Cuando hay voluntad...

En la ciudad de Areguá, un grupo de alumnos está edificando su propia escuela recurriendo a la bioconstrucción. Con materiales renovables, reutilizables y reciclables, desde el arte buscan la oportunidad de superarse en un ambiente más ecológico y más económico.

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Cuando hay voluntad, no existen limitaciones. Esta frase se ajusta al espíritu de Joe Giménez y Gustavo Díaz, un joven matrimonio que apuesta a la cultura en la ciudad de Areguá y a la formación de niños en el arte, de manera que puedan desarrollar su potencial creativo para luego devolver a la comunidad todo lo aprendido.

Lo que inicialmente fue un almacén de arte para la promoción, difusión y rescate del talento popular, indígena y de toda inspiración en general, desde el 2008 pasó a ser un espacio cultural que finalmente se posicionó como una Escuela Popular de Artes y Oficios enfocada a trabajar con la comunidad y utilizar la cultura como herramienta de trasformación social.

Ahí, en un reducido espacio, los niños del lugar recibirán clases gratuitas sobre diversas técnicas artísticas de la mano de grandes creadores que aportaban su tiempo y conocimientos en el adiestramiento de futuros grandes artistas. “ Comenzamos con unos pocos y ahora son 18 los talleres que brindamos con la finalidad de propiciar oportunidades para que niños, jóvenes y adultos, en especial aquellos de escasas oportunidades, accedan a prácticas culturales locales y universales en todas sus disciplinas”, explica Joe Giménez.

Esta iniciativa fue creciendo a medida que también aumentaba el número de niños deseosos de aprender y salir adelante. “En principio eran enseñanzas de pintura, guitarra, de cómo moldear el barro. Hoy ya contamos con clases con diversidad de estilos, de tal forma que puedan explorar, valorar y adquirir hábitos de disfrute de la cultura”, añade.

Las plazas también fueron otras zonas de aprendizaje ante la enorme concurrencia de niños. Ante esta situación, se vieron en la necesidad de contar con un local propio y pusieron manos a la obra en el cometido. Finalmente, con la ayuda del Fondo Nacional de las Culturas y las Artes, más aportes personales, consiguieron comprar un terreno en la ciudad de Areguá. ¿Qué hicieron? Recurrieron a la bioconstrucción para levantar un techo y continuar impartiendo clases. ¿Y qué es la bioconstrucción? Es un tipo de edificación que tiene como objetivo la utilización de técnicas que garanticen un mayor ahorro energético, la preservación del medioambiente y la salud de los propios habitantes de los edificios, al utilizar materiales no contaminantes ni tóxicos y, en lo posible, renovables y reciclables. En este caso, la futura escuelita está siendo construida con ladrillos de barro hechos por los ¡propios alumnos!, además de otros materiales reciclables como botellas, ventanas de autos. “Estamos recibiendo todas las donaciones posibles, construyendo y mejorando El Cántaro bioescuela popular, nombre con que activamos ahora, ya que incluimos a la larga lista de talleres creativos populares temas sobre medioambiente. Creemos que desde los primeros años escolares es necesario educar a nuestros niños acerca de la importancia del cuidado del ecosistema, de manera que puedan asumir compromisos reales. Con esto, no solo apuntamos a contar con un local propio, sino también involucrar a la comunidad en el coaprendizaje de una bioconstrucción, a descubrir y potenciar talentos, y a generar conciencia ecológica”, coincide el joven matrimonio.

Es así que niños, jóvenes y adultos se reúnen los fines de semana para elaborar ladrillos que hacen de tierra colorada y tierra común del lugar, pasto seco o paja, aserrín, cerámica rota triturada y agua, por supuesto. Echan la mezcla en un enorme recipiente y entre todos pisan hasta lograr una mezcla homogénea. Luego depositan en unos moldes y dejan secar al sol durante dos días. “Quedan bien resistentes”, afirma Joe. “Y lo mejor es que, al ser ladrillos porosos, los ambientes no retienen la humedad, entonces el espacio se vuelve más saludable”, agrega Gustavo.

Actualmente, la futura escuela se encuentra en etapa de casi terminación. “Seguimos trabajando y recibiendo donaciones que son todas bienvenidas. Además de los detalles de la escuela propiamente dicha, nos queda el baño, que va a contar con un sistema de desagüe de agua de lluvia. Aprovechamos todo lo que la naturaleza nos brinda”.

Otro detalle novedoso de la bioconstrucción es que el techo va a contar con un jardín y, por cierto, las botellas quedan también muy innovadoras como tragaluz. Algunas máscaras talladas por los niños resaltan en las paredes, así como dibujos con formas geométricas. En fin. En El Cántaro bioescuela popular se respira arte. Y el arte es un alimento vital para el espíritu humano.

DESDE LA ANTIGÜEDAD

Las construcciones más antiguas de la humanidad fueron bioconstruidas con un conocimiento íntimo de los materiales y diseños más apropiados para el lugar donde fueron erguidas. En el caso del uso del barro y el adobe, por ejemplo, fueron utilizados para construir las Murallas de Jericó (Palestina, 9000 años a.C.), las pirámides por civilizaciones preincaicas en el Perú, toltecas y aztecas en México, la Gran Muralla China y la Torre de Babel. En Norteamérica, las comunidades indígenas que vivían en zonas secas construían casas de cuatro a cinco pisos que aún se mantienen en pie. Los guaraníes también hacían y continúan haciendo bioconstrucciones con la tacuara, el barro y otros árboles nativos, cuyas técnicas ahora están resurgiendo.

Sepa más

cantaroaregua@gmail.com

Teléfono: (0291) 432-954.

www.el-cantaro.com

Texto ndure@abc.com.py

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