Cargando...
El "mancebo de la tierra", como llamarían más tarde a quienes -como él- enarbolaban un inocultable origen indígena, tal vez supiera ya entonces que la intolerancia y el desdén a toda forma de conocimiento eran en el Paraguay las pautas que orquestaban las relaciones sociales y, especialmente, las políticas.
En aquella sociedad carente de casi todo podía presumirse de cualquier cosa, menos el denotar capacidades sobresalientes o demostrar mayor elevación intelectual que los demás. Característica esta por la que sufrirían -en épocas aún por venir- paraguayos y extranjeros de la talla de Mariano Antonio Molas, Aimee Bonpland, José Segundo Decoud, Blas Garay, Cecilio Báez, Eligio Ayala, Karl Fiebrigs y quién sabe cuántos más.
Para colmo de males, la norma que pretendió constituirse en un anticipo democrático, la Cédula Real del 12 de Septiembre de 1537, sólo consagró un estado de conspiración permanente en el Paraguay y proveyó de dúctiles como perversos mecanismos para llegar al poder.
Entonces "... escribió para calmar el recuerdo de sus glorias, el dolor de la ausencia de la lejana patria" diría Efraím Cardozo. El mismo Díaz de Guzmán explicaría, sin embargo, que lo hizo "... para escribir (los) anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata, donde en diversas armadas pasaron mas de cuatro mil españoles, y entre ellos muchos nobles y personas de calidad" y para dejar "... alguna noticia de las cosas sucedidas en 82 años, que hace comenzó esta conquista, de que recibí tan afectuoso sentimiento (...) por aquella obligación que cada uno debe a su misma patria; que luego me puse a inquirir los sucesos de mas momento que me fueron posible, tomando relación de algunos antiguos conquistadores y personas de crédito, con otras de que yo fui testigo, hallándome en ellas en continuación de los que mis padres y abuelos hicieron en acrecentamiento de la Real Corona; con que vine a recopilar este pequeño libro tan corto y humilde, como lo es mi entendimiento y bajo estilo, sólo con el celo de natural amor, y de que el tiempo no consumiese la memoria de aquellos que con tanta fortaleza fueron merecedores de ella, dejando su propia quietud y patria por conseguir empresas tan dificultosas".
Aun a pesar de este acto de contrición literaria, los que leyeron "La Argentina", le adjudican haber sido dueño de un "estilo claro y galano" y que "algunas de sus descripciones" fueron "antológicas".
Regreso sin gloria
Díaz de Guzmán retornó a Asunción tras más de 20 años de ausencia. Lo hizo en 1620, trayendo el "fruto de su peregrinaje". En el proemio había escrito: "Primera fruta de una tierra tan inculta y nueva" pero la fecha junto a su firma, 25 de junio, motivó la consagración de la misma como "Día del Libro Paraguayo".
Ni bien retornado, Díaz de Guzmán entregó un ejemplar de sus manuscritos al Cabildo de la ciudad. Otra copia envió a su lejano, desconocido y poderoso pariente, séptimo duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán, con la esperanza de que la obra fuera impresa en España. Ambas gestiones fueron infructuosas y el autor murió sin ver el libro publicado.
Los manuscritos originales tenían como título: "Anales del Descubrimiento, Población y conquista del Río de la Plata". Pero en la edición de la primera parte (la segunda se cree perdida para siempre) realizada en Buenos Aires, en 1835, el editor Pedro de Angelis le adjudicó el nombre de: "La Argentina". Inspirado tal vez en el poema que, 10 años antes, el Arcediano Martín Barco de Centenera había publicado en Lisboa. De cualquier manera, el nombre no podía ser más apropiado. Argentina viene del latín argentinus que significa argento, de plata. O, que suena como la plata. Y de esa manera había sonado aquel libro primigenio.
Un mancebo conquistador
Nació en Asunción en 1560, según Efraím Cardozo y en 1554 de acuerdo a Ricardo Lafuente Machaín. Pero no existen dudas en que fue asunceno e hijo legítimo del capitán Alonso Riquelme de Guzmán y de la mestiza Ursula, hija de Domingo Martínez de Irala y la indígena Leonor. Esta, a su vez, hija del cacique Moquiracé, dueño y señor de los valles del Tapuá.
El hecho de que fuera portador de semejante linaje le reservó tal vez a Ruy Díaz de Guzmán el privilegio de casarse con una mujer de casta española como Juana de Oviedo, probable hija de Diego de Oviedo, de prosapia "alvarista" como la de su propio padre. Porque si no fuera por su ascendencia, especialmente española, tal vez se le reservara el triste destino de tantos otros "mancebos de garrote", que vivieron y murieron como exclusiva carne de cañón de cuanta "entrada" y expedición tuvieran lugar en aquella última mitad del siglo XVII.
En Ruy Díaz de Guzmán como en sus congéneres mestizos, "confluían las dos culturas". De la madre habría heredado la lengua y demás componentes de la nación guaraní. Especialmente la capacidad de desenvolverse en un medio hostil como el que entornó la conquista. De la casta paterna, el gusto por las letras y la milicia. Soldado desde sus tempranos 16 años, el autor de "La Argentina" fue "cabeza del gravitante" partido mestizo, posición que lo enfrentaría a Hernandarias, "líder del criollismo". Persistentes características de un medio social que, aunque reducido y lleno de carencias, manifestó desde el inicio la capacidad de encontrar factores de disociación, a cada paso.
Entre sus muchos cargos, Ruy Díaz de Guzmán ostentó el de Teniente de Gobernador del Guairá, y aun antes que este, otros, lejos de Asunción. Fue designado Gobernador y Capitán General de los Chiriguanos y Llanos del Manso. Durante el ejercicio de esta función, también le cupo fundar Santiago de Jerez en 1593 y la villa de San Pedro de Guzmán, en territorios de la actual Bolivia. El autor del primer libro escrito por un paraguayo falleció en su natal Asunción, en junio de 1629, cuando ejercía en el Cabildo las funciones de Alférez Real y Primer Regidor. Tenía 75 años.