Cargando...
Don Florencio, cariñosamente conocido como don “Coni”, recibe a ABC Revista en su casa de San Lorenzo. Los reveses de la vida lo llevaron, hace unos pocos meses, a quedar en una silla de ruedas y con los sentimientos a flor de piel. La emoción lo embarga con cada palabra que emite. Son las secuelas de un accidente cerebrovascular, del que se va recuperando lentamente, ansiando retomar sus tijeras.
Nació el 28 de julio de 1928, en la ciudad de San Lorenzo. “Le conozco a toditos los que viven por acá”, dice con orgullo. No hay quien no reconozca a don “Coni”, sobrenombre que le pusieron unos niños a quienes les cortaba el pelo. Su hija, Graciela, rememora aquel hecho, y también la vida generosa y caritativa de su padre. “Teníamos muchos árboles frutales en la casa; y papá siempre escogía las mejores frutas para darles a unos niños, de nombres Julio, Marcos y Juan Carlos. Era Marcos el que no sabía pronunciar el nombre de papá y, cuando le veía, se le encendían los ojos de la alegría y gritaba: ¡Ahí viene ‘Coni’, ahí viene ‘Coni’! Terminó poniéndole así a su peluquería y en el barrio casi no le conocen por su verdadero nombre”, cuenta Graciela, mirando cariñosamente a su padre.
Se convirtió en peluquero de la Policía Nacional de San Lorenzo a los 17 años, ni bien salió del cuartel, y forjó una larga carrera en la cual, la mayoría de las veces, no cobraba a sus clientes. Llegó a esta profesión sin antecedentes familiares y por pura vocación. “Mi sueldo en la Policía era de G. 1000 en aquella época”, recuerda don Florencio. Luego, apareció la competencia cobrando G. 8000 por corte y él, G. 5000. “Me iba y averiguaba cuánto cobraban las otras peluquerías, y mi precio era siempre más barato, para ayudar y atraer a la gente”, agrega.
En el barrio era conocido como el “muchacho de la tijera negra”, por la magia que hacía cortando el pelo. “Tenía muchos clientes. Me iba de casa en casa a trabajar. Iba caminando, porque ni bicicleta tenía”, dice.
También viajaba por todo el interior y los clientes venían hasta San Lorenzo desde distintos puntos del país, como Yaguarón, Ypacaraí, Capiatá, San Bernardino. “Toda la policía venía a cortarse el pelo y los cadetes de escasos recursos formaban filas, porque don ‘Coni’ no les cobraba”, interrumpe Giovanni Valinoti, vecino, amigo y cliente desde niño.
La pequeña peluquería Coni todavía conserva los enseres de la época: los dos sillones para cortar el pelo y el mismo espejo. Comenzó con una silla de madera hecha por sus propias manos, ya que también se dedicaba a la carpintería. “Después, le regalé a un primo la silla y compré estas de hierro, que conservo hasta hoy”, revela. Su hija cuenta que la mayoría de los muebles de la casa fueron hechos por su padre. Su nieta, Florencia, presurosa, trae un avión de madera, juguete con el que tranquilizaba a los niños “llorones e inquietos”. “Les decía que les iba a regalar el avión, y se quedaban quietitos y calladitos; cuando terminaba, me preguntaban dónde estaba el avión, y les decía que ya voló”, recuerda entre risas.
En ese espacio pasó la mayor parte de su vida, haciendo lo que le gustaba y manteniendo a su familia. Quedó viudo hace un año y vive con Graciela, su yerno Florentín y Florencia. “Este muchacho se quiso escapar del matrimonio, pero le atrapé con la peluquería. Le dije: ‘Vas a trabajar conmigo; te voy a enseñar este oficio’”, bromea don Florencio.
La gratitud y el reconocimiento ante una vida altruista están presentes. La Junta Municipal de San Lorenzo decidió declarar a don Florencio Cabañas Ruiz Díaz o don “Coni” ciudadano ilustre en el área de servicio a la ciudad. “Teniendo en cuenta el servicio profesional brindado en el área de peluquería, en la comunidad sanlorenzana, se elaboró la resolución n.° 5/2015, en la cual consta el galardón”, dice un comunicado en el que se resalta, igualmente, “su capacidad de trabajo, el profesionalismo y buen trato”.
En medio de las anécdotas, los recuerdos y las emociones, dice que ser peluquero siempre fue un buen oficio “para salir adelante”, ya sea para hombres o mujeres. “Ahora, hay grandes peluquerías y se gana bastante. Antes era diferente, no había todo lo que existe ahora; está más profesionalizado”.
En 70 años de carrera, entregado en cuerpo y alma, lo recuerdan todos sus clientes, entre ellos, importantes figuras del quehacer sanlorenzano. “Varias generaciones pasaron por sus manos: padres, hijos, nietos. “A las mujeres también les cortaba; querían nomás que les pase la mano por el pelo”, bromea el sabio peluquero que nunca fue a ninguna escuela de peluquería ni trabajó para otro peluquero y, mientras trabajaba, también seguía aprendiendo y mejorando en técnica y calidad.
Ahora, con 86 años, se siente agradecido con la vida por tanto cariño recibido gracias al oficio. Mantiene el entusiasmo y dice que no pierde las esperanzas de volver a tomar una tijera para ofrecer servicio y afecto a sus clientes. De pronto, el reconocimiento ante tan prolífica labor ya dio sus frutos y tiene muy contenta a la familia.
ndure@abc.com.py • Fotos ABC Color/Gustavo Báez/Gentileza.