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Manuscritos, fotografías, enseres, muebles de antaño y pequeños objetos de otra época que dicen mucho... El acervo patrimonial de la Casa Riveros, ubicada en la calle Mompox 175, un sitio declarado de interés histórico y convertido en museo del barrio Ricardo Brugada desde el 2000, es modesto, pero muy significativo.
Un frondoso mango custodia la fachada y los barrotes del portoncito sirven para el laberíntico recorrido de una solterona a modo de “jardín vertical”. La lecherada del patio tiene incrustaciones de tapitas y otros utensilios artísticamente distribuidos en mosaicos de reciclado.
La silueta de una bicicleta contra la blanca pared de marcado zócalo marrón, junto a una pequeña ventana de tablas, completa un cuadro vintage de arte naíf.
Fue humilde morada de don Sandalio Riveros, personaje de la Chacarita, fundador y primer presidente del Club Resistencia, en vísperas de cumplir 100 años.
La entidad social y deportiva surgió el 5 de abril de 1915 como Club Criollo, muy pequeño, según el acta de creación.
Pero el 17 de diciembre de 1917, los socios deciden convertirlo en el Resistencia Sport Club (RSC). Un hecho que deja notar cómo don Sandalio Riveros y sus amigos estaban inmersos en el contexto internacional y eran ciudadanos muy bien informados. El nuevo nombre, precisamente, hace honor a la caída de los zares durante la Revolución rusa de 1917. Solapadamente, los miembros del club acompañaban todo ese proceso tan lejano en el orbe. Al parecer, solo un reducido grupo sabía que las siglas del RSC, en realidad, significaban Resistencia Social Comunista. Entonces, el club deportivo ya estaba afiliado a la Liga Paraguaya de Fútbol y la Federación Paraguaya de Volleyball.
El personaje
Sandalio Riveros nació el 3 de setiembre de 1891, día de San Sandalio –nombre que quedó en desuso–, pero su partida de nacimiento data de 1917. Le expidieron a los efectos del servicio militar, como ocurría en esa época.
Pasó toda su vida en la casita junto con su mamá y sus seis hijos. Cuentan los familiares que Bernardina Riveros, la madre de Sandalio, era descendiente directa de los payaguá que habitaron desde siempre la zona ribereña de Asunción. “Según me lo contó mi mamá, ella –mi bisabuela Bernardina– se ocupaba de mantener el fuego. Todavía se mantenía en aquella época la tradición de custodiar el fuego para que no se apagara”, relata Alberto Riveros, nieto de Sandalio, quien custodia el museo como la joya del barrio.
Con sus tapias hechas con estaqueos de caranday y tacuaras, revestidas en rojo barro y pintadas a la cal, la casa museo está incluida en el catálogo de Edificios y Sitios Históricos de la ciudad de Asunción, por ordenanza n.° 35/96. Tiene dos “cómodos”, dos piezas que actualmente fungen de pequeño museo gracias a que don Sandalio siempre fue muy metódico y ha conservado muchos documentos de su época.
El solar, además, es un punto de reunión gracias a su tupida arboleda, que los vecinos utilizan para celebraciones de cumpleaños, bautismos, algún acontecimiento familiar o fiestas de fin de año. Bajo especies nativas, se extiende un surtido jardín entre cuyas matas no es difícil encontrar sapos y caracoles. Las aves utilizan las copas como refugio y los insectos merodean libremente entre el follaje.
Sandalio Riveros era un autodidacta y para la época en la que vivió, y por su condición social, se destacó porque tenía “el vicio de la lectura”. Era un personaje muy leído, caracterizado por su cultura, por haberse cultivado a nivel intelectual, lo cual lo ubicaba en una posición de destaque para su tiempo. Un documento que data de 1911 testifica que la entidad rectora de la educación de entonces lo designa como “maestro de grado” para comenzar a dar clases.
Vida personal y laboral
Con seguridad, la casita tendría más de 100 años. Lo testifican también otros documentos originales del museo. Uno, fechado el 28 de agosto de 1920, menciona: “Recibí del señor Sandalio Riveros la suma de 1.800 pesos moneda nacional de curso legal, suma en que le vendí una casa, compuesto su techado de 20 chapas de zinc de 12 pies de largo, situada en esta Capital en la calle Mómpox y Lomas Valentinas. Asunción agosto, 28 de 1920. Firmado: Rudecindo Palacios”.
Sandalio era una persona de alta ética. Escritos de otras personas hablan del respeto que inspiraba, inclusive de sus superiores a nivel de trabajo y desempeño.
Con membrete de la Ferretería Universal SA, una carta fechada en noviembre de 1928 lo expresa: “Sr. Sandalio Riveros, Ciudad, Sebastián Gaboto y Mómpox. Estimado Sr. Riveros recibí su carta del 4 del corriente. Lamento que no se haya incomodado en venir hasta mi casa para comunicarle el motivo de mi llamado. Ud. sabe que nunca me he quejado de su trabajo. Muy al contrario, y si Ud. salió de la ferretería fue porque la casa no pudo satisfacer sus pretensiones. Y hoy, debido a las grandes existencias y variado surtido que tendrá después de mi vuelta de Europa, podrá hacerlo y recordé de Ud. para jefe de la Sección Ferretería. Siento no poder contar con Ud. porque, como me dice en su carta, Ud. se encuentra bien. Le felicito porque he encontrado en Ud. una cualidad muy poco vulgar, el ser reconocido. Cuando Ud. quiera y en cualquier momento tiene Ud. un puesto disponible en mi casa. Sin otro particular le saluda: Afectuosamente. S.S.”.
Para entonces, él ya se encontraba trabajando para la Ferretería Alemana, según algunos papeles preparados para dicho comercio.
En su juventud, Sandalio Riveros trabajaba también en la Policía como secretario. Consta en un salvoconducto de 1912, cuando habría tenido 21 años, lo que podría aludir a su conscripción.
Como socio del Club Resistencia tenía entrada permanente a los duelos de la Liga Paraguaya de Fútbol y era invitado a brindar charlas de capacitación a afiliados, como conferencias sobre la “historia de la fundación del club, sus fines y objetos; los actos más resaltantes realizados por el club, sus luchas y sus triunfos”.
Aparte del acta de fundación del club, el carné de socio n.° 3, invitaciones y documentos personales que lo reflejan en cuerpo y alma, la casita de Sandalio alberga papeles que cuentan una historia de buena vecindad y vivencia barrial.
Escrito a mano en ambas carillas, el acta rubrica la primera reunión de la comisión vecinal del barrio. Sandalio fue elegido presidente en reemplazo de quien hasta ese momento cumplía ese rol: el comisario de la Chacarita. “Esta reunión fue concebida porque el raudal se estaba llevando la calle y resultaba necesario construir un muro de contención para llevar el torrente hacia la zanja. El dorso del escrito tiene un montón de firmas de la gente que vivía en esa época en el barrio. Hoy en día viene la gente y encuentra la firma de su abuelo o bisabuelo”, comenta Alberto Riveros.
Otra nota importante para el vecindario, entregada al entonces intendente Víctor A. Pane (1946), dice: “Sr. Intendente Municipal, Don Víctor A. Pane. Por la presente nos es muy grato comunicar que, de acuerdo a las indicaciones recibidas de esa intendencia, y en una reunión efectuada ayer por los vecinos del barrio, comprendidos en la calle Mómpox, y bajo la presidencia del Comisario de la Chacarita, señor Antonio Gill, se ha constituido, según esta libreta, una comisión con la denominación de Comisión de Vecinos de la Calle Mómpox con las siguientes personas: Presidente: don Sandalio Riveros; Secretario: Albor Cáceres; Tesorero: Ceferino Vidallet; Intendente: Francisco Arzamendia; Vocal: Víctor Herny Ríos; Suplente: Carlos Antonio Bogarín. Esta comisión está encargada de colaborar con la Intendencia Municipal en los trabajos a realizarse en la mencionada calle. Por tanto, desde este momento, la comisión se pone a las órdenes de los funcionarios de la intendencia que tendrán a su cargo dicho trabajo. Con este motivo, nos complacemos en saludar al Sr. Intendente con nuestra mayor consideración: Albor Cáceres, Secretario – Sandalio Riveros, Presidente”.
Completado el muro de contención –la calle todavía era de tierra–, cuatro meses después, tiempo que habrá durado la construcción, la comisión vecinal presentó otra misiva para pedir cuatro focos para la calle. Arreglada la calle, querían ya iluminación.
Casa de bohemia
La casita del barrio está llena de aires bohemios. En la pared resalta una canción escrita en guaraní y castellano, renglón a renglón, por el hermano de Sandalio, Herib Cuenca Riveros. “Era un hombre que tuvo cierto renombre en Buenos Aires como boxeador. Él era el hermano por el lado de Bernardina, pero no del padre. También vivía aquí en la casa. Era tan bohemio que hacía este tipo de poemas que tiene un renglón en guaraní y otro en castellano. No es traducción, combina los dos idiomas. Es una forma de escribir poemas en el Paraguay que se va perdiendo, pero los puristas aún la mantienen”, destaca Alberto Riveros.
Herib era el responsable de que en la casa de Sandalio acudieran y se reunieran figuras como José Asunción Flores y Emiliano R. Fernandez. “Eran los cuates”.
Además, Bernardina, la mamá del dueño de casa, le lavaba la ropa a la familia de Emiliano, que poseía una situación económica un tanto mejor. Se llamaba Bernarda, lo que, en muchas ocasiones, tal vez, generara confusión con Bernardina.
A casi un siglo, la casita no ha perdido su encanto de antaño. Es un museo, pero vivo, en el que el arte vive y se renueva cada día. Alberto Riveros, nieto de Sandalio, es compositor, músico y un verdadero artista, aunque por su humildad prefiere mantenerse en el anonimato y hablar en tercera persona.
-¿Y estos dibujos en los pisos?
-Ah, esos no son antiguos. Las pinturas son nuevas. Son obra de otra persona. Son del nieto, el encargado del mantenimiento del trabajo del museo: Alberto Riveros.
Todo reciclado. El patio posterior de la casa es un anfiteatro entre la arboleda y el jardín. Se tata de un espacio reunitivo para los vecinos. Al lado, aparece otra de las salas con obras de arte actuales de Alberto Riveros. Un curioso banco de elementos reciclados conforma un rincón romántico y parte de los pisos del exterior de la vivienda son baldosas con incrustaciones de objetos reciclados. En la casa funcionó durante un tiempo una pequeña baldosería que también perteneció a Sandalio Riveros.
Fotos: ABC Color/Silvio Rojas/Javier Cristaldo.