En el Río de la Plata contactó con intelectuales y gente del ambiente de la medicina, ejerciendo la dirección del Hospital Alemán de Rosario, Argentina. Luego visitó el Paraguay y se enamoró del Lago Ypacaraí. Compró 200 hectáreas de tierra en San Bernardino, a donde se trasladaba piloteando su avión. Pasaba largas temporadas cazando tigres, algunos de los cuales criaba como mascota, por eso le apodaron La Tigresa.

Cuando estalló la Guerra del Chaco se presentó como voluntaria y se hizo enfermera de la Cruz Roja Paraguaya. En San Bernardino formó una orquesta de música clásica, con jóvenes alumnos a quienes impartía clases. Sus conciertos se presentaban en el Hotel del Lago. Se relacionó con el maestro Florentín Giménez, a quien entregó numerosos instrumentos musicales. Hilda Ingenohl murió de cáncer en Bonn, a fines de 1953.

Colonia de alemanes

En 1880, el presidente de la República, Cándido Bareiro, recibió la solicitud de un grupo de alemanes deseosos de migrar al Paraguay. El Gobierno ofreció a cada familia una yunta de bueyes, semillas necesarias para la agricultura, terrenos para afincarse, pasaje de Buenos Aires a Asunción y seis meses de manutención. Un poco más tarde, siendo presidente el Gral. Bernardino Caballero, llegaron a Asunción cinco familias alemanas que sumaban en total diecisiete personas. Caballero cumplió la promesa empeñada por su antecesor y buscó tierras para establecer la nueva colonia. En principio, se adquiriría el campo de la familia López en Surubi-i, cerca de Limpio.

Pero al no haber acuerdo en el precio, el Gobierno encargó al señor Otoniel Peña la búsqueda de una solución. Peña salió en campaña hasta que encontró apropiado el paraje cercano al Lago Yapacaraí donde finalmente se fundó la colonia de inmigrantes alemanes, el 24 de agosto de 1881. El nombre de San Bernardino fue en agradecimiento de los colonos al apoyo brindado por el Gral. Bernardino Caballero.
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