LA CANASTA MECÁNICA

En el enamoramiento se idealiza el objeto amado, y quien se enamora rompe con su yo narcisista proyectando su ser en el otro. El objeto amado se convierte así en la salvación, aunque en muchos casos, en la peor enfermedad. Bachrach, biólogo investigador de la Universidad de Harvard, dice que el cerebro enamorado tiene ciertas similitudes a cuando está mentalmente enfermo o bajo los efectos de una potente droga.

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La psicóloga Dorothy Tennov definió el estado de enamoramiento con el término inglés limerence, que para nosotros vendría a ser metejón. Esa mezcla de sentimiento amoroso con desesperación, intrusiones mentales, obsesión, entusiasmo febril, dependencia emocional y necesidad de ser correspondido. La psicóloga era maestra de adolescentes y se dio cuenta de que varios de sus alumnos estudiosos de pronto se volvían descuidados y andaban con la mirada ausente. Cuando empezó a investigar, descubrió que estaban enamorados. El resultado de sus estudios los publicó en el libro Love and Limerence: The Experience of Being in Love.

Hasta hace unos años el matrimonio era un importante objetivo de la sociedad. Ahora se esparció la idea de que la gente tiene derecho a tener vidas afectivas plenas a lo largo de su existencia. El indicador que utilizamos para medir la vigencia de la pareja ya no es el afecto o el amor, sino el enamoramiento. Y la gran mayoría desconoce lo que realmente significa amar a la pareja. Se confunde el romance que suele ser efímero con el vínculo que necesita ser construido.

Esta manera de abordar el amor como placer momentáneo, como loco apasionamiento, hace más vulnerables a las frustraciones y crisis a los miembros de una pareja; la rutina desgasta el amor, relega el perdón y todos los sentimientos que forman parte de un lazo. Con el enamoramiento como objetivo de la vida de pareja, se perfila una sociedad insaciable en la constante necesidad de vivir experiencias límites como la exaltación y búsqueda del romance inicial.

La diferencia entre limerence y vínculo amoroso es simple. Limerence o estado de euforia romántica funciona sola: no hay que hacer nada, solo dejarse llevar por las promesas del amor eterno. En cambio, el vínculo amoroso necesita cuidados y esfuerzos constantes, que suelen relegarse en medio de las preocupaciones y el cansancio diarios. Esto hace que el nexo se vaya transformando en afecto, que es perfecto para los hijos y para los amigos, pero no funciona para la pareja, que necesita mantener vivo el vínculo amoroso. Los expertos dicen que es posible recuperar la conexión emocional y el contacto físico si es que existe verdadero interés por mantener la unión. Volver a escuchar con entera atención a la pareja no simplemente oírla, interesarse de corazón en la otra persona, activar la generosidad del tiempo compartido, retomar el placer del contacto físico, las caricias, los abrazos, las miradas. Y acudir al sentido del humor y a la risa, fuente de alegría, cómplice y gratuita.

carlafabri@abc.com.py

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