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Aquello parecía un set de televisión al aire libre. La pareja estaba sentada sobre una roca en el césped, mientras las cámaras, colocadores, acomodadores del vestido los rodeaban e indicaban las poses más oportunas para un clic que se repite varias veces.
Era un estudio fotográfico al aire libre en los jardines del museo de aguas termales del distrito de Beitou, en las afueras de Taipéi. Todo ello ocurre como si nada alrededor. Nadie se inmuta con las miradas curiosas de la gente que acude a observar el primer baño público que habían instalado en el lugar los japoneses cuando tenían bajo su dominio la Isla de Formosa.
“Asistí a muchísimas bodas y es muy interesante. Es totalmente diferente a lo que hacemos nosotros”, dice el exdiplomático Carlos Martínez Ruiz Díaz, quien estuvo cinco años en Taipéi. Los preparativos, por lo general, corren por cuenta de una empresa de servicios y arrancan siempre con la sesión fotográfica.
Tres o cuatro meses antes de la boda, los novios invierten gran parte de su tiempo y dinero para tener los mejores álbumes. “La tarjeta de invitación en sí ya es una fotografía de los novios y el día de la boda todas las imágenes se proyectan en pantallas o están a modo de láminas gigantes”.
Había dos parejas al mismo tiempo. Una con vestido color plata y la otra de rojo carmín al otro de lado de los jardines del museo. Eran parte del ritual obligado de la sesión fotográfica.
Esta actividad es “la parte más importante de las celebraciones matrimoniales a la taiwanesa”. Más que fotografía, se trata de un verdadero fotoperiodismo nupcial que mueve un importante negocio en la República de China.
Las distintas empresas que ofrecen servicios de bodas se esmeran en tratar como estrellas de televisión a los novios, donde los responsables fungen de directores de cine. La sesión, que puede darse meses antes, forma parte de un paquete completo y la tarea siempre es muy ardua, no solo para quienes viven de esta profesión, sino para los mismos contrayentes.
Días enteros de producción, maquillaje, cambio de vestuarios, variación de escenario y actuaciones románticas de la pareja. Esta rutina se ha vuelto popular en los últimos años en Taiwán.
“En las dos últimas décadas, los estudios fotográficos especializados en bodas han tenido un flujo continuo de negocio. Sus vidrieras exhiben vestidos de novia lujosos y fotografías de parejas adorables. Estas tiendas aparecieron primero a mediados de los años ochenta y desde entonces se han multiplicado por toda la isla”, refieren publicaciones de Taiwán Hoy, la revista de la recientemente desaparecida Oficina de Informaciones del Gobierno (GIO).
Es que el negocio de las bodas ha ido en creciendo en Taiwán y se ha extendido a otros países de Asia, aunque las parejas prefieren llegar hasta Taipéi para la celebración. No es raro que las contrataciones se hagan desde Korea, Hong Kong o Singapur. Incluso, los taiwaneses residentes en Estados Unidos o Europa, por lo general, van a celebrar sus bodas “a la taiwanesa” en la Isla de Formosa.
Las bodas en Taiwán no son simplemente la unión de dos seres que se aman, sino también implica la de sus respectivas familias, que están más interesadas en el servicio antes que en los precios, y participan en todo aportando también su grano de arena a la variedad y creatividad.
El servicio fotográfico de bodas de Taipéi es uno de los mejores del mundo y está siendo emulado en otras culturas occidentales.
Poco después de inaugurarse el Taipéi 101, la misma presidenta de la corporación incursionó en el negocio de los servicios de bodas, dice un reporte de Taiwán Hoy. El paquete de la torre más famosa de la República de China incluye certificados de compras para las exclusivas tiendas, fotografiarse en los distintos puntos del edificio, alquilar un salón para el evento y el banquete. Los precios oscilan entre los 15.000 y 100.000 dólares americanos.
Y aunque en gran medida las celebraciones matrimoniales incorporan costumbres occidentales, en Taiwán se prefiere una amalgama entre lo moderno y la tradición oriental. Como ya se dijo, la familia adquiere un lugar muy importante. Por eso es común en las bodas taiwanesas —en medio de todo el derroche de glamour— recurrir a rituales chinos muy tradicionales en el compromiso formal de ambas partes. Una práctica que se mantiene es que, en el día de la boda, el novio toma a la novia y juntos se arrodillan ante los padres de ella para agradecerles por haber criado a su futura esposa.
Para los invitados no existen las listas de bodas. La tradición es llevar a los novios el sobre rojo con dólares taiwaneses. “Cuanto más allegado es alguien, el monto es más alto. Nunca hay que llevar un monto con número impar, pues es de mal augurio. Por ejemplo, no podés regalar 5000 dólares taiwaneses, sino tiene que ser 6000, un monto razonable. Cuando se casó una de mis secretarias, como yo era el jefe, le llevé 12.000 dólares taiwaneses, unos 400 dólares americanos”, dice Carlos Martínez.
El sobre rojo tiene que ver con la prosperidad, la suerte y la buena fortuna en la creencia oriental, pero en la práctica ayuda a los novios a cubrir los gastos de la boda y la luna de miel.
Durante la actividad social hay discursos y el más importante es el del mayor aportante o el padrino de bodas. Hay abundante comida y muchas bebidas alcohólicas; una de las pocas ocasiones en las que hay “canilla libre” en las fiestas en Taiwán. El menú tiene de 16 a 18 diferentes platos, que se comparten los comensales de cada mesa.
Pero la fiesta no llega a medianoche. La explosión de petardos y fuegos artificiales a las 22:00 indica que la boda ha terminado y los invitados deben retirarse.
Todo el cuidado y esmero de los taiwaneses en la preparación de la boda se reflejará en el jardín de los recién casados, y se mantendrá en forma rutinaria en sus vidas. Los clásicos jardines interiores y exteriores chinos son una muestra de dedicación y delicadeza en plantas y los demás elementos del conjunto así como el diseño mismo. Son siempre un lugar apacible y tranquilo para el deleite.
“El jardín chino constituye un conjunto armonioso de formas estéticas de lo pequeño a lo grande, de lo bajo a lo alto, de lo superficial a lo profundo y desde objetos en apariencia ordinarios hasta imágenes de gran significado”, dice otro reporte de GIO.
El jardín chino ofrece la sensación de libertad y elegancia a la vez. Hay pulcritud y cuidado. Los residentes de Taipéi, apremiados por los avances tecnológicos y la actividad propia de una ciudad cosmopolita, buscan siempre al final de la jornada un lugar ideal para el descanso físico y mental. Y qué mejor sitio para relajarse que contemplar o disfrutar de las flores en un sendero para la meditación.
Pero en la actualidad, los jardines chinos no solo son elementos de las residencias con patios y espacio exterior, sino también de los departamentos y pueden ocupar cualquier sitio de la casa: el balcón, la sala, el estudio, el dormitorio.
Esta preferencia oriental hacia las plantas se refleja en el resto de la ciudad con los jardines verticales, que están de moda y presentes hasta en las vallas de protección de los edificios en construcción. Es una exigencia para los tiempos actuales, en los que existe una gran falta de espacio y una gran necesidad de proteger el ambiente y purificar el aire que respiramos.
Toda la vida familiar de los taiwaneses se proyecta también hacia la religión. Las mayoritarias son el budismo y el taoísmo. Un templo de gran devoción en el que vimos un ritual que impresiona es el de Longshan Temple, construido en 1738 por colonos procedentes de Fujian (China Continental) y sirvió como un lugar de culto y reunión para los colonos chinos en Formosa.
Fue destruido varias veces por incendios y terremotos, pero pese a ello sigue en pie y es muy concurrido, día y noche. Es uno de los edificios más emblemáticos de la arquitectura taiwanesa y luce exótico con los rituales.
Y mientras esperan los hijos, la pareja de recién casados invierte también mucho tiempo y dinero en sus mascotas. “Los perritos son como hijos y se los saca a pasear en carritos, van a restaurantes donde se les permite compartir la mesa. Incluso, hay muchas parejas que deciden no tener hijos pero sí adoptan mascotas. Y cuando vienen los hijos, las mascotas pasan a ser los mimados que acompañan a los chicos en toda su rutina, desde las heladerías hasta las peluquerías más coquetas y elegantes”.