El itinerario de la nostalgia

En su lento trajinar, las antiguas locomotoras a vapor y los vagones de madera arrastran décadas de historia. El ferrocarril, implementado en Paraguay en 1856 por don Carlos Antonio López, revive en las olvidadas estaciones que se extienden de Asunción a Encarnación, su ritual de silencio. Hoy, a lo largo de las vías, las terminales de tren ya no vibran con el melancólico pitar de los aparatosos vehículos que generaban intensos movimientos de máquinas y hombres. Aun así, estos viejos edificios conservan el encanto de aquellos viajes de tiempos idos que no volverán.

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Ampliamente superado por modernos medios de transporte, el tren ya no irrumpe con su melancólico pitar la tranquilidad de incontables pueblos perdidos u olvidados en la geografía paraguaya. Estos aparatosos vehículos, que a su paso iban descubriendo paisajes inéditos para los ojos de los que solo transitan por el asfalto, se convirtieron en museos rodantes. Y las estaciones, rebosantes de recuerdos, sobreviven en silencio a lo largo de las vías pensadas y construidas en la segunda mitad de 1800. Aquí un paseo imaginario por la historia del ferrocarril, para rememorar hasta Ybytymí vivencias de una época de progreso que revolucionó el país.
El acontecimiento más significativo para el Paraguay del siglo XIX fue la construcción de la línea ferroviaria entre Asunción y Paraguarí, que comenzó en el año 1856, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López. Dirigieron las obras los ingenieros ingleses George Paddison, George Thompson, Evil D. Percy Burrel y Henry Valpy, de acuerdo a los planes e instrucciones impartidas por el ingeniero John Whitehead, quien fue contratado como jefe de los Arsenales y era asesor técnico del Gobierno.

El primer tren urbano corrió el 14 de junio de 1861, entre la plaza San Francisco (hoy, plaza Uruguaya) y el Puerto de Asunción, para el acarreo de los materiales utilizados en la construcción de la red ferroviaria.
Cuatro meses más tarde, el 21 de octubre, se inauguró el tramo Asunción-Trinidad. En la década anterior, Chile, Brasil y Argentina habían implementado ya esta tecnología del hierro y el vapor, fruto de la revolución industrial del siglo XIX. Significa que Paraguay no fue el primer país sudamericano que adoptó este sistema de transporte como erróneamente se cree. Sí se puede considerar que estuvo entre los primeros que lo implementaron.

Botánico: primera estación (foto). Al poco tiempo de inaugurarse el servicio entre Asunción y Trinidad, el recorrido del tren se extendió hasta Areguá. La primera estación intermedia era Jardín Botánico. Previamente el humeante aparato hacía una breve escala en la parada de Tablada.
La fornida construcción de Botánico se mantiene casi intacta, pese a permanecer varios años sin cumplir la función de embarque y desembarque de pasajeros. Fue construida en los primeros años de 1860, conforme a los planos de los ingenieros ingleses que proyectaron la instalación del ferrocarril en Paraguay. La obra mantiene su pintoresco estilo, ya que al igual que la mayoría de las estaciones, en su estructura fueron empleados rieles como vigas, tirantes y pilares. En el lugar ya no quedan los antiguos mobiliarios y utensilios característicos de las terminales ferroviarias.

Luque era un punto muy movimentado. Hasta hace algunas décadas en que todavía se registraban el paso de los trenes, la estación luqueña reunía gran cantidad de pasajeros. Ahora en silencio con las puertas cerradas guarda en su interior el encanto de aquellos tiempos de mucha actividad.
La imponente estación, que orgullosa exhibe el estilo arquitectónico de la época de los López, denota el paso de los años y sus gruesas paredes de ladrillos de adobe están deterioradas. En su interior se conservan mostradores, mesas ficheros y otros muebles típicos de una estación.

Yuquyry, vacía. El tren parte de Luque y se dirige a Yuquyry, distante 8 kilómetros. Antes, a los 5 kilómetros, se llega a Binder, una parada intermedia, tan solo marcada por un pequeño apeadero (tingladito) donde los casuales pasajeros esperaban abordar el tren.
La estación de Yuquyry dejó de operar hace mucho y el edificio no conserva nada de los elementos con que contaba cuando era una terminal regular.
Areguá, belleza arquitectónica. Junto con la de Pirayú, la estación de Areguá (foto) es de las mejores. El sobrio edificio de dos cuerpos fue uno de los más importantes centros receptores de viajeros. La llamativa obra que demandó una buena cantidad de rieles para su estructura, se mantiene igual, pero ya sin la importancia de antes en cuanto a servicio. Una parte se convirtió en museo y retiene varias piezas: una báscula de hierro, un reloj, una caja fuerte, un marcador de boletos hechos en Londres.

Entre Yuquyry y Areguá se ubica la parada de Isla Valle. Este punto no es más que un tingladito en medio del campo abierto y aquí el tren solo se quedaba unos minutos por si hubiera algún pasajero que suba o baje.
Patiño, en soledad. Al dejar la solariega Areguá, el ferrocarril se dirige a Patiño. Este puesto era el único lugar de acceso a San Bernardino en el siglo XIX. Se registraba aquí un intenso movimiento de personas que vía Kendall cruzaban el lago y arribaban a la Villa Veraniega.
El solitario y viejo caserón conserva pocos utensilios primitivos. Se destaca una caja fuerte de hierro macizo embutida en la pared. Muy próximos a la construcción principal, quedan restos de la primera estación de Patiño, de la época de los López. Está convertida en depósito de hierros viejos y elementos inutilizados del tren.

Yparacaí, terminal suburbana. El 26 de mayo de 1864 se inauguró el servicio del ferrocarril a Guasu Virá (antiguo nombre de Ypacaraí). Fue por décadas importante centro de viajes, gente trabajadora y proveedoras de productos que diariamente se trasladaban a Asunción. Se la conoció como punto de partida y terminal del tren suburbano que funcionó hasta los últimos días del ferrocarril paraguayo. Unas 200 personas utilizaban al día el medio ferroviario para movilizarse. Ya en silencio, la estación de Ypacaraí guarda escasos objetos utilizados en su interior: telégrafo, báscula, caja fuerte, reloj y otros.

Pirayú es atracción. En una época en que la comunicación y el transporte eran muy difíciles en Paraguay, el pequeño pueblo de Pirayú fue privilegiado. Desde 1864, esta localidad habitada primitivamente por indios guaraníes, contó con el servicio del ferrocarril. A partir de ahí, los lugareños podían, sin contratiempos, viajar a Asunción cuando tenían necesidad de hacerlo. El aislamiento de los días lluviosos quedaba atrás y también la carreta y los caballos fueron dejados de lado como únicos medios de transporte para llegar a la capital.

La estación de Pirayú fue desde un principio una de las más suntuosas. Aún hoy la vetusta obra de dos torres sigue siendo imponente y atractiva para los turistas que visitan la localidad ubicada a unos 60 kilómetros de Asunción.
Cerro León, recuerdos de Far West(foto). El 2 de agosto de 1864 se habilitó al servicio público el tramo de Pirayú a Cerro León, donde se pensó construir un desvío hasta el mismo campamento del Mariscal Francisco Solano López, idea que finalmente no se concretó. Hace unos 25 años, la estación de Cerro León, que se emplaza en medio de un campo abierto, quedó paralizada. Visitar la vieja parada ferroviaria es como hacer una visita a la época del "Far West": en medio de la desolación, el viento hacer crujir las viejas puertas y ventanas resecadas por el intenso sol. La terminal queda alejada, a unos 2 kilómetros del centro urbano y está abandonada.

Paraguarí, entre cerros. Desde que el ferrocarril llegó a Paraguarí el 6 de octubre de 1864, la comunidad adquirió importancia, tanto que hacia 1890 fue cabeza de línea del medio de transporte. Hasta ahí llegaba el sistema de telégrafos instalado por don Carlos Antonio López y todo el comercio regional -agrícola y ganadero- se concentraba en esta ciudad, cuyos orígenes se remontan a 1775.
El movimiento de pasajeros y cargas era muy fluido en Paraguarí. Los pobladores de localidades circunvecinas se concentraban aquí para abordar los vagones y dirigirse a la capital y otros pueblos del interior servidos por el tren.

La vieja estación que sobrevive en decadencia enmarcada por los cerros, fue diseñada por el inglés Alonso Taylor. De sus amplias salas partían miles de personas que iban a Buenos Aires en busca de mejores perspectivas de vida. Muchos de ellos recuerdan que en aquellos tiempos, la estación se llenaba de chiperas, naranjeras, cigarreras y otras ventas ambulantes que surtían a los pasajeros con los sabores de la patria, antes de dejar la tierra natal y seguir viaje a la Argentina.
Escobar, pequeño tesoro. La antigua estación es quizás junto a la iglesia los edificios más significativos del pueblito de Escobar. Una parte de la terminal se halla en ruinas, ya que fue afectada por un temporal que en agosto de 1992 azotó la zona y derrumbó el techo. Sin embargo, decadente y solitaria, la casona amarillenta acapara el interés de los visitantes que llegan a conocer la tierra del músico y poeta Emigdio Ayala Báez.

Sapucai, el grito del trabajo. Centro motor del funcionamiento del ferrocarril, Sapucai guarda en sus enormes tinglados los secretos tecnológicos del más importante medio de transporte del siglo XIX. Si bien su pequeña estación pasaba desapercibida, sus talleres eran privilegiados espacios de la revolución industrial. En Sapucai se fabricaban íntegramente las piezas de repuestos, todas las del material rodante y las necesarias para las mismas maquinarias del taller. Gigantescos hangares albergaban a las distintas secciones como Fundición, Herrería, Carpintería, Maquinarias y Tornería. Aquí, con maquinas y tecnología de inicios del 1900, se reparaban locomotoras y vagones. Existe en Sapucai una villa que los ingenieros ingleses diseñaron para habitación de los funcionarios de los talleres, que en 1990 todavia contaba con 160 obreros.

Caballero, en el recuerdo (foto). A fines del siglo XIX, en 1889, de paso a Ybytymí, el ferrocarril inició sus viajes a la localidad de Caballero. Para los antiguos habitantes del pintoresco pueblo, era un orgullo contar con este sistema de transporte. Hoy, la solitaria estación es referente turístico y no faltan los nostálgicos que vuelven al lugar para visitar la gran casa que en su interior conserva buena parte de los elementos que le fueron colocados en momentos de su inauguración.
Ybytymí, alejada del ruido. Los trenes comenzaron a operar en Ybytymí el 12 de junio de 1889. Desde ese día, los ybytymienses experimentaron cambios de rutina, especialmente en la manera de viajar, pues ya no necesitaron recurrir a las carretas ni a los caballos para salir del pueblo. Antes de la llegada del ferrocarril era obligatorio para ellos dirigirse a Sapucai para abordar los aparatosos vehículos, rumbo a Asunción.
Casi todos los muebles y utensilios de la estación de Ybytymí fueron retirados años atrás del lugar. Apenas había quedado una báscula y un mostrador. Existen lugareños interesados en convertir al edificio en museo de la historia ferroviaria para integrarlo a la lista de atractivos de Ybytymí.
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