Hilos de la vida

Víctor Oviedo y Miguel Velázquez se conocieron en 1958, cuando el primero, de tan solo 12 años, ingresó como aprendiz en la sastrería en la que Velázquez trabajaba. Tras 58 años de amistad y compañeros de oficio, afirman que todavía les queda mucha tela por cortar.

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A media cuadra de avda. Eusebio Ayala y Gral. Aquino, semicubierta por las casillas ubicadas en la vereda, funciona una antigua sastrería que, actualmente, pertenece a Víctor Oviedo. Este vino de Ypané, en 1958, y entró como aprendiz de sastre con un amigo de su familia, don Gil Vicente Cuevas, quien tenía una tienda en la que comercializaba materiales para sastrería a pasos de allí. Él tomó bajo su mano protectora al pequeño y le enseñó todos los secretos de la confección. “Tuve que aprender un oficio porque mis padres me obligaron a trabajar. Yo quería bandidear”, confiesa.

En el negocio de Cuevas, Oviedo conoció al luqueño Miguel Velázquez —quien entonces ya era sastre— y pronto se hicieron amigos. Y Cuevas confió tanto en ellos que, en 1963, abrió la sastrería y los puso al frente. Así, Oviedo se especializó en chalecos y pantalones, mientras que Velázquez se dedicó a los sacos. “Y hasta hoy, Miguel, con 83 años, me ayuda con la confección de pantalones”, cuenta Oviedo.

Miguel Velázquez está casado desde 1963 con Epifania. “Tenemos seis hijos. Uno de ellos falleció”, dice. Ninguno de ellos heredó el oficio del padre. “Pero mi señora es modista”, aclara. Por su parte, Víctor Oviedo (69) se casó con Ana en 1969. De la unión nacieron cuatro hijos. “Todos son universitarios”, señala.

Luego de tantos años, las anécdotas no pueden faltar. Entre las más trascendentes está una de 1969, cuando vino a Asunción la Selección Brasileña de Fútbol —para jugar con su par paraguayo para las eliminatorias México 70, con su máxima estrella, Edson Arantes do Nascimento, “O rei Pelé” —, los amigos fueron contratados por Alberto Acosta Moreno, dueño del hotel Bonanza —situado cerca de la actual Terminal de Ómnibus— para cuidar de las habitaciones de los componentes del seleccionado. “El director técnico brasileño no quiso que hubiera mujeres, para que los jugadores no hicieran macanadas. Entonces, pidió personas de confianza para que fueran a cuidarlos”, refiere Oviedo.

A Oviedo le correspondió tener en orden la habitación de Pelé. Recuerda que el jugador tenía colgado en la pared, sobre la cabecera de su cama, un rosario de oro de 1,50 m. “Él me dijo que fue un regalo del papa”. Oviedo, a pedido de Pelé, le confeccionó un pantalón.

Así, también, recuerdan haber hecho los trajes de la Selección Paraguaya de Fútbol entre los años 1969 y 1970. “El portero Raimundo Aguilera, Juan Graciano González, Búfalo García y todos los jugadores de antes siguieron viniendo a mandar hacer sus trajes o pantalones”, destaca Miguel.

“Cuando don Cuevas, el propietario de la sastrería, falleció seguimos trabajando. Los antiguos clientes de nuestro patrón siguieron con nosotros. Somos los encargados ahora. Pero los tiempos han cambiado. Ahora, la gente casi no usa traje; opta más por los vaqueros”, indica Oviedo.

Velázquez expresa que, actualmente, la prenda que más confeccionan son pantalones tanto para caballeros como para damas, aunque también, pero menos, polleras y trajes sastre, así como reparaciones de estas prendas, pero no realizan zurcidos. Los clientes eligen las telas conforme a un muestrario que los sastres les ofrecen. “La diferencia, también, es que ahora los clientes ya no son exigentes como antes. Se conforman con cualquier cosa”. Oviedo agrega que, anteriormente, las terminaciones de las prendas se realizaban a mano. “Pero para eso, ahora, hay muchas máquinas modernas”.

Afición al fútbol

Fanáticos del fútbol, los amigos sastres también trabajan para la Asociación Paraguaya de Fútbol, en partidos de primera. Velázquez se desempeña como controlador, cobrador o fiscalizador en la cancha de Guaraní. Oviedo entró hace cuatro años. “A mí me envían a cualquiera de la canchas. Por eso, todos los periodistas nos conocen”, señala y nombra a Arturo Rubín, Bruno Pont, entre otros. “Siempre nos encontramos con ellos”, y muestra su credencial.

¿Hasta cuándo quiere seguir en el taller? “Pienso seguir trabajando. ¿No lo ves a él? Sigue trabajando conmigo con sus 83 años”, contesta y señala a Velázquez, quien nos mira con una pícara sonrisa.

Tanto Oviedo como Velázquez aseguran que con tal de trabajar hubieran buscado cualquier oficio. “Los jóvenes de ahora no quieren trabajar. Cuando vienen, sus madres son las primeras en exigir que les paguemos. ¿Cómo les vamos a pagar a un aprendiz? ¿Y si corta mal una tela? Nosotros tenemos que reponerla”, dice Oviedo.

Además de amigos, ¿son compadres? “No, somos mucho más que eso: somos hermanos”, responde Velázquez.

mpalacios@abc.com.py

Fotos ABC Color/Celso Ríos/Gentileza.

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