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Claro que casi siempre, a todos los grandes, parece habérseles olvidado su propia adolescencia, sufren de amnesia en relación a lo que sentían y deseaban. Ese olvido ayuda a alejar sufrimientos y experiencias dolorosas respecto a las propias sensaciones, sentimientos o dificultades que pudieron haber vivido. Al pasar a la etapa adulta parece que se necesita evitar recordar y más aún sentir respecto a situaciones y cosas tanto de la niñez como de la adolescencia, por lo cual la actitud suele tornarse descalificadora y/o represora hacia las nuevas y jóvenes generaciones, explica la sicóloga Clara Bozzano.
MEMORIA DE LOS ADULTOS
El enamoramiento se da con toda la fuerza afectiva e instintiva propia de la especie y por lo tanto de la vida misma. La atracción supera las barreras culturales, raciales, familiares y hasta socioeconómicas. Solo les interesa la aceptación y la reciprocidad de la persona amada. Por eso son capaces de superar muchísimas barreras, obstáculos, prohibiciones y diferencias. El encuentro d e dos enamorados adolescentes se puede convertir en un oasis (creado por el encuentro) en el cual desaparece todo lo ajeno a ese momento, hay magia, hay fuerza, hay esperanzas, hay ganas de seguir vivos, se alimentan ilusiones y se fantasea con un amor eterno, siempre enamorado, asegura Bozzano.
Es por esta misma fuerza que ninguno de ellos puede controlar y, por lo tanto, las dificultades y desavenencias impactan en ellos con una fuerza poco entendida por el entorno.
Lo negativo y lo positivo van de la mano; por ello pueden sentir que tocan el cielo con las manos o van a las más oscuras profundidades de sus propios infiernos. Este tipo de enamoramiento tiene su ciclo que, generalmente, se encuentra en la primera etapa de la adolescencia cercana todavía a la pubertad. A medida que se va avanzando y si esa etapa se la vivió plenamente y con poco traumatismo y contención del medio familiar, el/la adolescente puede seguir transitándolo de tal manera que a toda esa fuerza y carga emocional e instintiva le pueda ir incorporando otros elementos que generalmente van relacionados primero a compatibilidad de gustos, ambientes, cultura...
Solo un tiempo después del enamoramiento inicial, los adolescentes pueden ir evaluando otros aspectos; esto no podrá ser factible si no viven antes toda la fuerza del enamoramiento.
Pasar a etapas de mayor contenido de conciencia se obstaculiza mucho más cuando el o la adolescente siente mucha hostilidad, poca contención, poca aceptación y afecto por parte del medio familiar.
MADURAR LO ANTES POSIBLE
Esperar que el amor adolescente sea de otra manera y sobre todo apurarlo para que lo antes posible se vuelva maduro puede producir los tan temidos efectos y, peor aún, cuando el medio familiar niega la expresión de estos sentimientos. En estos casos lo que se puede lograr es un estancamiento en el estilo adolescente de amar como una constante y continua manera de seguir añorando poder vivirlo alguna vez. Cuando esta añoranza se alarga y choca con las edades posteriores (juventud), en donde la elección profesional, el trabajo y otros compromisos golpeen a la puerta es cuando la conducta adolescente de amar corre peligro de cristalizarse, pues ya se hace mucho más difícil poder canalizarlo en las edades posteriores.
Será en las etapas posteriores del desarrollo evolutivo que se podrán ir incorporando los otros aspectos, con mayor conciencia, necesarios para compartir el amor con otra persona. Es importantísimo, por ello, que cada etapa pueda ser vivida lo más plenamente posible a fin de posibilitar que la siguiente etapa pueda aflorar con lo menos de cosas y vivencias pendientes. Lo no vivido se arrastra como fardos pesados que se van sumando a otros.
El amor adolescente suele asustar a los adultos, por su fuerza, su irracionalidad, su entereza, su ausencia de proyectos futuros, pero es así como se presenta y lo más adecuado y favorable es (para los adultos, educadores y padres) ver la mejor manera de acompañar a fin de evitar los daños que se pueden hacer en caso de que queden muy solos o, peor aún, viviendo el romance en la clandestinidad o privándose del mismo.
PROCESO EVOLUTIVO
El proceso evolutivo es eso: UN PROCESO, o sea, cada situación tiene un comienzo y un final que se engancha con el siguiente; o sea, cada vivencia, cada etapa, cada situación es un eslabón hacia la MADUREZ. El/la adolescente necesita explorar, investigar, reconocerse a sí mismo/ a y reconocer el mundo desde sus propias experiencias; si los dejamos solos pueden pagar precios muy altos, hasta la propia vida; y si los atosigamos, los controlamos demasiado, si los asfixiamos, no les permitimos recrear su propia identidad y ver sus propias fortalezas y debilidades, y se convierten en seres inseguros, crueles, dependientes (de personas, de drogas, etc.), estereotipados con vidas emocionales empobrecidas.
Qué adulto no recuerda el frenesí de los años adolescentes y, sin embargo, casi nadie (si lo vivió) desearía volver a esa etapa que también está llena de dudas, inseguridades, riesgos irracionales y, muchas veces, soledades. Las etapas pasan y si las podemos pasar acompañados de personas que confían en nosotros, que nos acompañan a levantarnos y volver a andar, esa etapa, esa adolescencia servirá para crecer y sobre todo, madurar.
Tampoco hay que olvidar que el amor adolescente tiene ingenuidad, fuerza, pasión, premura; es arriesgado, tiene mucha ternura e inyecta a los jóvenes de una energía que les da ganas de seguir vivos o de morir. El amor adolescente es una etapa necesaria que posibilita pasar a maneras y formas de amor más maduros, pero si se las pasa de manera traumática, con poca contención por los adultos significativos (papá, mamá, maestros y profesores), se pueden pagar precios muy altos, a veces hasta la propia vida (Romeo y Julieta) o seguir transitando las siguientes etapas con infinidad de cosas no resueltas, haciendo adultos conflictivos y/o problemáticos.
Del amor adolescente, una vez vivido, se pasa al amor adulto, al amor maduro. Y para finalizar, la sicóloga Bozzano aconseja: A LA INOCENCIA Y CASI INGENUIDAD DEL AMOR ADOLESCENTE NO PONGAMOS LOS ADULTOS MALDAD; PONGAMOS CUIDADO, AMOR Y ACOMPAÑAMIENTO.
José Chaparro (17) y Macarena González (15)
Hay un control de los padres, aunque no excesivo. Más bien nos gusta estar en casa, pasamos mejor, cuenta Macarena. A ella le gusta la música, su grupo preferido es Sin Banderas. Y mientras escucha sus letras favoritas, en su rostro se dibuja una sonrisa. ¿Por qué será? Y porque piennnnsaaa en José. Para tenerse siempre presente, la tecnología ayuda. Llevan la foto del otro en los teléfonos celulares.
Larissa Silveira (15) y José Rodríguez (16)
Así que cuando Lari y José se vieron por primera vez, Cupido hizo de las suyas. La parejita es de salir a bailar; ahora van mucho a San Ber... y sí, Larissa escribe corazoncitos con el nombre de José en su cuaderno. Ríe cuando nos revela que pinta corazones con el nombre de su amado. ¿Quién no lo hizo alguna vez? Es el amor adolescente... ingenuo, tierno, apasionado...