Con el poder del Fénix

El Dr. Héctor Herrera lo tenía todo: una prominente carrera como médico cirujano, una probidad indiscutida en cirugía laparoscópica y bypass gástrico, decenas de medallas y trofeos como runner del asfalto, una hija a quien adorar y muchos cursos por asistir. Pero (toda historia tiene un pero), la vida le dio de bruces contra el asfalto en una fría noche de agosto en Ciudad del Este. Una noche que no quiere recordar, esa en la que un automóvil lo arrolló y dejó tendido sin atención por más de dos horas… A partir del accidente, su vida es un constante recomenzar.

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“Pain, you made me a believer” (Dolor, me hiciste un creyente”)… de Believer, Imagine Dragons, suena vía el parlante bluetooth instalado estratégicamente en un rincón del quirófano. La fuerza de batería de Daniel Platzman y la voz de Dan Reynolds forman la banda sonora de la escena en la que la atención se centra sobre el procedimiento que el doctor Héctor Herrera realiza y muestra a un grupo de residentes que lo rodean en la sala de cirugía del Hospital Nacional de Itauguá.

Verlo maniobrar en su silla bipedestadora (una silla de ruedas que permite, con comandos eléctricos, mantenerlo de pie) nos da la idea de que él se erige cual robot futurista rumbo a una misión especial. Y, la verdad, no estamos muy lejos de ese cuadro imaginario cuando vemos que, gracias a la tecnología, su condición parapléjica no le impide meterse al quirófano y operar, salvar y mejorar la calidad de vida utilizando la herramienta que mejor conoce: la laparoscopía.

A sus 46 años, el doctor Héctor Herrera (Encarnación, agosto, 22) es dueño de un poder de resiliencia que él alimenta diariamente con determinación, disciplina y responsabilidad.

Agosto fatídico

El año pasado, a pocos días de su cumpleaños, el doctor Herrera realizó un viaje a Ciudad del Este. El 18 de agosto ocurrió eso de lo que no quiere hablar y que lo dejó en un estado el que, si no tuviera la fuerza de voluntad que tiene, estaría encerrado, deprimido y entregado. Lo poco que se sabe es que fue hasta esa ciudad para un curso, y a la noche, cuando iba a encontrarse con otros colegas, un automóvil lo arrolló y se dio a la fuga. Él quedó tendido en el asfalto por alrededor de dos horas. La única pista es el espejo retrovisor que quedó en el lugar. Ni filmaciones, ni testigos… Nada… Solo dolor, un inmenso dolor, y el inicio de una odisea que sigue su curso y tiene a Herrera en permanente estado resiliente.

Cuando por fin llegó el auxilio, los pronósticos no fueron los más alentadores. Tras 18 días de terapia intensiva, numerosas operaciones, injertos, tutores, reposo absoluto y luego un viaje para terapia de rehabilitación. Este encarnaceno, padre de una hija de 16 años, no se dio por vencido y siguió adelante, para demostrar y demostrarse que, pese a las dificultades, si hay voluntad, se puede.

El primer refugio fue la familia. “Papá, tenés que manejarte como una persona normal, solo perdiste la movilidad de las piernas”, le decía su hija Camila Verónica Herrera Martínez, de 16 años. Con ese motor y un norte definido, y dándose tiempo para que la medicina haga lo suyo, siguió la senda que había iniciado como profesional especialista en cirugía laparoscópica y bariátrica.

El segundo refugio fue la fe. Aprendió a tener como norte la creencia en un ser superior y se hizo la promesa de realizar estudios bíblicos y llevar una vida acorde con el cultivo de los valores cristianos.

“Antes que nada, agradezco a Dios el poder estar vivo, y que me bendijo en dejarme intactos mis manos y mi cerebro, que son mis elementos de trabajo. Si él está presente, se puede vencer cualquier obstáculo. Hoy día valoro muchísimo más la vida, la familia y los amigos. Trato de disfrutar todo lo que nos rodea diariamente, dando el valor necesario a cada persona y a cada cosa en particular. Son innumerables las personas y los diferentes grupos de amigos a quienes les debo un gran agradecimiento. Agradezco inmensamente al gremio de los médicos, de quienes recibí y sigo recibiendo mucho apoyo. Cercano de mí tengo personas muy especiales que me apuntalan día a día a quienes agradeceré eternamente”, dice.

Recuperación lenta

“Mi recuperación fue lenta y progresiva. Mi mayor dificultad fue la recuperación de los pulmones, que recibieron contusiones y requirieron lavados para retirar coágulos que tapaban la vía aérea. Tuvieron que sanarse primero las fracturas del brazo derecho, que necesitó una cirugía; las fracturas costales; luego, someterme a una reparación de una fractura expuesta de la pierna derecha portando un dispositivo llamado tutor externo. También requerí de varios injertos de piel”, detalla.

A partir de su alta médica, recibió asistencia médica y kinesiológica en su domicilio. Al estar en condiciones, se retiró el tutor externo y se realizó la cirugía reparadora de la pierna derecha, a finales de octubre de 2018. Luego de eso guardó reposo absoluto, y a principios de diciembre realizó una rehabilitación intensiva en un centro especializado en la Argentina, en el que enseñaron la mayor independencia posible dentro de las limitaciones de este tipo de lesión. “Pero lo más importante fue la fuerza y confianza que recibí en ese centro, donde diariamente me puntualizaban que podría llevar una vida normal y que todo se puede”, enfatiza.

En cuanto a la vida de cirujano, refiere que es “un tanto ajetreada”. “Actualmente, trato de centrar mis actividades en lugares cercanos. Mi consultorio que estaba en Asunción funciona actualmente en mi residencia, que fue adecuada para mi condición actual”, explica.

“Siempre fui deportista, jugué al pádel, básquetbol, y últimamente participé en varias corridas y una ultramaratón de 46 k. Oportunamente, me dedicaré a algún deporte que pueda realizar desde mi condición”, detalla.

Herrera se recibió de médico cirujano en la Universidad del Nordeste (UNNE), de Corrientes (Argentina), en 1997. Realizó la especialidad de cirugía en el Hospital Nacional de Itauguá. Realizó un curso de laparoscopía de avanzada en Corrientes en el año 2005. También tiene una especialidad de cirugía bariátrica en Bogotá (Colombia) en el año 2008, junto con el doctor Carlos Felipe Chaux, en la Clínica del Country.

“A toda persona que pase por una situación similar a la mía, le diría que todo se puede, que no se debe decaer nunca, sí tratar de sacar la palabra ‘no puedo’ del vocabulario, que deben buscar una fortaleza espiritual y rodearse de personas positivas”, finaliza Herrera, cual ave Fénix renace todos los días.

antonia@abc.com.py/ mescurra@abc.com.py

• Fotos ABC Color/Marta Escurra.

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