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“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”, señala una popular cita atribuida al escritor uruguayo Mario Benedetti.
Aunque las preguntas que se hacen las personas pueden variar a lo largo de su vida y de un individuo a otro, existe una serie de interrogantes que la mayoría de los seres humanos se plantean en algún momento de su existencia.
El doctor en Psicología Clínica, Javier Urra (www.javierurra.com), presidente de la Asociación Iberoamericana de Psicología Jurídica (AIPJ) y extitular de la Red Europea de Defensores del Menor, reflexiona las cuestiones vitales que todos nos preguntamos por el viaje de la vida, que, según afirma, “siempre es un peregrinaje”.
Este reconocido sicólogo, quien acaba de publicar el libro Celebra y comparte la vida, en una conversación “a corazón abierto” con la periodista Merche Carneiro, analiza, a pedido de EFE, 10 preguntas vitales (en su doble acepción de “relativas a la vida” y “de suma importancia”) que todos nos planteamos.
Para Urra —quien ha representado a España en foros internacionales, como Naciones Unidas o el Parlamento Europeo—, “la vida merece ser vivida, pero siendo consciente de que hay dolor, sufrimiento y pérdidas. Hay que ponerle pasión. No sé si siempre hay espacio para una sonrisa, pero siempre lo hay para la esperanza”.
Una filosofía que trasunta en sus repuestas a EFE, tan breves como cargadas de sabiduría.
Anticipar las consecuencias de los actos
-¿Somos únicos? ¿Es difícil ser uno mismo?
-Sí, somos únicos. Esta sociedad, de la que todos somos parte, intenta globalizar, pero cada uno busca la individualidad. Hay que compartir con todos, aprender de algunos, y saber que se nace y muere solo; sumando, pero sin diluirse.
-¿Es importante aprender de los fracasos?
-Sin duda, pero la mayoría de la gente no aprende. Los hay que fracasarán con tenacidad. Hay que anticipar las consecuencias de los actos, preguntarse por lo que aconteció, indagar desde las opiniones de un tercero.
-¿Es posible caer bien a todo el mundo?
-¡Desde luego que no! Sería terrible. Cabe intentarlo, pero si uno tiene criterio y lo manifiesta, habrá quien discrepe y a quien no le guste. Ante lo cual, mi consejo es: sea usted mismo. El mundo es muy amplio. Hay a quien querer, con quien convivir y a quien caer mal. Es una suerte.
Maquillar el pasado nos hace libres
-¿A qué tenemos miedo?
-A la muerte, a no gustar a los demás y, algunas personas, a sí mismas. Dado que vivir es incompatible con tener miedo, al igual que a los fantasmas, al miedo hay que enfrentarlo.
-¿Cómo saber elegir lo que debemos olvidar?
-Captando lo que nos hace mucho daño, lo que no nos permite evolucionar. Cabe perdonar e, inclusive, olvidar. La memoria es esencial, pero maquillar el pasado nos hace libres.
-¿Cómo tomar decisiones acertadas?
-Depende de la genética, educación, actitud, las circunstancias y el azar. Hay que decidir siendo equilibrados, rodeándose de buena gente y no pidiéndole a la vida más de lo que ella le puede dar. Anticipe, visualice y tenga valor. ¡Responsabilícese!
- ¿Por qué debemos educarnos en el autocontrol?
-Porque el autodominio y autogobierno son esenciales para la vida, para ser previsibles, gratos y no generar dolor. La sociedad es la suma de individuos y nosotros somos uno de ellos. Facilitemos la vida a los demás y hagámosla grata para nosotros. Seamos previsibles, coherentes y congruentes.
-¿Por qué el dejar hacer no es un buen sistema para educar?
-Porque no es un sistema y todo padre sabe que la frase de mayo del 68 “Prohibido prohibir” es una estupidez. ¿Se imaginan un código de circulación en el cual cada uno hace lo que quiere? Ser tutor, profesor o padre exige asumir ser adulto e imponer normas. El hijo o alumno aprende, pero hace falta que le enseñemos, que le demos ejemplo.
-¿Cómo debemos afrontar las adversidades?
-Los contratiempos se deben asumir con naturalidad, ya que son previsibles y, nada más al nacer, sabemos que vamos a morir y sufrir. Que la vida no es justa. Una realidad ante la cual nos cabe una actitud positiva y esperanzada, lo cual no quiere decir que no deba ser realista, o sea, dolorosa.
-¿Por qué nos tomamos la vida tan en serio?
-Porque somos ególatras, nos creemos importantes, valoramos que lo que hacemos es trascendente, por miedo a reírnos de nosotros mismos. Yo sugiero que nos preguntemos cuánta gente nos ha antecedido y cuántos son recordados. Lo esencial es muy breve. Antes del “aquí yace” es cuando tenemos que actuar. Repito: ¡actuar!, ayudar a dejar en heredad un mundo mejor, un poco mejor que el que recibimos.
EFE/Reportajes