Buques "made in Asunción"

Además de la carabela "Comuneros", construida por orden del adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca -quien la inauguró conducido prisionero a España-, en la misma época fueron construidos en los astilleros ribereños, ubicados en la caleta asunceña, otros diez bergantines. Los trabajos fueron realizados por avezados carpinteros navales, entre quienes destacaba el portugués Hernando Báez.

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La "Comuneros", como se sabe, fue el primer buque de ultramar construido en el astillero asunceño, el primero del Río de la Plata, siendo pilotado por el portugués Gonzalo de Acosta.
Además del mencionado buque, como ya hemos dicho, se construyó en la misma época, una decena de bergantines, los que fueron utilizados en los viajes exploratorios, en el Alto Paraguay.
Según cuenta don Angel D. Sosa, en su obra "El Puerto de la Asunción", los nombres de algunas de las embarcaciones construidas en Asunción, fueron: "La Galera", "San Juan", "Santiago", "San Cristóbal", "La Golondrina", "San Marcos", "Todos los Santos", entre otros.


Donde hubo fuego...

Existen lugares en nuestra geografía que, de tan conocidos, muchas veces su sentido emblemático va destiñéndose. Uno de estos es el Kendall, a orillas del lago Ypacaraí.
El domingo pasado, un voraz incendio producido por una brasa levantada por un ventarrón, convirtió en cenizas parte del histórico edificio de la antigua estación tranviaria de Kendall.
En escasos minutos, el quincho con techo de paja que cubre la terraza del edificio, se consumió totalmente. Igual cosa ocurrió con el otro quincho, construido hace poco tiempo, que cubría la pista frontera de la construcción.
En ese lugar estaba la estación tranviaria que cubría el trayecto estación Patiño -de ferrocarril- y el puerto Kendall, donde los abuelos se embarcaban en buquecitos que los conducían hasta la villa veraniega de San Bernardino, allende el lago.
Entre ambas estaciones, los pasajeros eran transportados en tranvías tirados por caballos y mulas, que posibilitaban hacer la combinación entre el ferrocarril y las embarcaciones.

Buena época

Los años iniciales del siglo XX fueron bastante auspiciosos para la producción nacional. Muchas eran las empresas que laboraban a plenitud, dando trabajo a mucha gente, y explotando y exportando los productos elaborados en sus ingenios.
Una de estas empresas era la que explotaba el saladero y obraje La Novia, en el Alto Paraguay, propiedad de los señores Risso, empresarios de nacionalidad uruguaya.
Hacia 1914 (uno de los últimos años floridos de la preguerra mundial), esta empresa faenaba, por lo bajo, unas 11.000 cabezas de ganado vacuno.
Los productos cárnicos eran exportados a Cuba, Brasil y España, según las condiciones del tasajo. Además de carne, el establecimiento elaboraba, lenguas en conservas, grasa y sebo. Los residuos óseos, convertidos en ceniza, eran exportados a Inglaterra. Por su parte, las menudencias, astas, tendones, vergas y pezuñas, eran enviadas a los países balcánicos de donde retornaban convertidos en botones, peines, bastones, utensilios de costura y de tocador.

Un culto cristiano

Numerosos son los cultos religiosos que se establecieron en el país, aprovechando la libertad de cultos imperante en el Paraguay. Entre estas instituciones religiosas está la denominada Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo, que vino al país en 1918, y que asumió parte del trabajo realizado hasta entonces por la iglesia de los metodistas episcopales, radicados en el Paraguay desde finales del s. XIX.
Uno de los aspectos resaltantes de esta institución religiosa es la formación educativa. Una de sus principales obras fue la fundación del Colegio Internacional, en 1920, institución educativa que se separó de la Iglesia Discípulos de Cristo, en 1965, aunque manteniendo estrechos lazos con la misma.
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