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Todos los días, cuando aún duermen los primeros rayos del sol en el horizonte del sureste canadiense, Ronald Machaín arranca su jornada calentando el agua para el mate. “Hay hábitos que nunca se pierden”, justifica. De profesión ingeniero agrónomo y alumno de la Universidad Nacional de Asunción en su momento, Machaín siempre se sintió intrigado por los secretos de la industria de la viticultura.
“Siempre me interesó ese mundo y eso me motivó a ir a continuar mis estudios en Canadá. Al llegar y mientras me acomodaba al nuevo entorno, me involucré en otros estudios orientados hacia el urbanismo y la conservación de áreas verdes, hasta que finalmente ingresé a la Universidad de Laval, en Quebec, para terminar mis estudios de Agronomía”, explica Machaín.
Llegar a una región canadiense bien conocida por sus viñedos motivó aún más el interés del joven paraguayo en el arte de la producción del vino, y es por ello que no perdió tiempo en buscar cursos en Francia y España con la intención de conocer a fondo las técnicas para el manejo de la uva, el tallado y el comportamiento particular de cada cepaje. “Hay demasiadas circunstancias que pueden afectar a cada cepa en particular, desde la temperatura de ambiente hasta la intensidad de la luz del sol”, menciona el profesional, que tuvo que superar numerosas pruebas de aptitudes antes de llegar al cargo que actualmente ocupa en la empresa Coteau Rougemont.
Al igual que otras sociedades muy desarrolladas, Canadá y, particularmente, la provincia de Quebec presentan el inconveniente de la escasez de personal técnico capacitado para trabajar en el campo. Por ello, la alta preparación de Machaín se destacó por encima de los otros postulantes para el cargo. “También hay que tener en cuenta que era requisito el buen manejo del francés, inglés y español, además de que yo traía encima todo el manejo de la parte agro y el aspecto productivo de un viñedo”, resalta el profesional, que actualmente ocupa el puesto de director de producción de las bodegas.
Si bien admite que podría trabajar menos, Machaín asegura que la pasión y la constante búsqueda de la perfección lo motivan a ser metódico al extremo. “No puedo ver que algo quede a mitad de hacer, tengo que terminarlo en el momento”, dice.
Con el sol reflejándose sobre el morado tornasolado de las uvas, Machaín acostumbra recorrer el viñedo para conversar con su personal de campo. “Me gusta mucho ser didáctico con ellos; entonces, normalmente hago una explicación en francés y luego en español. Ya tengo mis equipos de trabajo formados y cada uno sabe hacia dónde va, pero siempre hay cosas que agregar”, cuenta. “No tengo inconvenientes en arrodillarme para mostrarles cómo agarrar un racimo y cómo tallarlo. Es lo que me gusta hacer. Yo sé que una parte de mi jornada la voy a dedicar a mis empleados para que puedan comprender muy bien todo el proceso”, agrega.
Aromas, sabores y colores que le sean familiares, aspectos que para Machaín deben ser una constante en su producto. “Hay ciertos toques que a mí me gustan y están presentes en mis vinos. Creo que si el paraguayo probase este producto, se sentiría muy identificado. Son cosas que yo busqué mucho. Por ejemplo, me gusta hacer referencia a los típicos productos que se hacen con caña blanca y pequeños frutos del Chaco”, detalla el productor vinícola, que se decanta por los aromas frutales y florales.
Los recuerdos de infancia también juegan un papel preponderante en la elección personal del productor. “Cerca de mi casa había muchas plantas de jazmín del Paraguay y trato de que mis aromas, siempre que sea posible, tiren hacia esa frescura”.
Actualmente, Machaín se encuentra trabajando en la gama de los vinos secos, blancos, tintos y licorozos. También incursiona en vinos de cosechas tardías y en los populares vinos del tipo Ice wine, muy representativos en la provincia de Quebec.
Además, Machaín resalta la participación en la renombrada muestra Finger Lakes Wine Festival, en Nueva York, Estados Unidos, en donde su producción fue premiada con seis medallas.
En el complejo universo del bueno vino, en el que la pasión y el buen gusto hacen la diferencia a la hora del descorche, un profesional paraguayo deja presente los rastros y sabores de nuestra tierra en cubas canadienses.