El guitarrero sobreviviente

Un guitarrero pintado por el francés Ernesto Duvivier en 1898, en Asunción, estuvo deambulando 120 años. Tal es el tiempo que ha transcurrido de la Primera Exposición Nacional de Bellas Artes, de la que es el único sobreviviente. El Ateneo Paraguayo lo celebra con una exposición conmemorativa.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2059

Cargando...

Las exposiciones son parte de la agenda cultural diaria en la vida asuncena y paraguaya de nuestros días. Pero hace un siglo y dos décadas, cuando se dio la primera –en 1899–, fue toda una novedad.

La pintura del guitarrero de Duvivier es un óleo sobre tela de apenas 27,5 x 20,5 cm y luce impecable entre obras contemporáneas.

El descubrimiento de la pieza –y lo que representa– se puede apreciar ahora en la exposición del Ateneo Paraguayo gracias a la investigación realizada por Maximiliano José Elías Martínez Cáceres, alumno de Música e Historia del Arte del Ateneo, quien pudo dar con el catálogo original de la colección de Blas Garay.

El cuadro sobreviviente estuvo expuesto en aquella ocasión en el taller del maestro italiano Héctor Da Ponte, como lo indica la tapa del catálogo, en la calle 15 de Agosto 185 entre Palmas y Villarrica (actual Presidente Franco).

El joven artista recuerda que en aquella ocasión fueron premiados cuatro expositores, de los cuales Carlos Colombo obtuvo el primer puesto con su cuadro al óleo Senda de Flores. Asimismo, en el diario La Prensa, de Blas Garay, el 31 de mayo de 1899, se publicaba que los premios eran cuatro: dos cuadros al óleo ofrecidos por el mismo Da Ponte y dos por Julio Verpillat, dueño del negocio de cuadros en la calle Presidente Carnot (actual Mariscal Estigarribia).

Sin lugar a dudas, la exposición trascendió, incluso, al ámbito presidencial de entonces. Según se hizo eco el diario La Prensa, el 5 de junio de 1899, una “numerosa y distinguida” concurrencia asistió a la muestra, en la que el maestro Da Ponte ha sido muy felicitado: “Durante toda la tarde ha sido visitada la exposición por muchas familias que han sido obsequiadas todas con ramos de flores”.

No es para menos. Entre los expositores estaba Emilio Federico Aceval Rivarola, de 12 años, hijo del entonces presidente de la República, Emilio Aceval, quien sin duda habrá asistido a la exposición. El pequeño presentó la obra Paisaje y dibujo lineal, casitas de campo, dibujo a lápiz, según el catálogo.

Por entonces, también los presidentes o políticos estaban muy vinculados al mundo del arte. El hermano del expresidente de la República fue Tomás Benjamín Aceval Marín, primer presidente del Ateneo Paraguayo en 1883.

En la revista n.° 17 del Instituto Paraguayo, de junio de 1899, se publicaba un discurso del Dr. Brasílio Itiberê da Cunha –compositor, abogado, diplomático brasileño y miembro honorario del Instituto Paraguayo–: “Discurso pronunciado en la distribución de premios por el Dr. Itiberé da Cunha a los laureados de la Exposición de Bellas Artes”.

“Es interesante cómo la dirección de la revista comenta que lo pronunció en una velada literario-musical en el Instituto Paraguayo. Asimismo, en el libro Memoria de la Comisión Directiva del Instituto Paraguayo de 1901 se publica el discurso inaugural de la exposición, del presidente del instituto, Cleto de J. Sánchez”, refiere Maximiliano.

Cita un fragmento de su discurso: “Señoras, señores: La Comisión Directiva del Instituto Paraguayo, que tengo el honor de ser su presidente, se permite por mi intermedio expresaros su más vivo reconocimiento, por la hidalguía y gentileza con que habéis acogido la primera Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en el país, y haber asistido a ella dando con vuestra presencia mayor realce a la solemnidad del acto”.

“Estas son claras pruebas de que la exposición organizada por el maestro Da Ponte no estaba distante a la institución, en la que varios de los expositores eran alumnos”, añade el joven estudiante de Música e Historia del Arte.

Todo un acontecimiento

La exposición de cuadros realizada en aquella ocasión, por lo tanto, fue todo un acontecimiento para la sociedad asuncena, al haber sido calificada como un verdadero hecho de “hidalguía”. Lo que en nuestros días es una rutina para la gente vinculada con el arte y la cultura, así como el público en general.

Podríamos imaginarnos que las damas iban de largo y con guantes, y los caballeros, de riguroso traje, lo cual contrasta con la tenida para nuestros días.

Manuel Martínez Domínguez, director del Ateneo Paraguayo, sobre los 120 años de la primera Exposición de Bellas Artes en el Paraguay, expresa: “Desde una perspectiva histórica, toda primicia o novedad reviste su importancia para el ser humano y, en ese contexto, la primera Exposición de Bellas Artes constituye un hito remarcable dentro de la plástica paraguaya”.

Es innegable que la capital paraguaya de aquel último año del siglo XIX tenía unos aires europeizantes, pese a las pocas décadas transcurridas de la Guerra contra la Triple Alianza. La reconstrucción nacional estaba en pleno auge y Asunción estaba a punto de saludar al siglo XX.

Tal es así que los organizadores de esa primera exposición fueron cuatro maestros europeos que enseñaban en el Instituto Paraguayo, institución que dio origen al actual Ateneo: Héctor Da Ponte y Rómulo Feliciángeli, italianos; Julio Mornet y Ernesto Duvivier, franceses.

“En la sociedad paraguaya de finales del siglo XIX se impuso una mirada eurocentrada, altamente academicista, ajustada al relato de la mímesis preciosista y obediente a los cánones del gusto romántico. En el tiempo en el que en Europa ya se había aceptado el impresionismo y se prefiguraban las vanguardias históricas. Si bien los organizadores la realizaron muy audazmente en forma independiente a la institución, lo que le da una significación especial por la ‘independencia’ de la acción, no se encuentra del todo rota la ligazón con la institucionalidad, ya que Da Ponte y Feliciángeli se presentan como profesores, el primero del Instituto Paraguayo y el segundo de la Escuela Normal”, dice Manuel Martínez Domínguez.

Otro dato interesante aclarado en el mismo catálogo de Blas Garay es que durante aquella exposición todas las obras fueron hechas en “La Asunción”. “Esto deja entrever cierto atisbo de nativismo, lo que justamente caracteriza al romanticismo que busca lo autóctono, lo propio, lo peculiar, y que es lo que signa la muestra. La exposición fue de profesores y alumnos, y todos ellos se autodenominaron ‘aficionadas y aficionados’, ladies first, resaltando una cuestión de género, tan en boga en la actualidad”.

Lo de las damas primero podría tener algo que ver con la caballerosidad y la cortesía imperante en la época. “Pero si bien lo hacen desde una concepción binaria, es interesante por la actitud no totalizante de la utilización del masculino plural, que sería lo usual en esa época”, nos dice Manuel Martínez.

Por otro lado –sostiene el director del Ateneo– la “afición” a la que aluden estos “aficionados paraguayos” no es el simple gusto o interés por el cultivo de las artes visuales, sino una actividad que realizan por mero placer en los ratos libres; es decir, en el ocio permitido por la desahogada posición económica, como se sabe, de las familias a las que pertenecían estos expositores.

Un bordado

Una curiosidad de esa muestra, que excedió las tradicionales “artes mayores” (dibujo, pintura y escultura) propias de los salones decimonónicos, fue incluir a una de las consideradas artes menores: el bordado.

“Recordemos que, por ese mismo tiempo, el historiador del arte austrohúngaro Alois Riegl investigaba acerca del arte industrial tardorromano, ocupándose del diseño en los bordados y textiles, en el que se encuentra el antecedente de lo que un poco más tarde sería un nuevo concepto en el arte: la abstracción”.

“La geometrización de las borlas son los primeros ejemplos de arte no figurativo, y se encuentra principalmente en los textiles y las antaño llamadas artes menores. Agustín Clari presenta un diseño de estos. No tenemos mayores referencias de qué bordó Sofía Gonçalves en aquel raso celeste que menciona el catálogo de 1899”.

“El silencio es sospechoso. Quizá, en el único bordado de aquella primera muestra haya habido alguna ‘molesta’ forma no figurativa de la que todavía, a falta de categorías, no se podía hablar”, es la conclusión a la que llega Manuel Augusto Martínez Domínguez.

La exposición se podrá ver durante todo junio, y la presencia del guitarrero y el contexto que lo envuelve nos conduce a esa Asunción de 120 años atrás.

pgomez@abc.com.py

• Fotos ABC Color/Diego Peralbo/Gentileza.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...