Si bien la devoción de celebrar el Nacimiento se remonta desde hace mucho tiempo, fue san Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana, el iniciador de los nacimientos entre 1200 y 1226. Según indica la tradición, el santo recorría la campiña cercana a la pequeña población de Rieti en el invierno de 1223. La Navidad de ese año lo sorprendió en la ermita de Greccio y fue allí donde tuvo la inspiración de reproducir en vivo el misterio del Nacimiento de Jesús.
Cuando san Francisco visitó Roma en 1223, comunicó al papa Honorio III su intención de realizar una representación escénica del lugar del nacimiento. Al papa le agradaron los detalles del proyecto y lo aprobó. San Francisco llegó a Greccio en la víspera de la Navidad y, entonces, con ayuda de su amigo Giovanni Velita construyeron una cuna y agruparon a su alrededor las imágenes de María, José, el asno, el buey y los pastores que adoraron al Niño recién nacido.
Después, actuó como diácono en la misa de Nochebuena. Cuenta la leyenda que, habiendo cantado las palabras “y lo acostaron en un pesebre”, san Francisco se arrodilló para meditar brevemente en el sublime misterio de la Encarnación y, en ese instante, apareció en sus brazos un bebé rodeado de un brillante resplandor. En la basílica de san Francisco, en Asís, se puede ver una pintura del Giotto que representa a san Francisco celebrando la Navidad en Greccio.
A partir de esta iniciativa de san Francisco, esta costumbre extendió en todo el mundo cristiano la devoción al pesebre y en cada iglesia católica se representa el Nacimiento de Cristo hasta la Epifanía. La idea de reproducir el nacimiento se popularizó rápidamente en todo el mundo cristiano y, de los seres vivos, se pasó a la utilización de figuras, pues los primeros misioneros en llegar a América fueron franciscanos y, por supuesto, siguieron la tradición de san Francisco de Asís.
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El primer nacimiento se habría construido en Nápoles a fines del siglo XV y fue fabricado con figuras de barro. Carlos III ordenó que los pesebres se extendieran y popularizaran en todo el reino itálico y español; en América, los frailes introdujeron las costumbres navideñas cristianas para la evangelización de los nativos y, entre ellos, los nacimientos toman un papel importante.
En nuestro país, como en todo el mundo, esta tradición ha pasado de generación en generación. Sin embargo, la labor de los artesanos, quienes, si bien siguen manteniendo las clásicas figuras, han variado en cuanto a los materiales utilizados, que van desde los más sencillos, como el barro, hasta el metal, logrando, de esa manera, recrear esa mágica noche año tras año.
Benedicto XVI
En su controvertido libro La infancia de Jesús, el expontífice asegura que Cristo nació en Belén, en una época determinada con precisión: en el año 15 del imperio de Tiberio César, y su nacimiento virginal “No es un mito, sino una verdad”. Benedicto afirma, también, que en el Evangelio no se habla del buey y la mula en el pesebre: “no se habla de animales” en el lugar donde nació Jesús, pero tratándose de un pesebre, “el lugar donde comen los animales”, la iconografía cristiana captó muy pronto ese motivo y “colmó esa laguna”, y ninguna representación del Portal de Belén renuncia al buey y a la mula. Desmiente, asimismo, a san Agustín, quien afirmó que la Virgen María habría hecho un voto de virginidad y se habría comprometido con José para que la protegiera, señalando que esa reconstrucción “está fuera del mundo judío del tiempo de Jesús”.
mpalacios@abc.com.py • Fotos ABC Color/Celso Ríos/Jorge Cañete/Gustavo Báez.
