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Involucrar a los hombres como defensores y agentes de cambio para hacer tangible el derecho de las mujeres y lograr un mundo igualitario es la propuesta de Oswaldo Montoya (50), experto internacional en masculinidades y líder de MenEngage, la alianza de oenegé más grande del mundo que trabaja con hombres y niños en la promoción de la igualdad.
Montoya, máster en Sicología Educativa y Desarrollo, casado y “afortunado padre de dos adolescentes”, fue invitado por el Movimiento Global de Solidaridad por la Igualdad de Género HeForShe, llevado adelante por ONU Mujeres y el Comité Impulsor #ÉlPorElla en el Paraguay.
No tan nueva
Las nuevas masculinidades, realmente, no son tan nuevas, en el sentido de que siempre ha habido otras maneras de ser hombre, de dividir la identidad de género masculino. Se refiere, esencialmente, a vivir el ser hombre no desde el poder sobre otras personas, la noción de superioridad y el control sobre otros, sino desde el poder con las otras personas. “Es sentirse uno igual en relación con los demás sin tratar de demostrar algún tipo de supremacía y, también, reconociendo diversas maneras de ser hombre. No hay una sola manera, y todas las que se puedan manifestar son válidas, siempre y cuando uno se rija por ciertos principios éticos respecto a los derechos humanos de los demás y los nuestros”, explica.
Esta relación de poder no se da solamente sobre las mujeres, sino también sobre otros hombres. El modelo patriarcal machista establece una jerarquía en la que el hombre heterosexual con capacidad económica y nivel educativo altos, físicamente fuerte, se coloca en el centro frente a otro ante el cual se siente superior: el campesino, indígena, gay, etcétera, y establece una relación de jerarquía opresiva que no da lugar a una relación de reciprocidad, solidaridad y apoyo mutuo. “Yo vengo de Nicaragua, que, al igual que el Paraguay, sufrió de dictaduras muy machistas. Nosotros sufrimos el daño de esa presión machista desde el poder político, en el hogar con los niños, la familia”.
Cuando Montoya se involucró en estas luchas sociales por transformar esos sistemas dictatoriales y crear una sociedad más justa, democrática, notó que, paradójicamente, a pesar de estar comprometidos en esos esfuerzos, en esos mismos espacios, movimientos sociales y políticos, también, se reproducía el machismo.
Y cuando las mujeres dijeron: “Aquí también hay un problema de injusticia que estamos obviando. Solo estamos atendiendo la lucha de clases, pero no la de género, por ser mujer”, confiesa que, como hombre, le tocó. “Es decir, las mujeres nos facilitaron a los hombres comenzar a reflexionar sobre qué rol desempeñamos. Me invitaron a trabajar con organizaciones de mujeres en la conformación de un programa de masculinidad para comenzar a reflexionar cómo hemos sido educados los hombres en una sociedad machista. Y, entonces, fue que me quedé prendido con el tema”, refiere.
Machismo
“A propósito del tema del machismo, la mujer es la culpable?”, inquirimos. “En Latinoamérica , especialmente, siempre hemos escuchado que se culpa a la mujer por incentivar el machismo. Hasta en las interpretaciones bíblicas se culpa a Eva de que hayamos perdido el paraíso. Y no es así. Considero que el machismo es una responsabilidad mutua. Creo que hombres y mujeres construimos esta cultura y tenemos la responsabilidad de transformarla. Si vamos a hablar de culpa, es compartida”, afirma.
Montoya, incluso, va más allá. Asegura que los hombres tienen más responsabilidad, porque han dominado la sociedad, ocupado la mayoría de las esferas de dirección, posición, espacios de poder y aun en la familia, en la que se considera que la mujer ocupa una posición más preponderante, la ausencia del hombre en la crianza de los hijos es un mensaje. “El padre que no se involucra en la educación está enviando un mensaje de que ser hombre es ser irresponsable. Esa también es una forma de inculcar machismo por omisión”.
Hasta ahora, su propuesta ha tenido una buena aceptación, quizá porque se ha estado reuniendo con sectores que trabajan por transformar la cultura machista y promover la igualdad de género y las nuevas formas de ser hombre. “Lo que encuentro es un deseo de tener nuevos elementos, herramientas, estrategias de cómo hacer este trabajo. Claro que también aparecen hombres que cuestionan por qué se les está dando tantas ventajas a las mujeres y que se están quedando atrás. O sienten que ese enfoque de equidad de género es muy duro y confrontativo contra ellos”, resalta.
Por lo tanto, estos encuentros son muy oportunos para aclarar algunos puntos, en los que a veces ha habido errores de abordaje, como, por ejemplo, es un error tanto la tendencia de culpar a las mujeres, como el discurso de culpar a los hombres por todo. Porque también estos se sienten afectados al ver tantos indicadores que demuestran que todavía hay dominación y privilegios masculinos, así como cuando se dice que una de cada tres mujeres sufre violencia por parte de un hombre a nivel mundial y que el lugar más peligroso para la mujer es el hogar por culpa de un hombre. “Son conversaciones difíciles, pero que tenemos que escucharlas, entenderlas y, en vez de ponernos a la defensiva, mirar cuál es nuestra parte de responsabilidad y que esto se debe transformar”, subraya.
El experto considera que la solución no es reemplazar el modelo machista por uno igualitario con determinados estándares, porque no se estaría respetando el libre albedrío del ser humano de decidir. “Para mí, el modelo de hombre es dejar de preocuparnos por nuestra identidad masculina y darnos cuenta de que nuestra identidad primaria es la de seres humanos; lo de ser hombre o mujer debería ser secundario, y aunque hay diferencias físicas con las mujeres, tenemos más cosas en común. Somos más parecidos que diferentes, y estas últimas no deberían ser excusas para privilegios o superioridad”, expresa.
Si tuviera que hablar de un modelo ideal, este debería ser reclamar la humanidad masculina. Los hombres también tienen derechos a todas esas cualidades consideradas femeninas, como la ternura, el servicio a los demás, el cuidado, la colaboración, la vulnerabilidad. “Que también las tenemos los hombres —y a las cuales tenemos derecho— y no debemos sentirnos amenazados, sino integrar dimensiones masculinas y femeninas”, puntualiza.
Fundamentalmente, considera que el hombre debería sentirse orgulloso de esas cualidades que le han tratado de reprimir desde su niñez, como el mandato de que los hombres no lloran o, si alguien molesta, responder con golpes. Todo esto se puede desaprender y desarrollar un concepto de equidad, de cuidado de sí mismo y los demás. “Y dejar esa obsesión por demostrar que soy hombre. Soy un ser humano con disposición a relacionarme con los demás en el marco del respeto de la reciprocidad, solidaridad, valores humanos y éticos que no son nuevos, sino distorsionados por el machismo”, resalta.
Antes de concluir, Montoya invita a reflexionar a los hombres acerca de cómo están conduciendo su vida y preguntar a las mujeres del entorno qué no están haciendo bien, en qué pueden mejorar, y tener la valentía de escuchar y no responder inmediatamente a la defensiva. También, insta a no quedarse callado ante hechos de injusticia de discriminación y violencia contra las mujeres. “Hablar, porque si nos quedamos callados, somos cómplices. Y necesitamos unirnos al esfuerzo mundial que hay de lucha por la no discriminación y respeto por la integridad de las mujeres”.
#ÉlPorElla
#HeForShe, #ÉlPorElla en castellano, es una movilización inédita a nivel mundial cuyo objetivo principal es generar conciencia en el papel de los hombres de todas las edades como defensores y agentes de cambio para hacer realidad los derechos de las mujeres y niñas, y lograr así un mundo igualitario. El movimiento es llevado adelante en el Paraguay desde el 2015, a través del liderazgo del Comité Nacional Impulsor, integrado por prestigiosas empresas, universidades, organizaciones de la sociedad civil e instituciones públicas.
mpalacios@abc.com.py
Fotos ABC Color/Juan Ramón Ávila/Agencia.