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Corrían los años de guerra cuando la entonces radiante joven de 16 años se presentó como voluntaria a un llamado para mujeres que debían oficiar de enfermeras a los prisioneros bolivianos.
Se vistió el uniforme blanco y acudió al hospital de campaña que se había montado en la Escuela Normal de Profesores Número 2, al lado del parque Caballero. "Yo no estuve en el Chaco, pero fui enfermera de los prisioneros de guerra que eran traídos a Asunción. Eran todos soldados", dice al empezar la conversación en un tono suave y pulcro. "Vivíamos bien aquí y no sentíamos para nada los rigores de la guerra", añade.
"Cuidamos a todos los soldados, que ya venían con los primeros auxilios recibidos en el Chaco. Acá venían para estar internados y seguir la recuperación", sigue el diálogo.
-¿Venían muy mal heridos?
-¿Alguno intentaba escapar?
-Para nada. No querían escapar. Luego vino a buscarlos el Dr. Bernardo Chacón, boliviano, y se los llevó a todos en una embarcación especial.
Recuerdos del Mariscal
El padre de Rosalila, Bernardo Estigarribia, era primo del mariscal José Félix Estigarribia. Era contador y director de Aduanas en esa época. Ambos tenían sus casas a pocos metros y sus familias se frecuentaban bastante.
-¿Conociste personalmente al mariscal Estigarribia?
-Claro. Yo iba a visitarlos con mucha frecuencia y Graciela (la hija) me invitaba a tomar el té con higos secos. Siempre comíamos higos secos porque a ella le encantaban. Estuve en su casamiento con el Dr. Horacio Fernández, enviudó y entró en un convento en Buenos Aires. Se hizo monja.
-¿Qué más recordás de ellos?
- ¿Fue un golpe muy duro?
-Recibimos la noticia y la gente quedó consternada. Le querían muchísimo al mariscal Estigarribia. Fuimos a esperar sus restos en el Oratorio de la Virgen de la Asunción. Solo trajeron en una urna pequeña...
- ¿Estuviste en el desfile de la victoria?
-Lo aclamamos al Mariscal cuando vino victorioso del Chaco. Venía a caballo y al lado estaba su edecán estirando las riendas... Poco después ya ocurrió la tragedia.
La vida es bella
Se habían conocido antes de la guerra y era el año 1944 cuando se hizo la boda, tras ocho meses de noviazgo. La ascendencia vasca de ambos hizo que el sacerdote que los casó les advirtiera que iba a ser "muy difícil entenderse porque los vascos son muy tercos y duros en sus posiciones".
Sin embargo, se llevaron maravillosamente bien y fue una familia ejemplar y muy unida. "Mi esposo era una persona con don de gente. Vivía frente mismo a nuestra casa y estuvimos de novios ocho meses. Yo tenía 27 años cuando me casé con el entonces capitán Irrazábal. Como era yo la menor de nueve, todos mis hermanos me ayudaron y ahora soy la única viva", reitera.
La pareja tuvo cuatro hijos: Jorge Guillermo, Desiderio Victoriano, Ana María y Luis Daniel. Como es tradición en la familia, todos estudiaron; los tres hombres optaron por ingeniería y la mujer es escribana.
"Mis hijos me dieron 13 nietos y 7 bisnietos", dice Rosalila.
Muy fotografiado
El mayor Desiderio Irrazábal era primo hermano del Cnel. Luis Irrazábal, que vivía en la Villa Sofía, donde hoy está el supermercado (avda. Carlos Antonio López y Díaz de Solís). El Coronel fue una figura muy importante durante la Guerra del Chaco, dirigía tropas en el frente y trabajaba muy de cerca con el mariscal Estigarribia, que comandaba desde su cuartel general en la ciudad que hoy lleva su nombre. Luego hubo ciertas desavenencias y se distanciaron, anécdota que también cuenta en los recuerdos de familia.
En los años de guerra, Rosalila también fue madrina de muchos soldados paraguayos. "Nos designaban a nuestros ahijados y teníamos que cartearnos con ellos. Les enviábamos dulces y otras cositas al frente".
La vocación de esta mujer siempre fue servir a los demás. Quizás por ello cuando pasó la contienda reemplazó las jeringas por los lápices, pero jamás se quitó el guardapolvos blanco.
Luego de la guerra, se hizo voluntaria de la Cruz Roja Paraguaya y finalmente se recibió de maestra y fue profesora de secundaria, llegando a ser supervisora de escuelas particulares hasta la jubilación. "Empecé a enseñar en la Escuela Adela Speratti y luego me licencié en Historia. Como supervisora recorrí todas las escuelas particulares de la República del Paraguay que estaban a mi cargo. En muchas partes no había caminos y nos íbamos en avión. Volvía al día siguiente", recuerda.
Unos 20 años atrás Rosalila Estigarribia quedó viuda. Antes que retirarse del mundo, decidió explorarlo sola con dos viajes a Europa. Y no lo hizo con grupos de su edad, sino con gente de todas las edades, porque -como ella dice- en su espíritu todavía sigue siendo joven.