Felipe Molas López

El doctor Felipe Molas López sucedió en el Gobierno al general Raimundo Rolón, cuando este fue derrocado, el 26 de febrero de 1949. Destacado odontólogo, el doctor Molas López fue un ciudadano de dilatada actividad política dentro de la Asociación Nacional Republicana.

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Durante el gobierno revolucionario del coronel Rafael Franco (1936-1937) ocupó la Intendencia Municipal de Asunción, teniendo a su cargo la terminación del Panteón Nacional, entre otras actividades.

Cuando asumió el Gobierno, su gabinete lo integró con Ramón Méndez Paiva, en el Ministerio de Hacienda; Liberato Rodríguez y Mario Mallorquín, en Interior; J. Eulogio Estigarribia, en Educación; José Zacarías Arza, en Defensa Nacional; Federico Chaves y Bernardo Ocampos, en Relaciones Exteriores y Culto; Liberato Rodríguez, Bernardo Ocampos y Fabio Da Silva, en Economía; Pedro Hugo Peña, en Salud Pública y Previsión Social; Rigoberto Caballero, en Obras Públicas y Comunicaciones; y J. Augusto Saldívar, Fabio Da Silva y Guillermo Enciso Velloso, en Justicia y Trabajo.

Designado por la Cámara de Representantes para ejercer la Primera Magistratura, durante su Gobierno se decretó una amnistía general para todos los exiliados; se reanudaron las relaciones diplomáticas con el Uruguay, rotas durante la revolución de 1947, entre otras cosas.

Hasta el gobierno anterior al suyo, el despacho presidencial estaba ubicado en la planta alta del Palacio de Gobierno, pero como el doctor Molas tenía problemas en una de las piernas, dispuso que la oficina bajara a la planta baja, donde está hasta hoy.

El doctor Molas López nació en Yuty, Caazapá, el 10 de julio de 1901, hijo de Liberato Molas y Francisca López. Fueron sus hermanos María Angela (casada con Liberato Rodríguez) y Venancio (casado con Antonieta Dragotto). Medio hermano de Emilia, Cleopatra (casada con Raúl Gutiérrez Yegros), Rosalba y Angel Martínez López.

Casado con doña Rita Olivero, don Felipe fue padre de Andrea Molas López Olivero (casada con José Alijarde). Falleció en Asunción, el 2 de marzo de 1954.

Inmigración judía

A fines del siglo XIX, contadas eran las familias de origen judío que estaban radicadas en el país: los Levy, Kohn, Cohen, Curiel, Kuneo, Baruch, Wagener... En los primeros años del siglo XX, fueron más numerosas y entre ellas se encuentran los Rabinovich, Schvartzman, Jutoriansly, Poniakov, Gruenfeld.

Posteriormente llegaron las familias de los Edeliste, Tabacman, Grossman, Asrilevich, Kessel, Umansky, Knallinsky, Rosenfeld, Nudelman, Goldemberg, Kostianovsky, Friedmann, Zimnavoda, Bohbouth, Raphael, Rubin, Arditi, Mendelzon, Fridman, Kalish, Perera, Galante, Varzán, Saragusti, Recanate, Blinder, Sprinberg, Cohene, Varsavsky, Levinsky, Soskin, entre otros.

El "Tren Renal"

Así llamaba la gente de pueblo al "Tren Renard", tal vez el primer vehículo de tracción automotor que circuló por las calles de Asunción, incluso anterior al Cadillac monocilíndrico importado por don Jorge Barzi, el 12 de febrero de 1906 (cuyo centenario se cumplirá en unos meses más).

El 31 de marzo de 1905, un consorcio de capitalistas franceses, representados por Pierre de Malherbe, había solicitado concesiones para la introducción de un "tren caminero", cierto tipo de vehículo al que el vulgo llamaba con el pintoresco nombre de "Tren Renal", que poco después torturaba a los asunceños con su alborotado y chispeante andar.

El proyecto de sus propietarios era establecer una conexión, con dicho "tren", entre Asunción y Villa Elisa, entonces conocida como Colonia Elisa. Las malas condiciones de los caminos y las nulas posibilidades de un arreglo de los mismos echaron por tierra el proyecto. Tuvieron que ir con su tren en busca de caminos que recorrer. Dicen que el vehículo fue a parar en el Africa.

Menos mal, porque, según testigos de la época, el armatoste "era una cosa enorme, accionada a vapor, con caldera a leña o carbón, mitad locomotora a vapor, mitad tractor tosco y primitivo". Viejas crónicas describen que este vehículo tenía grandes ruedas con llantas de hierro y "en sus rarísimas salidas a las calles de la ciudad estremecía el empedrado y conmovía las paredes de las casas y rajaba los vidrios de las ventanas".
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