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Y este uso precisamente es el que se le daba en Egipto, donde los esclavos movían grandes abanicos de plumas para proporcionar aire a su faraón. En España, las primeras referencias aparecen en la Crónica de Pedro IV de Aragón, en el siglo XIV, en la que se cita como oficio de nobles que acompañaban al Rey "el que lleva el abanico".
En China la tradición es milenaria; su uso se remonta a tiempos del emperador Hsien Yuan. Dicen que se usaban como pequeño elemento personal que, además de refrescar, servía como elemento decorativo y de complicidad amorosa. ¡Sí! Las mujeres de la época transmitían sus emociones con solo mover el abanico. Se comunicaban con sus enamorados mediante un código secreto que existía en cada movimiento del abanico.
De esta forma, daban a conocer sus pareceres... "sí", "no", "seguime", "sos feo", etc., etc. De este lenguaje te vas a enterar más adelante. Ahora vamos continuar con la historia. En realidad, no hay una fecha exacta que revele su origen. Es incierto. Se pierde en el tiempo. Algunos dicen que tiene que ver con la época prehistórica, cuando el hombre descubrió el fuego y, para avivar las brasas, no encontró mejor forma que agitar el aire con cualquier objeto a modo de abanico.
Conjeturas aparte, se cuenta también que fueron empleados por los babilonios, persas, griegos y romanos. Volviendo a Egipto, la representación más antigua que se conoce está en la cabeza de una maza ceremonial que se encuentra en el Asmolean Museum de Oxford. Perteneció a Narmer, según datos recabados de la página todoabanicos.com.
Narmer, por el año 3000 a.C. unificó por primera vez el Alto y Bajo Egipto, representando un cortejo real en el que aparecen dos esclavos con abanicos. Otras representaciones egipcias en las que aparecen abanicos las encontramos en las tumbas de Beni Hasan, de la XII dinastía 1791- 1796 a.C., en los bajos relieves del Rameseo (dinastía XIX) y en los frescos de Medinet-Habu (dinastía XX).
Griegos y romanos también utilizaron estos llamativos complementos. Prueba de ellos son las citas literarias de varios autores clásicos. Así, por ejemplo, Eurípides en su tragedia Helena habla de un eunuco que abanica a la mujer de Menelao mientras duerme con el fin de que los insectos no la molesten. Mencionan también este accesorio Menandro, Plauto, Marcial, Ovidio, Tibulo y Propercio en sus obras. Los griegos tenían abanicos de diferentes tipos: el miosoba, el ripis y el psigma, constituyendo para las mujeres atenienses el centro de la belleza.
Por su parte, los romanos lo llamaban flabelo. En el siglo VII después de Cristo se inventa, en Japón, el abanico. Era plegable y se lo consideraba un elemento ritual. El abanico era también conocido por incas y aztecas, ya que entre los presentes de Moctezuma a Hernán Cortés figuraban seis abanicos de plumas. En fin, el abanico pasó por varias culturas y aunque su uso esté totalmente perdido en nuestros tiempos, no está de más recordar de qué manera las damas flirteaban con sus enamorados... Quién sabe... por ahí rescatamos esos códigos o formas de galanterío que tienen un especial encanto.