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Desde hace 19 meses, todos los domingos en algún lugar de Asunción o el país, pasaba algo especial: cientos de niños se reunían para jugar, merendar sano, pero, sobre todo, para aprender que la educación no es un castigo, sino un privilegio. El Club de Escuelas Solidarias (CES), con un inmenso equipo de voluntarios que dejaba sus familias para enseñar a través del juego, cambia la vida de cientos de pequeños.
CES, una iniciativa que nació hace 19 meses, aglutina a voluntarios en un espacio que si bien es recreativo, desarrolla un programa que llaman Educación 360º. El fundador Sebastián Da Ponte explica que se trata de un método que creó junto con unos amigos basándose en su propia experiencia y referencias de sistemas de enseñanza nórdicos.
“Cuando estaba en el colegio no podía estudiar como lo hacían mis compañeros; para aprender bien algo tenía que hacer que todo sea didáctico: estudiaba con música, movía las cosas de lugar. Me decían que estaba loco, pero estos ejercicios me ayudaban a entender mejor los planteamientos”, dice.
Eso es lo que intentan hacer hoy durante las jornadas de CES. Actualmente están en Cateura, Tablada, Loma San Jerónimo, Luque, Encarnación y Ciudad del Este. El CES cuenta con alrededor de 150 voluntarios permanentes que no solo se encargan del cuidado y la enseñanza de los pequeños durante las horas que dura la jornada, sino que, además, llevan toda la parte administrativa de la organización.
“Que el sistema de educación que se brinda actualmente es obsoleto no es ninguna novedad. Se educa a los niños para que sean adultos dependientes. Nosotros buscamos que aprendan que la educación no es un castigo”, señala.
La educación 360º plantea principalmente el aprendizaje a través de elementos cercanos como un termo de tereré. “Es algo que normalizamos muchísimo, pero en la cotidianeidad no nos damos cuenta de la cantidad de cosas que podemos enseñar con solo un termo, como la presión, temperatura del agua. Además, con el hielo aprenden sobre los estados de la materia, con las hierbas medicinales y la yerba mate enseñamos ciencia. La ingeniería utilizada para desarrollar un simple termo, la artesanía cuando está forrado y con la bombilla tenemos distintas clases de metales. Sí, es mucho más que ‘solo un tereré’ y está en todas las casas”, dice entre risas.
Sebastián explica que hay un montón de ejemplos cotidianos más con los cuales se puede enseñar, como el cepillado de los dientes a través de lo cual se puede aprender a contar, y no solo de higiene.
Durante las jornadas se habilitan espacios con varias temáticas, como deportes, artes y ciencias. Los elementos que emplean no son caros, ya que varios de ellos son reciclados. Entre los deportes, muchos niños conocen disciplinas como el rugby o esgrima. En artes, uno de los ejercicios preferidos es el autorretrato que hacen con ayuda de espejos. A la hora de la merienda comen frutas y otros alimentos saludables, porque también se habla de nutrición y sobre la importancia de una alimentación consciente.
El costo de cada jornada realizada ronda entre G. 5 y 8 millones, que se cubren con aportes internos, a través de socios y algunas empresas solidarias. “No queremos que el factor económico detenga esta iniciativa, todos los que colaboramos con CES lo hacemos porque queremos una educación diferente y de calidad. Creemos que es posible en el Paraguay”, finaliza Da Ponte.
Por mbareiro@abc.com.py • Fotos ABC Color/Arsenio Acuña/Gentileza.