Imagen de fe

Erigida a un poco más de 50 km de Asunción, en la ciudad de Caacupé, la imagen tallada de la Virgen de los Milagros de Caacupé está marcada por relatos y leyendas que guardan un mismo hilo conductor: la resolución de lo imposible a través de la oración y la fe. A dos días de conmemorarse una celebración más —el 8 de diciembre—, un recorrido por su historia es testimonio de la evangelización católica de la Cordillera que ha trascendido todo el territorio paraguayo.

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En la historia de la Virgen de los Milagros de Caacupé se entrecruza, entre la leyenda y los relatos populares, una cultura oral que ha sabido sobrevivir al paso del tiempo. A diferencia de otras advocaciones de la Virgen, esta no ha hecho ninguna aparición; es una imagen tallada en madera por un artista guaraní, a la que se le atribuyen hechos milagrosos desde su mismo origen.

La versión que se oye en estos tiempos es que corría el año 1600 cuando los padres franciscanos llegaron a los alrededores de la ciudad de Tobatí para evangelizar y difundir la imagen de la Inmaculada Concepción a los indígenas de la región.

Cierto día, un indiecito guaraní, perteneciente a la misión, fue a buscar árboles para sus tallas en madera y se vio acorralado por un grupo de indios mbayanes que pretendían matarlo, ya que eran enemigos de los guaraníes y se dedicaban a la cacería de humanos. El indiecito, desesperado, se escondió detrás de un árbol. Fue en ese momento en el que recordó a la Inmaculada Concepción y, rezando, le prometió a la Virgen que si lo libraba de sus enemigos, le tallaría una imagen a partir del tronco que lo había protegido.

Los perseguidores pasaron delante del árbol y milagrosamente no lo vieron, ya que el indiecito se volvió invisible a los cazadores que pasaban por el lugar. Es así como se produce el primer milagro de Nuestra Señora.

El indígena cumplió su promesa, pues no olvidaría jamás el milagro que salvó su vida. Volvió al bosque en busca del árbol que le sirvió de cobijo y, recordando los relatos de los padres franciscanos, talló dos imágenes: la más grande fue destinada a la comunidad de la iglesia de Tobatí y la más pequeña para su devoción personal.

Los milagros y el azar hicieron que la imagen más chica fuese la que hoy se venera en el Santuario de Caacupé.

Peregrina

Antes de asentarse definitivamente en Caacupé, la sagrada imagen tuvo un largo peregrinaje, desconocido en su mayor parte. Lo más seguro es que no haya salido del área comprendida entre las ciudades de Tobatí, Atyrá, Caacupé y el lago Ypacaraí. Años después, la gran inundación que creó el lago de Ypacaraí amenazaba con destruir los poblados cercanos. Los frailes franciscanos, acompañados de los habitantes de la región, organizaron rogativas, pidiendo la tranquilidad de las aguas. El padre Luis de Bolaños bendijo las aguas y, como cada año, estas retrocedieron hasta sus límites actuales. Pero en esta ocasión apareció flotando la imagen de la Virgen, que los misioneros dijeron que era la de la misión de Tobatí, la misma que el indio desconocido tallara años atrás. Desde entonces, el pueblo la llamó la Virgen de los Milagros.

En ese sentido, muchos son los milagros que le atribuyen a la Virgen de Caacupé, a quien los devotos acuden en momentos desesperados y siempre hallan respuestas.

Feligreses de diferentes puntos del país acuden a Caacupé a cumplir una promesa o pedirle su bendición a la milagrosa.

La imagen atrae, año tras año, a miles de fieles y hace que, dentro de la fe católica, sea el único sitio que atrae al mayor número de visitantes.

La basílica

Mons. Claudio Catalino Giménez, obispo de la diócesis de Caacupé, donde es venerada la Virgen, comenta que el lema de las festividades de este año es “Misericordiosos como el Padre”. Según el religioso, se dará énfasis en la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas.

Durante los varios decenios, la imagen ha estado en Caacupé; se le han atribuido, entre otras cosas, haber salvado innumerables vidas y también haber concedido favores. El 4 de abril pasado se cumplieron 70 años desde que el arzobispo Juan Sinforiano Bogarín bendijo la piedra fundamental para la construcción de la hoy monumental Basílica Santuario Nacional de la Virgen de los Milagros de Caacupé.

El proyecto original fue diseñado por el arquitecto Miguel Ángel Alfaro, pero con el tiempo sufrió cambios arquitectónicos que modificaron radicalmente su aspecto. Luego de algún tiempo, las obras quedaron estancadas por falta de fondos, pero en 1960 ocurrió un milagro: el señor Pangrazio Martínez Cantero donó el 50 % del premio mayor de la lotería (G. 2.375.000) y posibilitó el reinicio de las obras.

Pocos años después, con la designación de monseñor Demetrio Aquino como obispo diocesano, se impulsó con fuerza la prosecución de obras. Fue bendecida por el papa Juan Pablo II, el 18 de mayo de 1988.

La Santa Sede, con un decreto, nombró basílica menor al Santuario Nacional Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, el 15 de julio de este año, decreto entregado por el propio papa Francisco en su visita a Caacupé.

Al amparo de la fe mariana

Caacupé es una ciudad que creció bajo el amparo de la fe de todo un pueblo hacia la Virgen de los Milagros de Caacupé. La capital espiritual de la República tiene una gran riqueza; por ejemplo, el 4 de abril de 1770 se inició la construcción del primer santuario dedicado oficialmente a la Inmaculada Concepción, fecha que marcó un hito en la historia caacupeña.

La primera población de esta localidad se originó en los años 1600, con la llegada del indio José, quien se instaló con su familia en esos valles, con la seguridad de que la Virgen siempre lo protegería.

Construyó una humilde capilla y esta, a su vez, como un imán, atraía pobladores en su entorno, constituyéndose un poblado conocido primeramente como los ytuenses.

En 1765, la zona ya era conocida como el valle de Caacupé, costumbre que iba arraigando por el significado de Caacupé (en castellano: “detrás del monte”).

Más tarde, el valle de Caacupé fue establecido por el gobernador Carlos Morphi —caballero irlandés al servicio de la Corona de España— como centro religioso y lugar de peregrinaciones.

El documento oficial refrendado por Morphi desapareció del Archivo Nacional, sustraído por las tropas brasileñas durante la Guerra de la Triple Alianza.

Ante la incertidumbre sobre la fecha de fundación, por resolución de la junta municipal del 30 de enero de 1987, se estableció el 4 de abril para la conmemoración.

El 7 de octubre de 1848, el Gobierno de Carlos Antonio López estableció la división y separación de Caacupé, que formaba una sola circunscripción con Tobatí y Arroyos y Esteros, nombrando como primer jefe político y juez de paz a Juan Bautista Zaracho.

Con la instalación y elección de las primeras autoridades municipales, el 1 de setiembre de 1884 quedó oficialmente inaugurado el flamante municipio caacupeño, según datos recopilados por el historiador y escritor Pedro Artemio Ruiz.

Caacupé se ha convertido en un centro religioso por la gran cantidad de personas que visitan la basílica, en la que se encuentra la imagen de la Inmaculada Concepción, conocida como la Virgen de los Milagros. Cada año acuden a ella millares de peregrinos de todo el país para pagar sus promesas por algún milagro recibido o pedir favores.

Artesanos trabajan intensamente

Una gran cantidad de caacupeños se encuentran trabajando intensamente en la preparación de las réplicas de la Virgen de Caacupé, que actualmente son vestidas y peinadas como la imagen original. Además, crean pequeñas capillas, cuadros, colgantes o imanes. Los elementos más utilizados son las piedras de arroyo, botellas de plástico y focos en desuso. Aquí se pueden encontrar artículos desde G. 3000 a G. 250.000, dependiendo del tamaño y los materiales.

Pero las más vendidas y apreciadas son las imágenes de la milagrosa que vienen en diferentes tamaños, y ataviadas con sus vestimentas y ornamentos. Se pueden encontrar a partir de G. 5000 hasta G. 250.000. Vestir a la imagen y colocar sus cabellos lleva un promedio de dos a seis horas, dependiendo del tamaño.

Otro boom son los termos forrados en cuero, realizados por artesanos caacupeños, que tienen las fotos de la Virgen y del papa Francisco, desde G. 100.000 hasta G. 250.000.

Para los artesanos es un trabajo muy gratificante, porque se conoce a mucha gente y todos valoran mucho sus obras.

Actualmente, se encuentran creando nuevas obras que incluyan las fotos del papa Francisco, quien con su carisma se ha ganado el corazón de muchos católicos y no católicos.

En la capital espiritual hay mucha expectativa en torno a las festividades marianas, considerada la más importante del país.

Carlos Flores, quien tiene su puesto a un costado de la basílica, manifestó que las ventas ya han aumentado notablemente y esperan que sigan aumentando con el correr de los días.

desire.cabrera@abc.com.py

Fotos ABC Color/Carlos Roberto Shahtebek/Fernando Romero/Arcenio Acuña.

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