El cántaro como símbolo

El próximo 25 de julio se conmemoran 455 años de las primeras elecciones secretas que tuvieron lugar en esta parte del continente. La urna utilizada entonces, un cántaro, hoy símbolo de la civilidad en el Paraguay.

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Entre el 21 y el 22 de julio de 1558 fallecía súbitamente el gobernador Gonzalo de Mendoza y Luján, quien sólo gobernó 22 meses. Había nacido en Baeza, Andalucía, España. Fue un conquistador llegado con las huestes de don Pedro de Mendoza, su hermano, y fue uno de los fundadores del fuerte de la Asunción.

Había actuado en varias entradas exploratorias y en 1556 fue designado gobernador interino del Paraguay, a la muerte de –Domingo– Martínez de Yrala, por expresa disposición testamentaria de este (era su suegro). Durante su corto gobierno, Ruy Díaz de Melgarejo fundó la ciudad de Villa Rica del Guairá, envió campaña contra los agaces, encomendó una expedición exploradora a Nufrio de Chaves.

Para reemplazarlo al frente de la provincia –en virtud de la Cédula Real del 12 de septiembre de 1537– se congregaron en la iglesia asunceña de La Encarnación, los oficiales reales y los cabildantes para consultar y debatir sobre y en razón de la forma y el orden que se debía tener en cuenta para el nombramiento y elección de la persona que gobierne el Paraguay en nombre de su majestad el rey de España.

En cumplimiento de la mencionada cédula se acordó convocar a los demás moradores y vecinos de Asunción y pobladores de hasta cinco leguas de distancia para que eligieran gobernador interino. La convocatoria se hizo por bando y pregoneros y para llevar a cabo la votación, se determinó hacerlo en un papelejo pequeño, con secreto y fidelidad.

También se estableció que la votación estuviera presidida por el obispo, los alcaldes y el escribano. Aquel “papelejo pequeño”, debía ser depositado en cántaro públicamente sin que se vea ni lea cosa alguna de escrito hasta tanto todos hayan votado. Los comicios tuvieron lugar el lunes 25 de julio de 1558, después de misa. Concluido el oficio religioso, se colocó una mesa frente al altar mayor, donde se ubicó el obispo flanqueado por los alcaldes y regidores y el escribano Orué.

Cada votante juró delante de un crucifijo y sobre el misal abierto votó por la persona “que Dios y sus conciencias le dictaren que regiría mejor estas provincias…”. Al final de la elección, se sacaron y leyeron los papeles depositados en el cántaro, dejándose expresa constancia de que “no hubo fraude ni cautela”. De esa manera, 350 votantes eligieron al candidato que debía gobernar la provincia. Con mínima oposición, salió electo don Francisco Ortiz de Vergara, a quien el obispo llamó frente al altar de la iglesia donde se realizó la votación y los alcaldes y regidores lo recibieron con la ceremonia acostumbrada a estos efectos y lo pusieron en ejercicio de su cargo.

Esta primera elección en territorio paraguayo se hizo registrándose la identidad de cada votante, quienes hicieron uso de aquel privilegio por medio de papeleta, voto escrito, secreto y obligatorio (con multa a los contraventores), escrutinio público y registro por duplicado ante escribano. Aquella experiencia electoral fue realmente inédita y con todos los elementos que la hicieron legal y legítima, teniendo en cuenta que se realizó en los momentos aurorales de la conquista y colonización de estas tierras. Ayudó al éxito de aquel primigenio acto electoral, la vieja práctica que tenían los vecindarios españoles de las instituciones municipales medievales.

La elección, como habíamos dicho, recayó sobre don Francisco Ortiz de Vergara, hijodalgo sevillano nacido en Salleras, España, llegado al Paraguay con las huestes del segundo adelantado, don Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Se había casado con una de las hijas del gobernador Domingo Martínez de Yrala, lo que influyó grandemente en su elección. Sostuvo varias luchas contra los indígenas guaraníes y realizó una expedición a la Audiencia de La Plata, con el propósito de ser confirmado en el cargo. Dejó como teniente gobernador a Juan de Ortega. En Chuquisaca, Ortiz de Vergara afrontó una grave acusación a causa de lo vano de su viaje y el virrey ordenó su destitución. Para sustituirlo, fue designado, con el título de Adelantado, Juan Ortiz de Zárate.

El recipiente comicial

La cerámica es una de las expresiones artesanales que denotan el desarrollo cultural de un pueblo civilizado. Una nación nómada, de cultura paleolítica, primitiva, solo produce artesanalmente tejidos o cestos y otros rústicos objetos medianamente utilitarios. Sin embargo, un pueblo incipientemente civilizado, de cultura neolítica, de costumbres sedentarias, por lo tanto agricultora, produce elementos artesanales que le permiten valerse de sus objetos fabricados de mayor utilidad para su desenvolvimiento cotidiano.

Una de estas expresiones artesanales de la cultura neolítica es, indudablemente, la alfarería. Y es esta una de las artesanías tradicionales de ascendencia prehispánica. La elaboración de cacharros de alfarería era técnicamente rudimentaria y lo hacían siguiendo la técnica del colombín, una tira o cordón de barro que se va arrollando a partir del fondo, formando una vasija a medida que el barro se va secando. Generalmente estos utensilios de barro tenían carácter ritual y eran utilizados para enterramientos de los miembros muertos de los atyha indígenas.

Posteriormente, con el mestizaje, se perdió la función ritual de la alfarería y se fue volviendo más utilitaria. Los primitivos kambushi mortuorios experimentaron el estrechamiento de su boca, adquiriendo, en muchos casos, las formas de las tinajas españolas –o de los botijos o cantarillas, según el caso–. De esa manera fue surgiendo un elemento utilitario nada refinado, pero obra del ingenio humano, que le dio forma y sentido, convirtiéndolo en una expresión primordial, original, y, sobre todo, de servicio.

Y fue esto último el gran aporte del cántaro, del kambuchi primigenio: servir como recipiente, no solo del vital líquido, sino de la voluntad popular en la primera elección pública y secreta de autoridades que conoció el Paraguay. Por eso, por iniciativa de una casa de altos estudios de nuestro país, la Universidad Comunera, el Supremo Tribunal de Justicia Electoral declaró el Día de la Civilidad Paraguaya la fecha del 25 de julio en conmemoración de aquel primer acto comicial, con características democráticas, que tuvo lugar en Asunción.

El cántaro es el símbolo de civilidad paraguaya por haber sido la primera urna de votación en unas elecciones.

surucua@abc.com.py

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