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Que Meghan Markle haya caminado sola al altar de la iglesia de San Jorge, del castillo de Windsor, seguida de los niños de honor, y subida a la nave para ser llevada al altar del brazo del príncipe Carlos, su suegro, no fue mera casualidad. Más que una decisión obligada por la ausencia de su padre, debido a una cirugía cardíaca, fue una clara expresión de sus convicciones de mujer independiente y feminista.
Pero ¿quién es esta actriz norteamericana que pretende revolucionar la monarquía británica? Hija de un matrimonio interracial –Thomas Markle, su padre, es blanco y Doria Ragland, afroamericana–, Meghan Markle nació el 4 de agosto de 1981, en el valle de San Fernando, Los Ángeles, California. Estudió en un exclusivo colegio católico femenino y, en el 2003, se graduó en estudios internacionales en la Universidad Northwestern, en Illinois, poco tiempo después de haber empezado una carrera en actuación.
Meghan estuvo casada con Trevor Engelson. Tras una relación de siete años, se casaron en el 2011. Pero este matrimonio solo duró dos años y terminó en divorcio. Los últimos años los ha pasado en Toronto, Canadá, donde se encontraba inmersa en el rodaje de la serie Suits, cuando conoció a Enrique en una cita a ciegas, en el 2016, por medio de una amiga en común mientras la actriz estuvo de paso en Londres y desde entonces no se separaron. En noviembre de 2017, él le propuso matrimonio.
Orgullosa de su feminismo
El pasado 19 de mayo, la pareja contrajo matrimonio en la capilla del castillo de Windsor y, con esto, un histórico capítulo se abrió en el libro de la familia real británica. La biografía de la última incorporación a la familia real británica, Meghan Markle, fue publicada en el sitio web oficial de la monarquía pocas horas después de la boda, con una sola cita: “Estoy orgullosa de ser mujer y feminista”. Para los expertos en la familia real, esto representó una declaración de intenciones y una clara manifestación del nuevo y moderno camino que la monarquía británica, de más de 1000 años de antigüedad, transita en aras de mantener su relevancia en un clima político volátil ejemplificado por el Brexit.
Luego del duro golpe que causó a la familia real la fría imagen que proyectó por la muerte de lady Diana, 20 años atrás, la monarquía parecía estar dando manotazos de ahogado por su supervivencia. Es así que la boda del príncipe Enrique con alguien completamente diferente, una mujer divorciada, actriz y feminista, significa mucho más que el final feliz de un cuento de hadas. Simboliza que la monarquía, como toda institución contemporánea, debe evolucionar para estar acorde con los tiempos en los que vivimos.
Activista
La boda de Enrique y Meghan también significa una unión entre la tradición y la modernidad, y un gran avance en las relaciones raciales. Meghan Markle, recién nombrada duquesa de Sussex, se ve como otro ejemplo de cómo la nueva integrante de la familia real se aleja de la habitual imagen anquilosada de la monarquía. Desde muy joven ya era consciente de los problemas sociales y participaba activamente en obras de caridad. A los 11 años llevó a cabo, con éxito, una campaña para que una empresa alterara su anuncio televisivo, que había usado un lenguaje sexista para vender un detergente líquido, tras escribir a la dirección y a la entonces primera dama Hillary Clinton. Se explica también que de los 13 a los 17 años y, también, posteriormente, realizó voluntariado en un banco de alimentos en Skid Row, Los Ángeles, lo que la ayudó a “formar su compromiso vital con las causas de la justicia social y el empoderamiento de las mujeres”.
Asimismo, mientras “rodaba en Toronto” (Canadá) hizo de voluntaria en otro banco de alimentos, del 2011 al 2013, y organizó un programa para que los restos de comida del plató se destinaran a indigentes y personas sin techo.
En el 2014, “su alteza real se involucró en la organización Young World”, que reúne a jóvenes líderes para buscar soluciones a problemas actuales, indica en la web. El perfil destaca que, en el 2015, se convirtió en la comisaria para la participación política y liderazgo de la mujer de las Naciones Unidas, y dio un discurso sobre igualdad de derechos el Día Internacional de la Mujer. En el 2016, Markle fue “embajadora global de World Vision”, una organización benéfica con la que viajó a Ruanda, para participar en una campaña a favor del agua potable y ayudar a los niños a continuar su educación. En el 2017 visitó la India con esta misma entidad y su experiencia la llevó a escribir un artículo para la revista Time, sobre el estigma del ciclo menstrual en las niñas y los obstáculos que supone para su educación.
En la web se indica que la Myna Mahila Foundation, con la que trabajó en el subcontinente asiático, es una de las organizaciones a las que se destinarán los donativos recibidos con motivo de su boda con Enrique. El portal explica que, a partir de ahora, la duquesa de Sussex combinará su participación en actos oficiales en apoyo de la reina Isabel II, en el Reino Unido y el extranjero, con su actividad en varias entidades benéficas.
Evidentemente, nuevos vientos soplan en Kensington, ya que, dentro de sus futuras acciones, la nueva duquesa de Sussex se enfocará, tal como lo venía haciendo, en su labor en favor de la igualdad de género y trabajo humanitario.
Él y ella
El novio, 33 años. A los 12 años sufrió el golpe de la muerte de su madre, Diana, un hecho que –según él– le llevó a vivir una juventud movida. Tras una década en las Fuerzas Armadas y dos despliegues en Afganistán, el príncipe ha sentado cabeza, y reparte su tiempo entre los compromisos oficiales y los Juegos Invictus, una competición para mutilados de guerra.
La novia, 36 años. Criada en Hollywood, Markle se licenció en Teatro y Relaciones Internacionales en la Universidad Northwestern estadounidense, cerca de Chicago. Se hizo un nombre como actriz encarnando a la abogada Rachel Zane en la serie de televisión Suits, entre el 2011 y 2017. También se dedicó a causas a favor de las mujeres. Estuvo casada dos años, hasta el 2013, con el productor de cine Trevor Engelson.
¿Quién es Doria Ragland?
Madre de la novia. Asistente social y profesora de yoga, de 60 años, con trenzas y un pendiente en la nariz, es “un espíritu libre”, en palabras de su hija Meghan. Conoció al padre de la novia cuando trabajaba como maquilladora de televisión. En el 2017 corrió la maratón de Los Ángeles. Para el gran día, vistió un traje verde manzana pastel con bordados en tono marfil, de Óscar de la Renta. El vestido mantuvo las mismas líneas sencillas que su hija, quien decantó por un Givenchy blanco inmaculado.
Con información de las agencias EFE y AFP.
Fotos: Agencias EFE y AFP.