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La cantera de Tacumbú

Durante mucho tiempo y hasta parte de la segunda mitad del siglo XX formó parte del paisaje suburbano asunceño. Durante mucho tiempo era uno de los sitios elegidos por los asunceños para realizar sus picnics y excursiones. Hasta era utilizado como escenario de varios lances caballerescos entre ofendidos y ofensores. Hoy es una enorme herida que no termina de cicatrizar. Se trata del desaparecido cerro Tacumbú, ubicado al sur de la capital paraguaya.

En sus cercanías, inclusive, había establecido su chacra el fundador de la casa fuerte que dio origen a la ciudad, don Juan de Salazar de Espinoza. La cantera de piedra basáltica empezó a explotarse hacia 1872 y siguió haciéndose durante aproximadamente 130 años, hasta que fue literalmente borrada del mapa.

El primer concesionario de la explotación de la cantera fue don Francesco Terlizzi, quien para transportar las piedras extendió hasta el lugar una línea tranviaria. Esta línea, posteriormente, fue explotada por otro peninsular, don Giusseppe Bazzano. En 1906, un recordado hecho trágico ocurrió en el lugar: el duelo entre Gomes Freire Esteves y Carlos García, en el que este último resultó muerto.

Un científico en Sapucái

En 1894 vino al Paraguay un científico inglés llamado William Foster. Nació en Inglaterra, en 1873, y en nuestro país se dedicó al estudio de las ciencias naturales. Reunió gran cantidad de animales —aves, mariposas, roedores, murciélagos, mamíferos y coleópteros— que conservó con la técnica de la taxidermia. Parte de sus colecciones la vendió a instituciones norteamericanas y colaboró con el acervo del Colegio Nacional de la Capital. Trabajó para el British Museum y el U.S. National Museum de Washington, EE. UU. Falleció en Sapucái, el 17 de marzo de 1915.

La cámara de la verdad francista

Durante el largo gobierno del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia funcionaba una tenebrosa cámara de tormentos. Ese lugar estaba destinado a conseguir por medio de mil procedimientos dolorosos revelaciones reales o supuestas. Esta cámara funcionaba en uno de los aposentos del antiguo Colegio jesuítico, al costado occidental de la Casa de Gobierno.

En la pieza estaba un catre atravesado al medio por un trozo de madera sobre el cual descansaba el vientre de la víctima, quien echado boca abajo, era amarrado de pies y manos, con las nalgas y la espalda desnudas. El pescuezo agobiado por una enorme piedra y la cabeza colgada y envuelta en un poncho.

Al lado del catre, dos indios guaikuru manejaban unos látigos hechos con verga de toro, previamente escupidos y sobados, lo que les daba la flexibilidad requerida que el uso y la sangre les hacían perder. Muchos fueron los desgraciados que pasaron por esta cámara de tortura, entre ellos varios próceres de nuestra independencia.

Las garitas para agentes de tránsito

Hacia 1926 llegó a Asunción un ciudadano de origen ítalo-argentino de nombre Carlos F. Luconi, quien vino contratado por la Policía para “ordenar” el escasísimo tráfico automotor de entonces. Fue director de Tráfico de la Policía de la capital. Se dice que fue obra de este personaje la implementación de los primeros sistemas de transporte colectivo en el país, que se inició en 1926.

Años después, para dirigir el tránsito capitalino, siempre a cargo de agentes de policía, se construyeron en varias intersecciones de la capital paraguaya unas garitas de cemento, consistentes en una columna central que soportaba una baranda y techo del mismo material. Algunas de estas garitas estaban ubicadas en la intersección de Ygatimí y Colón, en Colón y Estrella, y en Brasil y Luis Alberto de Herrera.

surucua@abc.com.py

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