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Solo verlos llegar ataviados con sus atuendos para la “paqueta ceremonia” ya es para morirse de risa. La novia, la señorita Kaschulita Emesteria Sinfosia Salvadora Kasimoto, con su blanco vestido y la “cola” estirada por los padrinos, no hace más que sonreír mostrando sus dientes intercalados, una corona de flores maltrechas y una panza que delata los almíbares antes del matrimonio. En el altar aguarda ansioso el novio, de nombre Arekoko Michi iko Ipukúko Fesderico Karterista Aquino Montoya, y el sacerdote impávido con un rosario que casi llega hasta el suelo. Las rodajas de pan, a modo de hostia, y la copa de la celebración, que no es más que un trofeo de fútbol ganado en algún campeonato, forman parte de la escena. ¿De dónde viene esta tradición que se revive todos los 24 de junio, Día de San Juan? “Anteriormente, en el campo, el matrimonio estaba reservado solo para cierta clase social; solo chuchis se casaban. De hecho, la mayoría de las parejas solo se ‘juntaban’, vivían en concubinato y, cuando se celebraba una boda, participaba todo el pueblo y se armaba una gran fiesta”, cuenta el profesor Benedicto Vargas.
Según su relato, la casa de la novia se arreglaba muy bien, con flores, coloridos banderines, arcos de ramas y flores, y en el patio se preparaba el baile. Las velas eran prendidas delante del nicho familiar, lleno de estampas y santos. Y, al llegar la hora esperada, se armaba una caravana de acompañantes: toda la parentela, los amigos y los curiosos que, con gritos y mucha alegría, seguían la carreta o carroza en la que iban los novios. “Era una ceremonia en la que ocurría de todo: no faltaban los que iban con una copita de más y querían desentonar el ambiente o los que buscaban impedir la boda recurriendo a cualquier artimaña, y esto es lo que se quiere rescatar”, expresa el profesor Vargas.
Su relato se ve interrumpido por la turba que llega, precisamente, compuesta por los novios, sus padrinos y el curioso con unas copitas de más... A los gritos y apurones arreglan la cola de la novia y se acercan hasta el altar...
“Amadísimos hermanos, seres vivos de la naturaleza inmune”, exclama el sacerdote, iniciando la ceremonia... “Avy’a, avy’avente hína. Peicha pevente avy’ata. Ko’ape jaju ñaina ja celebrávo ko sagrado vínculo”, continúa.
El novio interrumpe para preguntar: “¿Mba’e piko ere pa’i? Y este le responde: “Vín-culo, vínculo he’ise hína unión...”. Y así entre frases con dobles sentidos transcurre todo el rito; con gritos, discusiones en medio de la solemnidad del caso y la aparición del “achispado vecino” que trastabillando intenta llegar, una y otra vez, hasta el altar, interrumpiendo cada tanto las palabras del sacerdote.
Y así, el casamiento koygua dura más de media hora, logrando captar la atención y generando carcajadas entre los espectadores, tanto por la “escenografía” como por el “vestuario” y el “acertado lenguaje” de los actores, en este caso todos amateurs. “Acá, el elenco está compuesto por una familia a la que le gusta el teatro. No tienen estudios actorales. Alberto Vargas, el alegre de la comitiva, por ejemplo, es policía. Víctor Adrián Vargas, el padrino, está cursando el primer año de la Media. Elizabeth Yegros, la madrina, es profesora escolar básica y cantante a la vez, mientras que Johanna Yegros es fisioterapeuta. El único profesor de teatro es Blas Vargas, quien oficia de sacerdote, mientras que el novio, Roque Vargas, es también docente. Todos recrean esta chistosa historia por amor al arte, ya que es muy poco lo que ganan. Cuando vamos por el interior no es mucho lo que podemos pedir, porque tampoco tienen muchos recursos”, admite Blas Vargas.
La escenificación la realizaron para ABC Revista en el Centro Vocacional San Roque González de Santa Cruz, en medio de una lluviosa tarde que no apañó el talento de este grupo, que busca reavivar una de las tradiciones más populares de nuestro país, que es el San Juan Ára. Teniendo en cuenta la importancia de preservar una costumbre porque transmite, en el tiempo, un conocimiento cultural y patrimonial, y una memoria que nos permite ubicarnos como seres históricos, identificados con nuestra cultura, es que se merecen un fuerte aplauso.
Sepa más
Benedicto Vargas: 0971 729 854
Blas Vargas: 0984 524 972
ndure@abc.com.py