Compartir risas es lo mejor

Carlitos Vera, entregado a su público y enamorado de su profesión, habla desde su casa de Nazareth. Emocionado, rememora sus comienzos, su voluntad para conseguir los objetivos, la persistencia, el optimismo y su envidiable positividad. Con ustedes, ¡el hombre de las mil voces!

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Carlitos Vera se define a sí mismo como un humorista. Es lo primero que aclara al iniciar la entrevista. “No soy cómico, soy humorista”, afirma y pasa a “desmenuzar” las características de su profesión. “El cómico y el payaso hacen reír a la gente. El humorista es un observador de la sociedad, el que hace reír pensando. De todo lo que ve, arma una historia: de un cumpleaños, casamiento, velorio, de absolutamente todas las situaciones que se presentan en la vida”, reitera. Y él es un capo en esta tarea. Lo avalan los 52 años de carrera, que lo festejó con un show que llamó Ríase de Vera.

Para Carlitos, hacer reír es un placer de profesión. Pero las emociones afloran cuando habla de sus comienzos, de su prolífica trayectoria. Le brillan los ojos, se contiene, hace un pausa y cuando la voz está firme, se traslada a su infancia y cuenta sobre esos primeros chistes, esas primeras imitaciones que realizaba en su barrio. “Antes, las casas no tenían murallas, estaban divididas por cercos nada más; entonces uno escuchaba la conversación de todos los vecinos y eso me servía para armar mis ‘diálogos’. Plagueos, discusiones, todo era útil. Y cuando nos encontrábamos en la despensa o alguna fiesta, no faltaba quien me diga: ‘Nde, Carlitos, mbaéicha pio he’i ña fulana, ha fulano mbaeicha oñe´e’ y yo comenzaba a imitar, desatando la risa de la gente. A medida que iba creciendo, me daba cuenta de la reacción que causaba y algunos ya comenzaban a invitarme para hacer reír, hasta que vi la oportunidad de hacer radio y me lancé”, cuenta.

El político, el borracho, las parejas, los velorios son personajes que nutren los monólogos del humorista. “Todos esos temas de mi entorno, que crecieron conmigo, me sirvieron y fortalecieron en este camino. Nací con una aptitud y fui desarrollando con los años. Me entretengo y me divierto con todo”, agrega.

Un personaje memorable que acompañó su carrera por más de 30 años fue la de Julio César Romero o “Romerito”. “Pedían siempre su imitación en todas las presentaciones. Era un clásico”, revela.

Los velorios de pobres y ricos también arrancan carcajadas del público. Cada situación que se le presenta va anotando en una agenda que nos muestra. De puño y letra, allí van “gestándose” los futuros personajes que llevará a los escenarios del país. No hay un rincón adonde no haya llevado su cargamento de risa. “Estuvo en varios países del exterior y recibió muchas menciones por su carrera”, aporta Clara, su esposa, quien acompañó atenta la entrevista.

Para el artista, lo importante no son los lugares, los escenarios, sino las personas con las que él comparte su arte. “El público es lo que nos reafirma, nos potencia”, expresa. Su esposa asegura que siempre los aplausos son cerrados. Carlitos interrumpe diciendo: “Lo que soy le debo a mi esposa. Es la que me sostiene, me apuntala, motiva”.

Con ella se cumple cabalmente aquello de: detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Clara escucha atenta y aclara que la vida con el humorista no es de diversión todos los días. “Tiene sus días, pero no le hacemos caso. Así se le pasa enseguida”, afirma.

El mismo Carlitos dice que el mal humor le dura muy poco. “Hay que reírse hasta de uno mismo y yo me río siempre de mí mismo, aunque tengo armada mi historia vivo improvisando siempre. La vida en sí es todo un ejercicio de improvisación”, expresa.

Sus referentes son varios: Jerry Lewis, Mario Alfonso Moreno Reyes “Cantinflas”, Roberto Gómez Bolaños “El Chavo”; pero quien le inspiró fue el comediante, actor, cantante y director teatral argentino Jorge Porcel, aunque toda su admiración va para el actor, humorista, compositor, productor, director y escritor británico Charles Chaplin.

Carlitos mira el futuro con mucha ilusión, porque es la única manera de afrontar los proyectos. La dedicación y el amor a su arte lo llevaron a brillar en suelos extranjeros; sin embargo, le cuesta aceptar que, la mayoría de la veces, nadie es profeta en su tierra. “Recibo el reconocimiento de mi público, que siempre me aplaude y me es fiel, pero por otro lado me siento olvidado. Me gustaría tener un pequeño espacio en la televisión, por que tengo mucho que ofrecer todavía; estuve dando un show con Jorge Ratti, José Ayala, Sofía Ayala Abreu y Gabriel Gómez. La verdad es que fue una experiencia magnífica, una retroalimentación de generaciones”, admite.

Fue una temporada muy buena en la que la gente apoyó cada noche de humor, llenando los locales en los que participaba con los monólogos. “El humor está cambiando en el país. Hay diferentes maneras de hacer reír a la gente. Si bien antes teníamos excelentes comediantes, como César Álvarez Blanco, Rojas Doria y otros, ahora más jóvenes se animan desde los monólogos y eso es bueno”, reflexiona.

Para él, los discursos de stand up tienen su proceso de elaboración, como en toda profesión. “A un cocinero supongo que no le va a ser muy fácil diseñar la carta de un restaurante o a un carpintero hacer una cocina, y así debe ser. Uno trabaja para que el resultado sea lo que el público espera, y así lograr que pase una noche divertida y recuerde como una gran noche. Compartir risas con la gente es lo mejor”, asegura el humorista.

El artista insiste en que el público es lo más importante. Ofrecerle alegría y, sobre todo, respeto es su tarea fundamental. Relacionarse con las personas cuando camina o va al súper es algo que le complace, aunque no tanto a su esposa, Clara. “Es imposible comprar sin que le atajen o hablen, de aquí o allá, pero encontré la solución: cada uno con su carrito y después nos encontramos en la caja o si no es imposible”, exclama.

Mas esa interacción con el público, ese sentir y descubrir el cariño, la consideración le fortalecen personal y profesionalmente. “Considero la distinción más importante que recibo cada día”, manifiesta.

En otro momento de la charla, sostiene que lo más importante de ser popular es el contacto con la gente. “Verdaderamente le da felicidad a uno”.

Carlitos dice también que hay que ser muy sincero en este género del monólogo. “Hay que contar desde uno mismo. Más que la identificación, me interesa esa sensación de que el otro diga ‘a mí me pasa lo mismo’. Hablar desde uno mismo, ser sincero, hacer reír, es lo que cuenta”.

Para el humorista es más difícil hacer llorar que hacer reír, porque para lo segundo es necesario un cómico o humorista. “Hacen llorar los dramaturgos o quien tenga mucha conciencia de lo trágico”.

Llegamos al final de la charla y a la hora de su siesta obligada. Antes dimos un paseo por la pequeña galería de cuadros, donde los flashes también apuntaron. Contento y agradecido con la entrevista. Definitivamente, hay Carlitos Vera para rato. Lo que es mejor, se nutre, busca superarse constantemente, porque dice que el humor forma parte de la actividad esencial y exclusiva del ser humano, al igual que el pensamiento. Verdaderamente, son más que notable, y de gran calidad, sus monólogos disparatados. Es Carlitos Vera. Así de simple. ¡Ah! Anuncia dos libros para marzo de 2015, de toda su vida, sus mejores monólogos y personajes. Imperdible.

ndure@abc.com.py 

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