Fuente de frescura

Itacurubí, sinónimo de agua y frescura, regada por el arroyo Yhaguy, es comparada en las canciones con el edén y expresada como motivo de recuerdos imborrables. Las imágenes que se pueden captar, a cualquier hora, les dan la razón a músicos y poetas.

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“Itacurubí jerére/sapy’ánte ahavove/Yhaguy rehe ama’eȇvo/tesay mante añohé/ñembyasy opave’yŷva/aretéma chembo ahóva/tetia’e ndarekovéiva/che reja guive che año”. 

(Fragmento de la canción Itacurubí jerére, con letra de Hermas Cáceres A. y música de Andrés Cuenca Saldívar).

En esta canción, la poetisa describe la tristeza de un amor que ya no es, pero que fue intensamente vivido a orillas del Yhaguy hace, seguramente, algunas décadas. La verdad es que la experiencia puede ser muy distinta para los visitantes de Itacurubí, la hermosa localidad del departamento de Cordillera, situada a unos 85 km al este de Asunción, y paso obligado de quienes viajan hacia el centro de la región oriental (Guairá y Caaguazú) y la frontera con Brasil (Alto Paraná).

El follaje y las aguas de sus arroyos no pueden sino dejar buenos recuerdos, pues es grato disfrutar de sus corrientes naturales en nuestros veranos cada vez más calurosos, admirar sus paisajes en los atardeceres y dejarse sorprender por algunos sitios que se esconden todavía en ciertos parajes más o menos cercanos, aunque poco accesibles.

Una de esas bellezas está en la compañía Minas Cue, un poblado situado sobre la ruta asfaltada Itacurubí-Valenzuela, a unos 3 km de la ruta 2 (desvío en el km 85). Se trata de una especie de rápido de unos 500 m en el cauce del Yhaguy. Es de difícil acceso, porque el borde del arroyo en ese lugar está sitiado por propiedades privadas. Para llegar hasta allí, hay que recorrer unos 1000 m desde la ya referida ruta a Valenzuela, por un camino vecinal en regular estado y pasar unas olerías que están a mitad de camino e ir hasta el final del sendero, desde el que ya se escucha el sonido rumoroso del agua que se desliza a gran velocidad sobre las rocas.

Lástima que no hay un acceso para todo público, aunque es posible llegar a través de propiedades privadas. En el mismo sitio hay restos de lo que alguna vez fue, posiblemente, algún molino de arroz u otros cereales que funcionaba con la fuerza de las aguas. Los lugareños relatan unas que otras historias al respecto. 

Quienes acceden a ese paradisiaco tramo escondido del Yhaguy pueden disfrutar de varias piscinas naturales formadas en las rocas, o recostarse contra la corriente para recibir sesiones de “masaje” a cuenta de la naturaleza. La escasa profundidad permite llevar a niños, pero existe el peligro de las rocas, por lo que el cuidado debe ser constante.

Otro sitio a descubrir –siempre a orillas del Yhaguy– está en la zona del antiguo parador situado en el km 84,5 (donde está el puente). Yendo de Asunción, a la derecha, hay un sendero que lleva a una serie de casas de verano, algunas muy vistosas en medio de arboledas y mucho silencio. Es para recorrerlo a pie. 

Itacurubí es mucho más que el Ita Coty, con su gruta y el puente Kacha, y más que sus canciones. Ciertamente, es un pueblo que se quedó en el tiempo, pero hasta ahora, por suerte, conserva un espíritu fiel a la naturaleza.

Texto y fotos jobenitez@abc.com.py

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