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“La naturaleza siempre pide paz y armonía al ser humano, diciendo: ‘Vamos a vivir juntos’. Para qué destruir el planeta. Si hundimos el barco Gaia, la Madre Tierra, nos hundimos todos”, es lo primero que expresa el artista Alfredo Moraes.
Para él, con las armas que cada ser humano posee —en su caso el lienzo— se puede aportar un granito de arena o una gran roca, si es posible, para defender el medioambiente y realizar un análisis ante el avance tecnológico e industrial desmesurado, a veces irreversible, sin medir las consecuencias para las generaciones futuras.
Desde 1977 expone, en forma profesional, utilizando la pintura como su medio de expresión. Inicialmente, su temática fue la figura humana estilizada, pero a partir de la muestra Naturaleza y color, en 1986, su enfoque giró en torno a la ecología y preservación de la Tierra. En la década del 90, en sus lienzos plasmó animales en peligro de extinción, como yaguareté, garza, tucán, cigüeña del pantanal o tujuju, pavo real, teniendo como fondo chapas metálicas, tornillos, botellas y desechos plásticos o industriales.
“El bellísimo yaguareté que va quedando sin hábitat, el grácil galope del caballo, el vuelo impecable del ave, la blancura inocente de una garza o paloma, que tal vez se posan en desechos contaminantes o nucleares, arrojados por el ser humano; la erótica orquídea, las inmaculadas calas; las coloridas flores con una misión efímera, de armonía perenne que fija y alegra nuestras retinas, emergiendo siempre en resquebrajaduras e intersticios del metal, la roca y Madre Tierra”, explica.
Igualmente, asumen un rol principal los fondos de las pinturas, silenciosos, vacíos, misteriosos, oníricos y metafísicos; las texturas, ya sea con una depurada técnica o un marcante del color del atardecer, que se reflejan en esas planchas metálicas desbordadas por la vegetación, pero siempre con color, resultando esa composición de connotaciones plásticas, además de colaborar y cumplir la responsabilidad de elevar al ser humano a planos superiores.
Los pavos reales son majestuosos. “Recuerdan al arcoíris y en cada una de sus plumas está escrita la palabra ‘paz’, en diferentes idiomas, emulando —con algunas pocas obras— al carismático y emprendedor mensajero de la paz: el papa Francisco”, afirma el artista.
Con sus obras pretende encender chispas de esperanza e ilusión, “tan necesarias para el alma”. La naturaleza pide paz; esa es una gran encrucijada en la obra del pintor Alfredo Moraes.
Admira al sumo pontífice porque trasmite alegría. “Tiene la sencillez de San Francisco de Asís, el santo italiano que fue diácono y fundador de la orden franciscana. Él decía: ‘El que trabaja con las manos es un labrador o agricultor; el que trabaja con las manos y la mente, un artesano; el que trabaja con las manos, la mente y el corazón, un artista’. Y te digo, sinceramente, que lo creado es intuitivo, sale de adentro... Después de un infarto, dos stent, uno vive de yapa y, francamente, así como el escritor o músico, el pintor tiene dones, y nos van a pedir rendición de cuentas al final de nuestra existencia. Qué hicimos por el bien de nuestro prójimo, familia, país y humanidad”.
Lucy Yegros se refiere a Moraes diciendo: “Creo que el propósito del arte es iluminar a otros, y la obra de Alfredo Moraes no solo ilumina, sino ayuda a meditar y contemplar. Es de espacio místico e invita a la búsqueda de la realidad espiritual, al retorno a la naturaleza, pues somos naturaleza. Su arte es transformador y permite al espectador vislumbrar la belleza de un mundo unido”.
La exposición individual de Moraes, titulada El artista y la encrucijada, tendrá lugar en el Edificio Réplica de la Estación del Ferrocarril, sito en la av. República del Paraguay, costanera de Encarnación. La apertura se realizará el martes 30 de junio, a las 19:00.
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