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Visitar Lima, capital de Perú, es convivir paisajísticamente con su remozado malecón, avenidas amplias y limpias, hoteles de cinco estrellas y alguno que otro shopping ultradotado de modernidad. Para quienes buscan un episodio más vivencial que recordar en su recorrido turístico por esas tierras, la opción más cercana es la visita a las huacas que se erigen en medio mismo del centro o yendo unos 40 km al sur de esta ciudad, para descubrir la huaca de Pachacamac. Huaca viene del quechua y es un término utilizado para designar a las sacralidades incaicas, según cuenta Felipe Guamán Poma de Ayala en 1616.
Existen más de 360 huacas en todo el Perú y ellas son vestigios del paso de la cultura inca por esta zona del continente. Específicamente, la de Pachacamac llama la atención por tres grandes secciones repartidas en un poco más de 30 ha de extensión. Todas las estructuras están construidas con adobe de diverso grosor. Uno de los atractivos principales de esas tres secciones es el Acllahuasi (ver foto grande en la página anterior), que simboliza la vida, la fertilidad y el nacimiento. También llamada Mamacona, es en ese lugar donde vivían las vírgenes que eran entregadas como ofrenda de paz a las autoridades de otras tribus o a los conquistadores que llegaban al lugar en busca de oro. También eran objeto de ofrenda a los dioses.
Convertida en centro cultural, la huaca de Pachacamac tiene otras dos secciones que destacan el culto al sol y el lugar de sacrificios y ofrendas. En la época de los 80 y 90, en pleno auge del grupo terrorista Sendero Luminoso, estos lugares eran invadidos y saqueados por los huaqueros o sintierras que se asentaron en gran parte del territorio considerado hoy como patrimonio cultural de la humanidad. De ahí que a pocos metros de los sitios restaurados se pueden ver los caseríos con su hacinamiento multicolor, que también forman parte del espectáculo paisajístico.
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