Caridad incansable

El padre Aldo Trento no deja de sorprender. Nuevas obras se suman a las muchas realizadas en pos de los más desprotegidos: un comedor y un centro cultural de eventos.

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El 28 de julio de 1958 dejó a sus padres para ir al seminario de la congregación religiosa de los padres canosianos. Tenía 11 años. Ya a los siete, después de ver el filme Molokai sobre la vida del padre Damián, hoy santo, sintió en su corazón un gran deseo de entregarse completamente a Jesús. Imitando al apóstol de los leprosos, quería ingresar al seminario, pero no fue aceptado debido a su corta edad.

Durante los cuatro años siguientes olvidó este deseo que se había encendido en su corazón. En una vigilia en honor a San José fue a confesarse y le preguntaron si quería ser sacerdote misionero. No hace falta mencionar la respuesta. Con la aprobación de sus padres, tomó una mochila con lo estrictamente necesario, bajó por la calle y, cuando pasó un tractor, “le pedí que parara y me llevara a la montaña donde estaban de vacaciones los seminaristas de los padres canosianos”.

Desde aquella tarde del 28 de julio de 1958 no volvió a su casa, “salvo una vez al año, por un breve descanso de verano”.

Policonsultorio

No se imaginaba el camino que le esperaba. Uno que le conduciría a nuestro país y en el que realizaría un trabajo admirable, restaurando la dignidad en los más desprotegidos. Desde el policonsultorio Juan Pablo II asiste a pobres y enfermos. Este cuenta con el servicio de caridad de amigos médicos para todas aquellas personas que necesitan recibir atención en las áreas de cardiología, cirugía vascular, clínica médica, dermatología, ecografía, electrocardiograma, sicología, ginecología, servicios de enfermería, nutrición, odontología, oftalmología, pediatría, PAP y traumatología.

También está la escuela Pa’i Alberto, que abrió sus puertas con el objetivo de responder a las necesidades educativas de niños de escasos recursos de la comunidad parroquial. Aparte de las lecciones normales, se desarrollan programas culturales y deportivos.

La casa Divina Providencia es una clínica de cuidados paliativos, en la que se alberga a enfermos terminales, particularmente de sida y cáncer, de escasos recursos, con prioridad para los abandonados. Desde el 2004 tiene como desafío brindar atención especializada y gratuita, y devolver la dignidad humana a los enfermos abandonados, de manera que, al partir, puedan ir en paz. La casa se sostiene exclusivamente con la caridad de los amigos.

Otra obra es la Casita de Belén, que asiste a niños que sufrieron la pérdida de sus padres y no disponen de familiares que se responsabilicen por sus cuidados.

“Hemos visto la necesidad de emprender un colegio politécnico, para responder a las necesidades de nuestros niños que cursaban el 9.º grado en la escuela Pa’i Alberto; de lo contrario quedarían fuera, sin posibilidades de crecer en el entorno en el que han sido educados desde el 2003, además de quedar privados de una educación media esencial y la proyección laboral”, refiere Trento.

Las clases comienzan a las 7:30. Al término de la jornada, cerca de 50 niños, de entre los más necesitados, quedan para recibir el almuerzo y clases de refuerzo. Aparte de las lecciones normales, se desarrollan programas culturales (clases de música, historia, arte, paseos y jornadas de contacto con la naturaleza) y deportivos (escuelas de fútbol y danza).

Se suman otras recientes iniciativas, como el comedor Madre Teresa de Calcuta y el Centro Cultural Mborore. El comedor brinda apoyo a familias vulnerables de forma semanal. Las personas llegan de diferentes partes de la ciudad y, también, de los municipios limítrofes para retirar la bolsa de víveres que les ayudará a comer por una semana. “Aprovechando lo que ya existía, hemos decidido ofrecerles el almuerzo, de manera que experimenten no solo la gracia de recibir unos kilos de alimentos, sino, también, la belleza de una amistad”.

Por otro lado, en el Centro Cultural pueden realizarse diversas actividades, que van desde conciertos hasta bodas y otros eventos sociales. La nueva construcción muestra una imponente fachada de piedras y un ambiente interior muy acogedor, en el que las piedras tampoco faltan, además de otros elementos naturales como la madera. Unos candelabros logrados con las raíces de árboles cuelgan desde los techos, otorgando originalidad al ambiente. “Aprovechamos la caída de algunos árboles que se dieron con la tormenta para realizar estos candelabros que quedan muy bien”.

La combinación de piedras con otros tipos de materiales genera una mezcla muy atractiva a la vista. En el salón también lucen excepcionales algunas imágenes. “Estamos próximos a inaugurar este espacio que ponemos a disposición de la cultura y el arte. Pensamos en un lugar en el que se puedan realizar conferencias, pequeños conciertos, muestras de arte, bodas y otros eventos sociales, con el fin de generar fondos y sostener nuestras obras”, explica el padre Aldo Trento.

Trento continúa con sus buenas obras. Su caridad es incansable. “Tiene un corazón que late al ritmo de Dios”, dicen quienes lo conocen de cerca. “Es un pastor fiel y cumplidor que hace de su parroquia San Rafael un lugar vivo y comprometido con la Iglesia”, dicen otros.

Ciertamente, en su entrega no hay horarios ni distinciones; únicamente, generosidad y servicio. Este sacerdote italiano, de trato amable y vida sobria, lleva años iluminando con su prédica y ejemplo.

Sepa más

Web: sanrafael.org.py

Dirección: Charles de Gaulle 1645 c/ Alfredo Seiferheld

Teléfonos: (021) 613-513 / (0972) 222-361

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