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Marco es un paraguayo que reside en España, pero de tanto en tanto viene al Paraguay a hacer lo que le gusta: contar cuentos. A pesar de ser actor y periodista de profesión, su pasión por la literatura le llevó a convertirse en cuentacuentos.
Su historia la escuchamos en el Café Literario, en una tarde fresca, pero soleada. “Soy de Tacuatí, un pueblo mal visto últimamente, pero, curiosamente, los tacuateños somos bastante cordiales, tranquilos, independientemente del entorno que se vive hoy. En mi niñez lo recuerdo como un pueblo rodeado de selvas, con un portón de entrada y otro de salida; con muchas historias, fábulas y mitos de por medio. Además, mi abuelo era un gran fabulador que sobrevivió a dos guerras, así que tenía muchos relatos que contar... y la tele no llegó hasta finales de los 80. Había un solo aparato, que era de un tío, en 1990; imaginate lo que era eso. Si mal no recuerdo, un año más tarde vino la luz, así que nuestras únicas distracciones eran ir al río –la mayoría de las veces, sin permiso– o reunirnos en la casa de mi abuelo a contar o escuchar historias. Esa influencia creo que me marcó para llegar a esto”, afirma.
Lo cierto y claro es que se transformó en un gran cuentacuentos cuando llegaron al país personas dedicadas a esta noble tarea, quienes buscaban pares paraguayos. No había registro de esta actividad, así que Marco encontró una oportunidad y se animó a hacer lo que tanto le gustaba escuchar de niño. “Había que viajar a Uruguay. En principio contactamos con Rubén Rolandi, pero no pudo ir. La experiencia vivida en dicho país fue muy importante para mí y, en el 2007, estábamos montando un proyecto similar que llamamos Ñe’ê jerépe. Fue el puntapié para iniciarme en esto”, comenta.
Flecha es fiel creyente de que el amor por los libros empieza desde el vientre de la madre, y a través de la literatura es posible inculcar valores y lecciones de vida a los más pequeños. “Un cuentacuentos tiene el deber de enseñar, promover, cultivar o fortalecer los valores que ya existen en los niños. Por medio de los cuentos estamos enseñándoles que sean responsables y mostrándoles caminos correctos. Los niños deben tener contacto con los libros; tenemos que enseñarles a amar la lectura desde pequeños, y que ellos puedan palpar y sentir el olor de un libro”.
¿Qué criterios tiene a la hora de contar un cuento? Primero, tener bien conocido el cuento y ver que al niño le llame la atención. “Tenemos que conocer a los niños, saber qué literatura les gusta; por lo tanto, podemos hacer un sondeo sobre sus gustos, porque si no les gusta, podemos hacernos pedazos y ellos van a estar inertes. Lo segundo es meternos en el personaje; hay que perder el miedo y tener confianza en nosotros mismos para captar su atención, que es lo más difícil de mantener. En definitiva, si uno no logra encantar a su auditorio, no hay resultado positivo. El cuentacuentos tiene que encantar”.
Lo suyo es tradicional, oral, de todas partes del mundo. “Comencé contando historias de nuestro país. Me gustan muchos los libros, más que los objetos, y me encantan los contenidos con acción que les abran la mente, potencien la creatividad y dejen un mensaje, como los de Esopo. Sus fábulas ocupan un lugar muy especial dentro de los cuentos infantiles, porque son relatos breves que contienen valiosas enseñanzas que ayudan a educar en valores”. Su vida por la Madre Patria se debe a que está casado con una sevillana y son padres de dos hijas: Ara y Saite. “En Sevilla montamos un festival para adultos que ya lleva 10 años. Comenzamos en un bar y ahora trabajamos en un teatro, ofreciendo este tipo de propuestas. Se llama Festival Intercultural de Narración Oral de Sevilla (Finos). Es un festival enteramente autogestionado y sin ánimo de lucro, que busca contribuir a la integración de las diferentes culturas presentes en Sevilla mediante la narración oral de cuentos”.
En nuestro país también impulsó un emprendimiento similar: la gira Vy’a renda Paraguay. “Voy a los asentamientos, los pueblos del interior, Tacuatí, para ofrecer actividades variadas, como lectura de cuentos, poesía, títeres, música y mucho más. Este año tenemos una agenda variada, pero con el mismo entusiasmo y las ganas de siempre”.
Hoy, por ejemplo, va a estar en Jotopa ñoha’angarã, un grupo de teatro del interior, con funciones y talleres. El viernes 1 de junio va a estar en La Serafina, ubicado en Eligio Ayala 907, con una función de cuentos para adultos. El sábado 2 realiza un taller de Encantacuentos en el espacio Samu’u, República de Colombia 550, de 15:00 a 19:00. El domingo 3, una función para todo público en la plaza San Silverio, de Luque. El lunes 4, con funciones escolares, también en Luque. Del martes 5 al sábado 9 estará en Asunción con un encuentro de narración oral denominado La patria que late en mí. Del domingo 10 al miércoles 13 realizará una gira por las escuelas y colegios de su querida Tacuatí. El viernes 15 hará lo propio por escuelas y colegios de Caacupé y Caraguatay. El sábado 16, una función familiar en la Bioescuela popular El Cántaro, de Areguá. El lunes 18, con talleres para el programa Tororé de Areguá y, finalmente, el martes 19, otra gira escolar por las escuelas de Itauguá.
Una agenda bastante nutrida. Es porque a Marco le gusta lo que hace y cuanto más público llegue, mejor. Por donde va, busca dejar una semilla y, aunque sea pequeña, el aporte que deja es muy grande, teniendo en cuenta que contar cuentos es un acto de comunicación que fue empleado desde los orígenes de las sociedades primitivas para preservar la cultura de un pueblo, entretener y, también, establecer lazos de amistad. Las sociedades modernas están dejando de lado la oralidad y reemplazan por nuevos modos de relacionarse, como internet. Pero no hay nada que sustituya en su totalidad a la oralidad, porque esta no existe solo dentro de un contexto verbal. Las palabras van unidas a gestos, modulación vocal, y están asociadas a un entorno humano.
Fotos: ABC Color/Silvio Rojas.