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Es el tiempo de las técnicas de reproducción masiva que genera lo descartable. La tendencia es el outlet que le da sentido a lo barato, a lo transitorio, a la distracción. La felicidad consumista que produce el Black Friday. El recurso del outsider en el partido político. Outsider es un extraño, alguien que no tiene pertenencia partidaria, un candidato alternativo en política. Suele ser un personaje exitoso en su actividad profesional, ya sea empresario, periodista, deportista, celebrity, modelo, cantante, artista, etc., con cierta proyección mediática y social, lo que despierta el interés de los partidos políticos que proponen su candidatura para convencer al electorado.
Existen outsiders falsos, outsiders auténticos, duros. Para ser considerado un auténtico outsider es requisito emerger por fuera del sistema de los partidos políticos tradicionales, sostener un discurso antipartido, actitud de rechazo hacia la clase política y no aceptar las reglas de juego convencionales. A veces ocurre que un outsider duro, muy antisistema en sus inicios, se adapta pronto a las circunstancias, forma su propio partido, se presenta a elecciones y empieza a imitar las prácticas partidistas que antes denunciaba. También está el insider que aparenta ser outsider. Alguien que pertenece al sistema establecido, invierte mucho dinero en su campaña, representa al gremio de los millonarios y como si fuera un redentor promete acabar con la pobreza. La necesidad de recurrir a outsiders nace del descontento y la desconfianza hacia los políticos de militancia, a quienes se percibe alejados de las necesidades de la ciudadanía desengañada de los abusos y la corruptela pública.
Carina Perelli plantea cinco elementos necesarios para que un outsider acceda al poder: 1. Crisis del partido por falta de representatividad ciudadana. 2. Desconfianza en el viejo liderazgo. 3. Necesidad de un mensaje de esperanza. 4. Existencia de una persona dispuesta a encarnar un liderazgo a través de una amplia cobertura de los medios de comunicación masivos. 5. Propuestas de acción vagas que implican la realización de una actividad simbólica tendiente a tener en cuenta los intereses populares, es decir, una política pragmática fuera de marcos o principios estrechos.
Estos extraños no son todopoderosos ni invencibles, no deberían surgir como soluciones mágicas con la única intención de ganar elecciones; porque si no poseen las virtudes requeridas para gobernar (honestidad, sabiduría, mesura, justicia, capacidad para administrar recursos y problemas), pueden creerse la película del poder y cometer errores disparatados que aprovecharán sus contrincantes para fraguarle un juicio político exprés, siempre inoportuno para el país, desde cualquier punto de vista.
La experiencia muestra que los outsiders pueden ser aventuras desesperadas que no remedian las dificultades sociales, detienen el proceso y posponen la solución. Aunque representen el hartazgo de las falsas promesas y el descontento colectivo, quizás solo son la respuesta del marketing político que apenas sirve de amortiguador circunstancial.
carlafabri@abc.com.py