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Oscar Fadlala es un hombre macanudo. Es fácil tratar con él fuera de escenario, porque cuando se sienta al teclado o al piano para dirigir se pone serio y, sobre todo, exigente. Exigencia que lo ha llevado lejos, a ser respetado y admirado en el ambiente musical.
Oscar tenía 18 años cuando comenzó profesionalmente. Había terminado el colegio, exonerando todas las materias, por lo tanto tenía tiempo para acompañar a un grupo musical que competía en el recordado programa televisivo Camino al éxito, que se pasaba por Canal 13. Se terminaba 1986 cuando le llegó una gran oportunidad. “Voy al primer ensayo, toco el teclado y al terminar de ensayar se acerca Casto Darío Martínez y me dice: ‘¿Vos qué hacés?’”, rememora Oscar. “Nada. Me acabo de recibir”, le contesta Oscar a Casto Darío, quien le pregunta si le gustaría trabajar en Camino al éxito, ya que él ya no quería tocar el teclado. “Sí, por qué no”, le dice Oscar, reemplazando así al músico, quien se quedó dirigiendo la orquesta. “La verdad es que fue una gran oportunidad que me dio Casto Darío para formar parte de la orquesta de Camino al éxito”, confiesa Oscar.
En aquel momento, Camino al éxito era el programa top. Fue un espacio dedicado al canto que permitió a muchos jóvenes mostrar su talento y ser una catapulta a la fama. “Era el programa de don Nino (Nicolás Bo). Era un programa inamovible; con auspiciante o sin auspiciante, ese programa iba los domingos sí o sí. La verdad es que era un programa de talento. Para la época era prácticamente lo único que estaba al aire”, comenta.
Ese fue el inicio profesional de Oscar, que ya venía tocando con Asunción Vocal Ensamble y junto a Vicente Morales integró un grupo que luego se convertiría en Síntesis. “Éramos Vicente, Rolando Chaparro, Segundo Ibarra, Oswald González y yo; cantaba Lidia González”, señala nuestro entrevistado.
Pero retrocediendo un poco más, el inicio de Oscar en la música se dio en el colegio cuando lo llaman para una audición. “Me dicen: ‘Te queremos hacer una prueba’”, comenta. Oscar va y toca la trompeta como instrumento de cabecera. La experiencia fue buena y allí comenzó a necesitar un instrumento armónico. “La trompeta es un instrumento melódico solamente y yo necesitaba un instrumento armónico, como una guitarra o un piano, para hacer acordes”, explica.
Dos de sus hermanas estudiaban piano. Entonces, él decide tomar clases de piano con la misma profesora, quien le hace la prueba y le da un veredicto fatal. “Mi hijo, vos nunca vas a tocar”, es el dictamen de la profesora. “Me echa”, dice Oscar recordando ese momento, entre risas. Antes que detenerlo en su propósito, Oscar adopta el piano que estaba en su casa y de oído aprende a tocar. “Luego tomé clases de armonía con Carlos Schvartzman y Liquito Burián, un gran pianista. Después me fui haciendo solo. Aprendí a leer y escribir. Tomé unas clases con Lobito Martínez y después la vida me fue enseñando”, manifiesta sobre su hazaña.
Gracias a aquella profesora, Oscar salió adelante porque él creía que sí podía tocar el piano. “Había un standard para el pianista clásico: básicamente había que tener los dedos largos y mucha agilidad. Entonces ella midió con esa vara”, supone por haber recibido aquella crítica. “Yo tenía la música acá (señalando la cabeza) y tenía que salir esa música. Por algún lado tenía que aflorar y yo estaba buscando”, refiere.
Camino a las tres décadas
Al apasionarse por el piano, Oscar dejó por completo la trompeta y la música se convirtió en parte importante de su vida. Mientras era integrante de la orquesta de Camino al éxito, el productor Ovidio Ferrari lo llama para actuar en el Hotel Excelsior.
Unos años después, a Zenón Vidaurre le proponen formar una pequeña orquesta para el programa de Nicolás Repetto (Marque el 13), pero Zenón dice que no y delega el proyecto a Oscar, quien toma la responsabilidad de dirigir la orquesta de cuatro músicos. “Ahí me quedé hasta 1991”, señala Oscar y su trabajo en televisión siguió con Feliz domingo, luego con Álvaro Ayala en Los paraguayos somos así, con Menchi Barriocanal tanto en el 13 como en el 4, Rojo Fama Contrafama y La fiebre del karaoke, entre otros.
Oscar se siente más que satisfecho con su carrera. “Soy un privilegiado, un bendecido por poder vivir de lo que más me gusta, que es la música”, asiente con orgullo.
Oscar también incursiona en la producción musical, rubro en el que se desempeña desde 1991 cuando compró la mitad de un estudio de grabaciones y se asoció con Vicente Morales. “A partir de ahí se abren miles de puertas, porque es otra la movida, otros los números. A partir de ahí fue mucho más sencillo, porque tenía algo fijo para sobrevivir y, aparte, los toques y las producciones de los programas de televisión”, comenta sobre esta rama de su actividad musical.
En el 2012, Oscar construyó un estudio nuevo acorde a estándares internacionales. “Está a la altura de cualquier otro estudio de afuera”, afirma. “Está funcionando muy bien. La acústica es muy buena. Metimos un piano de cola, para hacer grabaciones de música clásica. Queremos abarcar ese mercado”, anuncia.
Oscar trabajó —y trabaja— prácticamente con todos los músicos de nuestro país. También musicalizó parte de la película Libertad. Él ve que existe actualmente un ambiente movido en lo musical. “Ahora hay otra particularidad: están los festivales y la gente contrata a los músicos para tocar en sus casas. Se volvió a esa necesidad de la música en vivo. Ya no el DJ pasando música foránea todo el tiempo. Creo que se está moviendo más”, opina. Agrega que también están apareciendo miles de musiquitos. “Musiquitos me refiero a la edad, porque son grandes músicos”, aclara y destaca en ese sentido la labor de Luis Szarán, con Sonidos de la tierra. “Me saco el sombrero, porque está formando niños que aprenden a tocar instrumentos”, resalta.
Otro punto importante para los músicos es el caché u honorario a la hora de cobrar. “No como quisiéramos, no como consideramos que nuestro trabajo valdría, pero creo que eso va a ir cambiando a medida que los músicos vayamos asociándonos, porque no podemos lograr una asociación de músicos fuerte todavía, que regule o que mínimamente ampare a los músicos en cuanto a caché, a seguro social médico. Tienen más fuerza los contratos de una asociación que un contrato verbal que podamos hacer con el cliente. En todas partes del mundo es así. Hay una asociación que te ampara”, remarca.
La música en la familia de Oscar siempre estuvo presente. Él es hijo de un exviolinista, Aníbal Fadlala, quien tocó en la primera sinfónica de Remberto Giménez. Dejó el violín al incursionar en el mundo de los negocios. “Le traicionó su raza árabe, pero siguió cantando”, dice Oscar, quien también es sobrino de Oscar Nelson Safuán, creador de la avanzada, género musical de inspiración folklórica que tuvo su origen en la fusión de la polca paraguaya y la guarania, con influencias de la música popular brasileña como bossa nova y balada.
Oscar debía ser médico y aunque su padre era violinista, al principio le sorprendió que eligiera la música como profesión. “Circunstancias de la vida me llevaron a dedicarme a la música y, bueno, gracias (elevando las manos al cielo). Después, con el tiempo, él se dio cuenta de que esto era lo mío y creo que es mi fanático número uno”, finaliza Oscar, a quien la música le llena por completo.
maponte@abc.com.py