Cargando...
¿Qué tal? Seguro con muchas expectativas por el lanzamiento de su primer CD. La verdad que sí. Es un sueño largamente acariciado esto de hacer la versión para piano de la música de Agustín Barrios.
Las composiciones de Agustín Barrios son especiales para guitarra, ¿cómo se le ocurrió hacer la adaptación? Resulta que existe muy poca música paraguaya escrita para piano. La causa debe de ser que pocos fueron pianistas. Los grandes compositores dedicaron sus esfuerzos a obras sinfónicas y canciones.
¿Le llevó mucho tiempo? Yo siempre escuché la música de Agustín Barrios, tengo varias versiones de grandes guitarristas y siempre me llamaron la atención los giros melódicos de él y también la semejanza con obras pianísticas, por lo que fácilmente pude adentrarme en su mundo y entendí que de alguna u otra forma él tuvo influencia de grandes compositores pianistas. De hecho, en conciertos él ejecutaba versiones para guitarra de la música de Bach, Chopin, o de otros grandes pianistas. Por eso se le llama el Chopin de la guitarra.
¿Qué características tiene la música de Mangoré? Es muy bella. Yo siento que al morir él se acaba la corriente armónica y melódica que estuvo desarrollando durante su vida.
Considera que su material vendrá a revivir el interés por las grandes obras. Y es una forma de hacer renacer ese interés, especialmente para los compositores y los jóvenes pianistas.
También una forma de revalorizar el apellido Barrios, ya que usted tiene raíces familiares con el afamado guitarrista. Exacto. Llega a ser mi tío bisabuelo. Es un honor para mí llevar ese apellido y, por sobre todo, mucha responsabilidad musicalmente hablando. Nuestros antecesores, en su mayoría, han sido artistas, bohemios. Agustín Barrios tenía siete hermanos muy locos que eran escritores, poetas, músicos. También el tatarabuelo Doroteo era músico, entonces venimos de una tradición musical muy fuerte.
¿No le parece escaso el público que puede gustar de un CD de piano? En realidad me parece que llama la atención. Ya por el título del material la gente dice: Pero, Mangoré fue guitarrista. Puse ese título con la osadía de siempre para llamar la atención no solamente de guitarristas, de pianistas, sino de un público general que conoce algo de la música de Agustín Barrios.
¿Quién escucha piano en Paraguay? La gente que tiene posibilidades de adquirir este instrumento, que es muy difícil. Un piano es muy costoso. De hecho, con un gran maestro paraguayo, cuyo nombre no te digo, estuvimos pensando que Agustín Barrios habrá sido guitarrista porque no pudo comprarse un piano. Pero el piano suena ya en todos lados, en los hoteles... Lastimosamente no hay mucho movimiento de conciertos de piano, porque la gente dice que es un poco aburrido. Pero sí hay muchos estudiantes, los conservatorios están llenos.
¿Le satisface la cantidad de gente que asiste cuando da un concierto? Algunas veces sí. Algunas veces no. Todo depende, en la actualidad uno tiene que moverse con marketing. Si uno no tiene marketing, no tiene sponsors o apoyo de gente que le haga toda la escena, es muy difícil.
Empezó a los 6 años a tocar el piano, ¿cómo mide su evolución? Ser pianista es un gran desafío. Existen miles de pianistas virtuosísimos en todo el mundo. LLegar a ser uno de ellos es realmente algo muy difícil, por sobre todo en nuestro medio. Cuando estaba terminando el colegio e ingresando a la facultad yo ya estaba haciendo conciertos, preparándome para ser un concertista de piano, pero por cosas del destino también incursioné en el ámbito de la dirección de orquesta y, vamos a decir, quizás haya sido algo muy bueno, porque es una formación integral ser pianista, director de orquesta, compositor. Realmente vivir del piano es algo casi imposible acá.
Usted vive del piano. Vivo de la música, no del piano.
¿De qué manera? Toco en casamientos, hago conciertos de orquestas de cámara, tengo una orquesta sinfónica, hago arreglos musicales, hago partituras en la computadora. Ahora estoy haciendo un material de versiones para piano de Barrios, enseño piano...
Hay que hacer de todo... De todo para mantenerse en la música. También dirijo coros. Pero es una bendición realmente decir soy músico profesional y vivo de la música.
Hay que tener los dedos ágiles, los brazos flexibles, ¿cuál es la clave de un virtuoso del piano? Es el estudio, básicamente. La dedicación, el sentarse seis a ocho horas por día para practicar, hacer escalas, es la clave para llegar. Y, por sobre todo, tener talento y presencia en el escenario. No todos los buenos pianistas aguantan la presión de un público, lastimosamente existe eso. Aparte del talento llegar a comprender el sonido del piano. Hay mucha gente que dice este es un músico, no un pianista. O este es un pianista, no un músico. Porque cuando uno se vuelve muy técnico se pierde un poco del color, de lo fascinante.
Pero tanto tiempo sentado frente a las teclas debe ocasionar un terrible dolor de dedos... Por sobre todo, lo que duele es la espalda. Cada una hora, una hora y media, uno se para, da unas vueltas, gira, porque, si te fijás, los grandes pianistas son todos encorvados. Yo quiero llegar a ser un gran pianista...
Y por qué no empieza a doblar su columna. Ese es el tema, no quiero tener la espalda encorvada (risas).
¿No atonta exponerse a tanto tiempo de sonidos agudos? Es increíble, vos sabés que cuando más estudiás, cuando más estás en ese mundo, menos querés salir. Uno entra ahí y ya se cree un Bethoveen, un Mozart. Uno está ahí soñando. Pasa alguien y pregunta: Che, ¿vos no vas a comer? No, no, no. Salí de acá, estoy practicando. Uno entra en ese mundo mágico de la música y ya no quiere salir.
Tan ensimismado que de repente pierde noción de la realidad y toca cualquier cosa y no puede parar... A veces sí. De hecho somos un poco locos... El que está en la música tiene algo que le falta o algo que le sobra.
Con razón, a veces, la gente piensa que los pianistas son personas extrañas... Se suele decir mucho eso (risas).
¿Y usted cómo es? Creo ser simpático. Pero, en casa, me dicen que soy un cascarrabias. Grito, zapateo, soy muy ansioso. Me suelen decir que soy hasta despelotado, desordenado, pero yo tengo mi orden, mi mundo. En mi cabeza está algo que quizás para otra gente no está. Pero vivo en eso. Yo me siento feliz con lo que hago, ahora que estoy compartiendo con otra persona, que es mi esposa.
Y ella lo aguanta... Me aguanta, es increíble. Porque realmente, a veces, soy insoportable.
¿Fuera de su ámbito profesional, en qué encuentra distracción? Anteriormente mi vida era tocar, escuchar, estudiar, ir a los conciertos, dar conciertos. Todo era música. Pero cuando empecé a conocer el mundo de la movida, cambié un poco. Suelo ir a la chopería a cantar...
Ah, le gusta la cerveza... No, no. No me gusta la cerveza. No tomo, pero me voy a la chopería, me voy al karaoke...
Y qué toma, ¿agua, jugo, gaseosa? Tomo Coca.
Igual es divertido, ¿no? Sí, con mi señora cantamos en el karaoke. Vamos al cine. A la casa de mis suegros. Conocer un poco la noche, ir a algunos pubs, encontrarme con amigos. Hacer algo diferente.
¿Cómo reacciona su afinado oído con la cachaca y otros sonidos bien ruidosos que aturden en los locales nocturnos? La verdad que anteriormente decía: No puedo creer, cómo esta gente puede escuchar esto. Es una aberración. Y realmente es, pero se acepta. El oído ya está acostumbrado a escuchar todo tipo de ruidos. Solamente, en su época, Mozart no podía escuchar una nota desafinada o si no se enfermaba una o dos semanas.
A su criterio, ¿cuál es la mejor composición del mundo? No puedo decir qué música es la mejor. Pero uno de los mejores compositores para mí es Bethoveen. Y puedo decir que con el primer acorde de la Sonata Patética de Bethoveen estuve una vez dos horas con un maestro de piano y cuando sonó como él quería y como yo sentí que tenía que sonar me pareció un mundo mágico, increíble, que me brotaron lágrimas al ejecutar.
¿Qué representa para usted el piano? Es el instrumento musical por excelencia. Para mí es lo más bello que se pudo haber confeccionado, porque tiene toda una historia de cómo fue surgiendo, de cómo fue llegando a ser lo que ahora es el piano forte. Y para mí es el padre o la madre de todos los instrumentos. Aparte de ser un instrumento percutivo, según estudios hechos ayuda a desarrollar la inteligencia, ambos hemisferios del cerebro, gracias a que uno está ejecutando con ambas manos, a la vez está leyendo dos pentagramas al mismo tiempo. Y el piano para mí, ahora que estoy casado, sería mi amante.
Un guitarrista, un flautista o un violinista dice lo mismo... Y sí, cada uno se enamora de su instrumento.
¿Y quién dice la verdad? Y la verdad es de cada uno.
¿Sueños? Un próximo volumen de El Piano de Mangoré, estoy haciendo un proyecto que se llama A desafinar con una empresa multinacional que apoya la creación de orquestas de niños y jóvenes en barrios de Asunción. También la reactivación de la Sinfónica Juvenil del Paraguay.
Identikit
César Manuel Barrios Martínez nació en Asunción el 25 de febrero de 1976. A los 6 años empezó a estudiar piano en la Escuela Normal de Música, con la profesora Bella Lidia Giménez de Ocampos. En el 2003 se casó con Mónica Villalba (sicóloga laboral).
En 1997 creó la Orquesta Sinfónica Juvenil del Paraguay. Ganó varios premios a la excelencia: primer premio del Concurso Nacional de Pianistas 96, primer premio del Concurso Nacional de Composición 95 y Mención de Honor Premio Nacional de Música 2001, otorgado por el Congreso Nacional.
Las composiciones de Agustín Barrios son especiales para guitarra, ¿cómo se le ocurrió hacer la adaptación? Resulta que existe muy poca música paraguaya escrita para piano. La causa debe de ser que pocos fueron pianistas. Los grandes compositores dedicaron sus esfuerzos a obras sinfónicas y canciones.
¿Le llevó mucho tiempo? Yo siempre escuché la música de Agustín Barrios, tengo varias versiones de grandes guitarristas y siempre me llamaron la atención los giros melódicos de él y también la semejanza con obras pianísticas, por lo que fácilmente pude adentrarme en su mundo y entendí que de alguna u otra forma él tuvo influencia de grandes compositores pianistas. De hecho, en conciertos él ejecutaba versiones para guitarra de la música de Bach, Chopin, o de otros grandes pianistas. Por eso se le llama el Chopin de la guitarra.
¿Qué características tiene la música de Mangoré? Es muy bella. Yo siento que al morir él se acaba la corriente armónica y melódica que estuvo desarrollando durante su vida.
Considera que su material vendrá a revivir el interés por las grandes obras. Y es una forma de hacer renacer ese interés, especialmente para los compositores y los jóvenes pianistas.
También una forma de revalorizar el apellido Barrios, ya que usted tiene raíces familiares con el afamado guitarrista. Exacto. Llega a ser mi tío bisabuelo. Es un honor para mí llevar ese apellido y, por sobre todo, mucha responsabilidad musicalmente hablando. Nuestros antecesores, en su mayoría, han sido artistas, bohemios. Agustín Barrios tenía siete hermanos muy locos que eran escritores, poetas, músicos. También el tatarabuelo Doroteo era músico, entonces venimos de una tradición musical muy fuerte.
¿No le parece escaso el público que puede gustar de un CD de piano? En realidad me parece que llama la atención. Ya por el título del material la gente dice: Pero, Mangoré fue guitarrista. Puse ese título con la osadía de siempre para llamar la atención no solamente de guitarristas, de pianistas, sino de un público general que conoce algo de la música de Agustín Barrios.
¿Quién escucha piano en Paraguay? La gente que tiene posibilidades de adquirir este instrumento, que es muy difícil. Un piano es muy costoso. De hecho, con un gran maestro paraguayo, cuyo nombre no te digo, estuvimos pensando que Agustín Barrios habrá sido guitarrista porque no pudo comprarse un piano. Pero el piano suena ya en todos lados, en los hoteles... Lastimosamente no hay mucho movimiento de conciertos de piano, porque la gente dice que es un poco aburrido. Pero sí hay muchos estudiantes, los conservatorios están llenos.
¿Le satisface la cantidad de gente que asiste cuando da un concierto? Algunas veces sí. Algunas veces no. Todo depende, en la actualidad uno tiene que moverse con marketing. Si uno no tiene marketing, no tiene sponsors o apoyo de gente que le haga toda la escena, es muy difícil.
Empezó a los 6 años a tocar el piano, ¿cómo mide su evolución? Ser pianista es un gran desafío. Existen miles de pianistas virtuosísimos en todo el mundo. LLegar a ser uno de ellos es realmente algo muy difícil, por sobre todo en nuestro medio. Cuando estaba terminando el colegio e ingresando a la facultad yo ya estaba haciendo conciertos, preparándome para ser un concertista de piano, pero por cosas del destino también incursioné en el ámbito de la dirección de orquesta y, vamos a decir, quizás haya sido algo muy bueno, porque es una formación integral ser pianista, director de orquesta, compositor. Realmente vivir del piano es algo casi imposible acá.
Usted vive del piano. Vivo de la música, no del piano.
¿De qué manera? Toco en casamientos, hago conciertos de orquestas de cámara, tengo una orquesta sinfónica, hago arreglos musicales, hago partituras en la computadora. Ahora estoy haciendo un material de versiones para piano de Barrios, enseño piano...
Hay que hacer de todo... De todo para mantenerse en la música. También dirijo coros. Pero es una bendición realmente decir soy músico profesional y vivo de la música.
Hay que tener los dedos ágiles, los brazos flexibles, ¿cuál es la clave de un virtuoso del piano? Es el estudio, básicamente. La dedicación, el sentarse seis a ocho horas por día para practicar, hacer escalas, es la clave para llegar. Y, por sobre todo, tener talento y presencia en el escenario. No todos los buenos pianistas aguantan la presión de un público, lastimosamente existe eso. Aparte del talento llegar a comprender el sonido del piano. Hay mucha gente que dice este es un músico, no un pianista. O este es un pianista, no un músico. Porque cuando uno se vuelve muy técnico se pierde un poco del color, de lo fascinante.
Pero tanto tiempo sentado frente a las teclas debe ocasionar un terrible dolor de dedos... Por sobre todo, lo que duele es la espalda. Cada una hora, una hora y media, uno se para, da unas vueltas, gira, porque, si te fijás, los grandes pianistas son todos encorvados. Yo quiero llegar a ser un gran pianista...
Y por qué no empieza a doblar su columna. Ese es el tema, no quiero tener la espalda encorvada (risas).
¿No atonta exponerse a tanto tiempo de sonidos agudos? Es increíble, vos sabés que cuando más estudiás, cuando más estás en ese mundo, menos querés salir. Uno entra ahí y ya se cree un Bethoveen, un Mozart. Uno está ahí soñando. Pasa alguien y pregunta: Che, ¿vos no vas a comer? No, no, no. Salí de acá, estoy practicando. Uno entra en ese mundo mágico de la música y ya no quiere salir.
Tan ensimismado que de repente pierde noción de la realidad y toca cualquier cosa y no puede parar... A veces sí. De hecho somos un poco locos... El que está en la música tiene algo que le falta o algo que le sobra.
Con razón, a veces, la gente piensa que los pianistas son personas extrañas... Se suele decir mucho eso (risas).
¿Y usted cómo es? Creo ser simpático. Pero, en casa, me dicen que soy un cascarrabias. Grito, zapateo, soy muy ansioso. Me suelen decir que soy hasta despelotado, desordenado, pero yo tengo mi orden, mi mundo. En mi cabeza está algo que quizás para otra gente no está. Pero vivo en eso. Yo me siento feliz con lo que hago, ahora que estoy compartiendo con otra persona, que es mi esposa.
Y ella lo aguanta... Me aguanta, es increíble. Porque realmente, a veces, soy insoportable.
¿Fuera de su ámbito profesional, en qué encuentra distracción? Anteriormente mi vida era tocar, escuchar, estudiar, ir a los conciertos, dar conciertos. Todo era música. Pero cuando empecé a conocer el mundo de la movida, cambié un poco. Suelo ir a la chopería a cantar...
Ah, le gusta la cerveza... No, no. No me gusta la cerveza. No tomo, pero me voy a la chopería, me voy al karaoke...
Y qué toma, ¿agua, jugo, gaseosa? Tomo Coca.
Igual es divertido, ¿no? Sí, con mi señora cantamos en el karaoke. Vamos al cine. A la casa de mis suegros. Conocer un poco la noche, ir a algunos pubs, encontrarme con amigos. Hacer algo diferente.
¿Cómo reacciona su afinado oído con la cachaca y otros sonidos bien ruidosos que aturden en los locales nocturnos? La verdad que anteriormente decía: No puedo creer, cómo esta gente puede escuchar esto. Es una aberración. Y realmente es, pero se acepta. El oído ya está acostumbrado a escuchar todo tipo de ruidos. Solamente, en su época, Mozart no podía escuchar una nota desafinada o si no se enfermaba una o dos semanas.
A su criterio, ¿cuál es la mejor composición del mundo? No puedo decir qué música es la mejor. Pero uno de los mejores compositores para mí es Bethoveen. Y puedo decir que con el primer acorde de la Sonata Patética de Bethoveen estuve una vez dos horas con un maestro de piano y cuando sonó como él quería y como yo sentí que tenía que sonar me pareció un mundo mágico, increíble, que me brotaron lágrimas al ejecutar.
¿Qué representa para usted el piano? Es el instrumento musical por excelencia. Para mí es lo más bello que se pudo haber confeccionado, porque tiene toda una historia de cómo fue surgiendo, de cómo fue llegando a ser lo que ahora es el piano forte. Y para mí es el padre o la madre de todos los instrumentos. Aparte de ser un instrumento percutivo, según estudios hechos ayuda a desarrollar la inteligencia, ambos hemisferios del cerebro, gracias a que uno está ejecutando con ambas manos, a la vez está leyendo dos pentagramas al mismo tiempo. Y el piano para mí, ahora que estoy casado, sería mi amante.
Un guitarrista, un flautista o un violinista dice lo mismo... Y sí, cada uno se enamora de su instrumento.
¿Y quién dice la verdad? Y la verdad es de cada uno.
¿Sueños? Un próximo volumen de El Piano de Mangoré, estoy haciendo un proyecto que se llama A desafinar con una empresa multinacional que apoya la creación de orquestas de niños y jóvenes en barrios de Asunción. También la reactivación de la Sinfónica Juvenil del Paraguay.
Identikit
César Manuel Barrios Martínez nació en Asunción el 25 de febrero de 1976. A los 6 años empezó a estudiar piano en la Escuela Normal de Música, con la profesora Bella Lidia Giménez de Ocampos. En el 2003 se casó con Mónica Villalba (sicóloga laboral).
En 1997 creó la Orquesta Sinfónica Juvenil del Paraguay. Ganó varios premios a la excelencia: primer premio del Concurso Nacional de Pianistas 96, primer premio del Concurso Nacional de Composición 95 y Mención de Honor Premio Nacional de Música 2001, otorgado por el Congreso Nacional.