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Nace una mamá
La cantante Nuria Lima se estrena como madre de mellizos. Ser mamá es una experiencia maravillosa, pero llena de miedos e incertidumbres. Cuando se tienen mellizos, el miedo y la dicha se multiplican. Atender a un bebé no es tarea fácil; hay que adaptarse a su horario, interpretar su llanto, cuidarlo, quererlo y buscar lo mejor para que ese pequeño ser se desarrolle con amor. Y sin son dos, ¡esto se multiplica! Para Nuria y Carlos Moreno, es la “aventura más maravillosa”.
“Es un sentimiento tan profundo que no se puede describir con palabras. Nuestros días son muy movidos y plenos de sensaciones y emociones. Estamos aprendiendo a ser padres; queremos ser los mejores para ellos. Claro que hay sentimientos ambivalentes, como amor profundo, nervios, miedos, expectativas, preocupaciones, dudas, ¡y más si son dos!, pero estamos firmes para ser los mejores padres y darles la mejor educación”, expresa, feliz, Nuria.
Los meses del embarazo los vivió con mucha tranquilidad, entusiasmo y expectativas. “Cuando supimos que iban a ser dos, no cabíamos de la felicidad y tratamos de disfrutar de cada uno de los meses”.
Siendo cantante, las canciones estuvieron y están presentes en el proceso. Gracias a la voz se pueden transmitir sensaciones, emociones y sentimientos. La música establece un vínculo muy especial entre la madre y el hijo. Nuria sabe de estas fortalezas y les arrulla a toda hora. “Mis mellizos, Mateo y Daniel, nacieron en Málaga, el 11 de febrero de este año, y quiero presentarles a todo el público paraguayo en este mes de las madres. Ya es una fecha muy especial para mí; es mi primer año como madre! y quiero compartir mi dicha con el mundo entero. Estoy abocada de lleno a Mateo y Daniel. Por ellos, estoy alejada de los escenarios por un tiempo. Requieren de mis cuidados y no quiero perderme nada, ningún detalle; quiero que sea un disfrute completo”.
Para la cantante paraguaya, hija del renombrado intérprete y compositor Santos Lima, ser madre es un privilegio y una gran responsabilidad. “Es sufrir, pero también gozar; es dar sin esperar nada a cambio y amar incondicionalmente. Eso es lo que siento: un amor incondicional, infinito, supremo”, asegura.
Este primer año de celebraciones será muy dichoso. “Sencillamente, me encuentro muy feliz. Quiero ser la mejor madre para mis hijos. ¿Cómo se puede querer tanto a un hijo con tan solo unos segundos de vida? El nacimiento de Mateo y Daniel fue el momento más intenso, bello, puro y feliz de mi vida”.
Amor infinito
“Toda mujer desea ser madre; es parte de la naturaleza. Infelizmente, se me cerraron las posibilidades cuando me diagnosticaron una enfermedad oncológica. Aun así, no decaí en mi propósito de ser madre y recurrí a la adopción; esta última posibilidad siempre estuvo latente. Cuando perdí las esperanzas, me registré en el Centro de Adopciones para ver la posibilidad de ser madre del corazón. Gracias a Dios, al año recibí a mi primer hijo: Ian... Él llegó a mi vida con dos años y medio, y solo para darme alegría”, es lo primero que expresa Lucía Velázquez.
Lo lindo de esta historia es que Lucía decidió adoptar nuevamente y los designios de la vida la llevaron con el hermano de sangre de Ian: José. “Desde diciembre del 2014 está en guarda conmigo y con su hermano. Vino a completar nuestra familia; era la parte que faltaba. Es un placer escucharles conversar y reír”, confiesa.
Revela que Ian supo la verdad desde un principio, con las palabras elegidas, adecuadas y con mucho amor. “Le hablé desde el fondo de mi corazón y con total sinceridad. Con José, la historia es diferente, porque ya tenía 8 años cuando vino a nuestras vidas. La posibilidad se dio cuando, en octubre, conocí a la familia de Ian y supe de José. Enseguida pensé en la posibilidad de que fuera a vivir con nosotros y tenga mejores oportunidades de vida también. Felizmente, la abuela —al ver lo bien cuidado y querido que está Ian— no dudó en aceptar y hoy está en guarda”.
La primera etapa no fue fácil. “Ian pedía en su rezos, con insistencia, un hermano, pero no calculó que mi centro de atención iba a ser para dos”, cuenta riendo.
Los celos propios no tardaron en aparecer, pero no duró más que un suspiro. “Pascuas fue muy emocionante. Les escuché reírse, divertirse y eso fue la mayor felicidad. Ian entendió que su lugar es único y José, desde el primer día, me llamó mamá. Están felices de tenerse uno al otro. Con amor, todo se puede superar. Solo puedo dar gracias a Dios. Me cambiaron la vida por completo. No sé si exista diferencia entre una madre biológica y una del corazón, solo sé lo que yo siento y es un amor infinito”.
Añade que tiene dos príncipes con personalidades bien diferentes, pero que se complementan de maravillas. “Amo a mis dos hijos. Espero darles muchas alegrías y amor. Retribuirles, en gran medida, toda esta emoción, este cambio, esta alegría que trajeron a mi vida. Pido a Dios que les bendiga siempre y le doy gracias por mimarme con estos dos tesoros”, finaliza.
Mi mamá, mi jefa
Desde hace 13 años, Clarita Bogado y su hija Rossana trabajan juntas en el mundo de la gastronomía. De forma espontánea, Rossana se fue integrando a los compromisos de su madre dentro del negocio Clarita Bogado Catering, hasta asumir directivas más complejas. “La empresa fue creciendo rápidamente y mi ayuda siempre fue de soporte, hasta que me delegaron más responsabilidades. Se siente muy bien trabajar al lado de mamá, porque pasamos mucho tiempo juntas. Cada día sigo aprendiendo cosas nuevas y absorbo todos sus conocimientos, porque son valiosísimos. Estamos siempre intercambiado ideas e innovando recetas. Me gusta mucho trabajar a su lado y darle todo mi apoyo”, expresa Rossana.
Clarita no se queda atrás con los elogios. “Es altamente gratificante, porque me siento apoyada. Es muy resolutiva en la dirección ejecutiva y eso hace que mis días sean más relajados”, afirma.
El secreto de la relación laboral es respetar el espacio de cada una. Son independientes y, al mismo tiempo, muy cercanas. Como cualquier sociedad, tienen opiniones dispares, pero siempre resuelven todo conversando. “Mamá siempre tiene la última palabra en todas las decisiones, pero hay veces que yo nomás decido cómo realizar el servicio, a qué personal contratar o cambiar el presupuesto. Raras veces el trabajo se torna difícil y es porque las dos tenemos temperamentos muy fuertes (risas), pero no ocurre con mucha frecuencia, porque la verdad es que disfruto trabajar a su lado”.
Clarita sonríe y aprueba lo dicho por su hija. “En realidad, prima la experiencia de una o de otra, de acuerdo a las exigencias del cliente, quien finalmente manda”, expresa Clarita.
Rossana mira cariñosamente a su madre y dice: “Mi mamá es lo máximo. Es mi ejemplo a seguir. Es una mujer luchadora y emprendedora. Es el pilar de la familia. La que siempre está a mi lado para apoyarme en todo, además de darme siempre fuerzas y las palabras necesarias para seguir adelante. Mamá es todo para mí”, asegura, emocionada.
¿Cómo piensan pasar ese día tan especial? Rossana ríe con ganas. “La verdad es que gran parte del día trabajamos, ya que en el salón del Asunción Golf Club tenemos el almuerzo del Día de la Madre, como todos los años; después, a la noche es cuando nos reunimos y salimos a cenar toda la familia”.
En la edad madura
Grande fue la sorpresa para la exreina de belleza Nathalia Lemir (39) y Carlos Feliciángeli cuando recibieron la noticia de que iban a ser padres. “Ambos esperábamos que llegue el momento, pero ni nos imaginábamos que vendría. Nos enteramos durante un examen de rutina, ¡y ya estaba de dos meses!”, cuenta Nathalia.
La llegada de Agostina estaba programada para mediados de abril. Recuerda perfectamente ese momento, esa primera ecografía. “El doctor me había dicho que la fecha probable era el 17 de abril. Le dije con mucha alegría y sorpresa: ‘¡El día de mi cumpleaños!’, y él me respondió: ‘Pero qué mejor regalo querés que un bebé’... Realmente era la mejor bendición que Dios pudo darme”, expresa en otro momento.
El embarazo transcurrió felizmente, sin los “problemas” propios de una madre primeriza. “Nunca tuve ningún tipo de molestia ni malestar; una verdadera gracia”, revela.
Agostina no se hizo rogar y, cuando menos la esperaban, anunció su llegada triunfal. “Estaba llegando al término de mi embarazo; ya habíamos cambiado la fecha cuatro veces, por las fuertes contracciones que tenía y, el día que cumplió 37 semanas, vino de sorpresa”.
La alegría fue inmensa para toda la familia y amigos, porque era un bebé muy deseado. “Estamos muy emocionados con su llegada. Agostina es una beba supersana y tranquila, pero con un fuerte carácter; igual al papá”, dice riendo.
“Por fortuna”, tiene mucha ayuda del papá, quien “está en todo”, al igual que ella. “Cuidamos los más mínimos detalles, desde el baño hasta preparar la mamadera o pasearle para que duerma. Agostina, al mes de edad, ya es consciente de este mimo, porque con solo escuchar la voz de su papá ya pide con un llanto fingido que le levante o pasee”.
Nathalia admite que no es nada fácil criar a un bebé, “más cuando somos adultos y cada uno tiene sus manías”. Pero Agostina les rompe el molde, porque con ella descubren, cada día, sensaciones nuevas que ni se imaginaban. “Estamos pendientes de todo, hasta adivinamos por qué llora de repente... Lo único que puedo decir es que ser padres es una experiencia única, inexplicable, sublime y placentera. Para nosotros, es todo nuevo. Cada día es diferente, nunca uno igual al otro; lleno de sorpresas que nos sacan sonrisas”, cuenta y continúa emocionada: “Vamos descubriendo muchas cosas que no teníamos ni idea de lo que era criar a un bebé. Cambió totalmente nuestras vidas y prioridades. No tenemos hora ni para dormir. Ella nos revolucionó el día y la noche. Cada día nos conmueve sus gestos, porque es muy expresiva y le gusta ser mimada con masajitos”.
Corazón de oro
Patricia Bozzano, una mamá con todas las letras, abrió las puertas de su casa y su corazón a muchos niños apartados de sus familias por maltrato, abuso o por orden judicial. Les dio un lugar en el que se respira un ambiente de familia, de amor; en el que se aprende a adquirir confianza, alegría y esperanza; en el que se trata a las personas no solo con misericordia, sino con cariño y respeto.
“Ser mamá de tantos niños implica muchísima responsabilidad ante Dios”, exclama Patricia.
Ella quiere darles a todos los mismos privilegios que tuvieron sus hijos. “Quisiera darles lo mismo que a mis hijos, tanto en educación como en afecto, pero sé que humanamente no puedo. Hago todo lo posible, y el resto les pido a Dios y a mis hijos mayores que me suplan. Gracias al Señor, cinco de mis hijos me ayudan en la obra y tratamos de darles el calor de familia, y sé que aun con nuestras falencias y limitaciones el Señor nos ayuda para lograrlo”, expresa Patricia.
Su labor en favor de los más carenciados es loable. Les brinda abrigo, alimento, educación y el ejemplo de ayuda, ya que los más grandes se ocupan de los más pequeños y entre todos van saliendo adelante. Lo que en principio fue una mano amiga para unos pocos, fue ampliándose y hoy ya es una fundación con personería jurídica, que cuenta con una pequeña subvención del Estado. Con esto, más el apoyo de muchas familias solidarias y empresas con compromiso social de nuestro país, va saliendo adelante.
La iniciativa de albergar a niños desprotegidos nació cuando Patricia Bozano leyó en el diario la historia de una niña enferma de pie bot, quien con urgencia necesitaba una familia, pues era maltratada por su madre. Conmovida, fue a solicitar la tutela. Jamás imaginó que esa decisión sería el principio de un camino por el que transitarían decenas de niños desamparados, sin hogar ni padres.
Para Patricia, el principal problema de la infancia en el Paraguay —y en varias partes del mundo— no es tanto la pobreza, sino la falta de educación. “Un pueblo educado vence a la pobreza e, incluso, a la corrupción y la violencia. La educación y enseñanza de valores morales más la presencia de Dios cambian cualquier país. Recurrimos al sector privado luego de haber doblado rodillas y clamado a Dios. Trabajamos duro vendiendo panificados, elementos de limpieza, y generando nuestros propios medios de trabajo. Pero como somos tantos, recurrimos al sector privado para poder suplir las necesidades básicas”.
Todo trabajo con amor da sus frutos. El hogar abrió sus puertas a otros niños en la misma situación, en otros puntos del país. Patricia siempre se mantuvo incansable y perseverante en el objetivo de mejorar la calidad de vida de menores en situación de riesgo. ¿Hay condición de mayor vulnerabilidad para un niño que tener que dejar a sus padres para ir a un hogar? Es un golpe a su autoestima. Es más terrible aún cuando sucede porque sufrieron maltrato o abusos por parte de personas que debían protegerlos. Pero en Patricia Bozzano encontraron calor, abrigo, comida, educación; encontraron un corazón de oro.
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