Enaltecer lo inherente

Este comprometido artista y docente culmina un año de versátiles propuestas, dando talla de su eximia trayectoria, apuntando al deleite de su labor y la constante formación, y destacándose entre los grandes de la escena cultural de nuestro país.

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Aquello que confiere una cualidad sui géneris podría resumirse en el devenir contemplativo de las virtudes. Es de ese modo, y sin rendirse ante la vorágine cultural, que la carrera del actor Silvio Rodas afianza sus éxitos cimentados en el trabajo disciplinado y dinamismo de su energía.

Realizó estudios de teatro en Buenos Aires durante los 70, incursionando después en la escena artística nacional. Hasta la fecha participó en más de 70 obras, muchas de ellas como protagonista, y se destacó también en el rubro audiovisual.

Emprendió varias giras internacionales, además de su labor docente en instituciones públicas y privadas. Durante este año recorrió un amplio espectro de personajes, brindando a la producción teatral innovadores matices interpretativos.

-Tras el abordaje de obras durante este año, ¿cuál es el análisis retrospectivo y qué sensaciones le dejó?

-Siempre le digo a mis amigos y alumnos: “A mí me gusta trabajar. Sobre todo soy actor”. Me agrada hacerlo con toda la gente que pueda, por lo que, constantemente, les digo: “Llámenme”. Trabajar es un placer, más aún con jóvenes actores y propuestas diferentes. Eso me hace muy bien. Fueron como seis obras y algunas reposiciones, lo cual también es bueno porque nuestro mercado no da para temporadas largas. Nuestros tiempos disminuyen cada vez más. Hacemos seis, ocho, 10 funciones cuanto mucho. Volver a encarar obras que uno ya realizó es una posibilidad actoralmente muy interesante.

-Luego del abanico de roles desarrollados, ¿qué matices del lenguaje cómico y dramático aprecia más, ya sea durante la lectura del texto o en la escena misma?

-Este año hice Bernarda (en relación con la obra La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca), una reposición, así como Yerma. Trabajé con Bochín, desde el plano de la comedia, aprendiendo mucho; además de El catafalgo, dentro del Teatro Mbyky. Hice Atana con Agustín Núñez y terminé con Paola Irún, subiendo a escena Entremeses…, en el ciclo de Cervantes. Aprendí con muchos maestros en varias disciplinas, pero la comedia es un género que experimento con mayor frecuencia hace ocho o 10 años, desde que me convocan cada vez más para abordarla; sin embargo, no me considero un gran comediante. Estoy empezando a disfrutarla gracias a la gente de Equipo Teatro, Bochín, Humberto Gulino que fue un gran maestro y a los compañeros. Ellos te enseñan bastante.

-De qué recursos particulares se vale para la construcción de estos personajes, ya sea en la comedia o el drama, por ejemplo, estudiando a un clásico como García Lorca?

-De muchísimas herramientas. En ese caso particular, uno tiene el 70 % ganado al contar con un texto monstruoso como Lorca concibe. Él te da todo. Por consiguiente, tenés que poner todo; de lo contrario, te quedás corto. Nuestro trabajo es sentir el personaje, la poesía; eso que está fluyendo en la historia de Lorca y después construir con las herramientas que uno tiene actoralmente. No fue fácil, pero tampoco imposible pasar el texto de Bernarda mujer a uno varón, porque ella es muy masculina y de lo que uno se vale es del oficio que posee. Después de 30 años más o menos, algo conozco (expresa entre risas).

-La interpretación de la idea de libertad, desarrollada en Entremeses, resultó la mejor propuesta en el pasado ciclo de Cervantes. ¿Cuál fue el proceso creativo que acompañó esta visión conjuntamente con la dinámica planteada por el equipo de En Borrador?

-El trabajo que hicimos junto con Paola Irún, Jorge Brítez y Dahia Valenzuela fue de improvisación. Partimos de una idea y sobre ella fuimos creando, mientras Paola estructuraba la línea dramática de la puesta. Los textos eran de Cervantes, muy cortos y sueltos, escritos durante sus años en la cárcel. La idea de la directora fue la libertad, el cautiverio y encierro, sobre lo cual comenzamos a experimentar y preguntarnos ¿qué es el encierro para nosotros?, ¿qué es la falta de libertad? En ese ejercicio acoplamos textos del autor relacionados con nuestra visión de la libertad, como los miedos, las cárceles propias, las que nos imponen y aquellas que nos imponemos.

-Desde su faceta artística, ¿cómo ve hoy en día el mercado cultural inmerso en variadas propuestas, nuevos talentos y los pocos días en cartelera?

-Puedo referirme al teatro y la actuación. Creo que hay muchísima producción, así como gente nueva y muy talentosa. Eso es maravilloso y nos dice que a esta generación le gusta el teatro, que está creando y proponiendo ideas interesantes. El nivel alcanzado es muy bueno y esa realidad me pone contento. Ahora bien, sin caer en un mero plagueo, ocurre lo de siempre: nuestro mercado cultural es pequeño y no podemos pretender más. Anteriormente, teníamos funciones de jueves a domingos, algunas veces, dos veces al día, durante tres meses. Muchísimos compañeros no están de acuerdo con la idea de un respaldo importante por parte del Estado. La cultura y el teatro, específicamente, están subvencionados. Es la única disciplina artística sin un elenco oficial. Tiene la Orquesta Sinfónica, hay ballet folclórico, Ballet Municipal, lo que quieras, pero el teatro no tiene una compañía estable financiada por el Gobierno.

-¿Tiene algún desafío pendiente por concretar?

-Con muchas ganas, me gustaría hacer teatro clásico; hice muy poco de él. Aunque a la gente le aburra, a mí me parece que es una escuela importante para el actor. Quiero volver a hacer teatro popular, con personajes populares.

La esencia

Conservando la esencia, Silvio goza y se transporta desde su privilegiada coordenada en el escenario, viviendo emociones ajenas y apropiándose de ellas sin perder la concentración ante los nervios: “El disfrute es ser uno mismo, interpretando otro ser. Después de mucho preguntármelo, descubrí que el escenario es el lugar donde quiero estar”, reflexiona con honestidad.

Despertar el talento

Como profesor del primer año en la carrera de Arte Dramático del Instituto Municipal de Arte de Asunción (IMA), Silvio profundiza y busca despertar las cualidades de sus alumnos. “No todos resultarán actores, algunos se destacarán como directores, escritores o muy buen público. Finalmente, la escuela de teatro podría llamarse también una escuela de vida”, argumenta el artista.

Las clases del nuevo periodo iniciarán en las primeras semanas de febrero. La carrera dura cuatro años, más un año de especialización en dirección.

Para mediados del 2017 está proyectada la inauguración del nuevo local de esta prestigiosa escuela de artes.

carlos.canete@abc.com.py

Fotos ABC Color/Heber Carballo/Gentileza.

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