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Eso era antes, porque ahorael mundo no descansa nunca y vive atado al reloj. La tendencia actual exige estar ocupado todo el tiempo haciendo varias cosas urgentes a la vez y, sobre todo, que reporten dinero (aunque no felicidad). La propaganda obliga a correr para estar sano y vivir más tiempo, a sudar la gota gorda en el gimnasio, a multiplicarse y andar de aquí para allá como todo buen esclavo superproductivo. Es entonces cuando miro de reojo a la tortuga y me pregunto cuál es su secreto para vivir tantos años en apacible y longeva tranquilidad. Eso hace que me detenga y le siga el paso. La tortuga y yo andamos despacito, despacito por el mundo mientras el resto corre frenético a nuestro alrededor.
Para apoyar mi teoría en favor de la vida sin prisa, recurro a la paradoja del filósofo Zenón de Elea, quien cuenta que Aquiles, el corredor más veloz de la antigüedad es retado a competir por una tortuga. Como Aquiles corre diez veces más rápido que la tortuga, le da a esta una ventaja de diez kilómetros. De acuerdo al razonamiento de Zenón, cuando Aquiles haya recorrido los diez kilómetros que lo separan de la tortuga, esta ya habría recorrido un kilómetro. Cuando Aquiles haya recorrido ese kilómetro, la tortuga habrá recorrido cien metros más. Cuando Aquiles haya recorrido esos cien metros, la tortuga habrá recorrido otros diez metros adelante. Y así sucesiva e infinitamente, por lo que Aquiles nunca alcanzará a la tortuga... ni a mí que voy al lado de ella.
En medio de mis reflexiones que más de uno puede considerar disparatadas, me vengo a enterar que no estoy sola en la opción por la vida sin apuros. Ya existe todo un movimiento antiprisas que nace en contrapartida de la vida rápida, comida rápida, muerte rápida. Incluso hay un nuevo concepto urbano de slow cities (ciudades lentas) en el que hay más espacio para pasear, más zonas verdes, menos vallas publicitarias, nada de letreros de neón y se puede circular sólo hasta 20 kilómetros por hora.
El movimiento, que nació en Italia, propugna un cambio de actitud que incluye slow schools (colegios lentos) que aboguen por una enseñanza sin competitividad, sin masificar, y con tiempo de sobra para el aprendizaje.
Una clase no puede acabar con el sonido de un timbre, sin importar que los alumnos necesiten más tiempo para comprender un tema. También está considerado el slow sex (sexo lento), slow food (comida lenta) y sabrosa para deleitarse y disfrutar. Más de treinta ciudades italianas ya adoptaron la vida tranquila, en la cual los comercios no abren los jueves ni los sábados, los automóviles no circulan por las calles principales, la gente en su mayoría anda en bicicleta, y va en aumento la visita de los turistas que buscan desestresarse.
Me gusta lento este movimiento. ¿Y a vos?
Para apoyar mi teoría en favor de la vida sin prisa, recurro a la paradoja del filósofo Zenón de Elea, quien cuenta que Aquiles, el corredor más veloz de la antigüedad es retado a competir por una tortuga. Como Aquiles corre diez veces más rápido que la tortuga, le da a esta una ventaja de diez kilómetros. De acuerdo al razonamiento de Zenón, cuando Aquiles haya recorrido los diez kilómetros que lo separan de la tortuga, esta ya habría recorrido un kilómetro. Cuando Aquiles haya recorrido ese kilómetro, la tortuga habrá recorrido cien metros más. Cuando Aquiles haya recorrido esos cien metros, la tortuga habrá recorrido otros diez metros adelante. Y así sucesiva e infinitamente, por lo que Aquiles nunca alcanzará a la tortuga... ni a mí que voy al lado de ella.
En medio de mis reflexiones que más de uno puede considerar disparatadas, me vengo a enterar que no estoy sola en la opción por la vida sin apuros. Ya existe todo un movimiento antiprisas que nace en contrapartida de la vida rápida, comida rápida, muerte rápida. Incluso hay un nuevo concepto urbano de slow cities (ciudades lentas) en el que hay más espacio para pasear, más zonas verdes, menos vallas publicitarias, nada de letreros de neón y se puede circular sólo hasta 20 kilómetros por hora.
El movimiento, que nació en Italia, propugna un cambio de actitud que incluye slow schools (colegios lentos) que aboguen por una enseñanza sin competitividad, sin masificar, y con tiempo de sobra para el aprendizaje.
Una clase no puede acabar con el sonido de un timbre, sin importar que los alumnos necesiten más tiempo para comprender un tema. También está considerado el slow sex (sexo lento), slow food (comida lenta) y sabrosa para deleitarse y disfrutar. Más de treinta ciudades italianas ya adoptaron la vida tranquila, en la cual los comercios no abren los jueves ni los sábados, los automóviles no circulan por las calles principales, la gente en su mayoría anda en bicicleta, y va en aumento la visita de los turistas que buscan desestresarse.
Me gusta lento este movimiento. ¿Y a vos?