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Entre las actividades ecoturísticas más emocionantes que pueden disfrutarse al llegar a Nueva Alborada están la bicitirolesa y el llamado “columpio del fin del mundo”, además de otras actividades para quienes aman las aventuras extremas.
Nueva Alborada está ubicada a unos 40 km de Encarnación. Es una de las colonias más antiguas y tiene origen europeo, compuesto por alemanes, fineses, ucranianos, rusos, polacos y españoles. Es reconocida por su puerto Cantera, pero ahora resalta aún más por las actividades ecoturísticas que ofrece.
Una de ellas es el complejo turístico Museo del Árbol, una propiedad de 53 ha que ofrece paisajes sencillamente impactantes y maravillosos. Imposible no admirar la magnitud de la naturaleza desde el lugar. El paisaje selvático sumado al inmenso río Paraná, sin duda, son un deleite para los ojos y una caricia para el alma.
En diciembre del año pasado se inauguró el “columpio del fin del mundo”, llamado así por la desafiante aventura y la sensación de vértigo que produce hamacarse a unos 90 m de altura, sobre un precipicio de árboles y la vista al inmenso río Paraná, a 120 m de distancia. Una experiencia que roba el aliento a cualquiera. Claro que la gente no llega hasta allí para disfrutar del paisaje, sino para balancearse. La experiencia es pura adrenalina.
Toda la propiedad —de don Cristóbal Fleitas Cáceres— es muy conocida, justamente, por los atractivos turísticos, como las nacientes de aguas y paisajes naturales. Es un punto muy visitado por los amantes de los deportes de aventura, ya que tienen la oportunidad de hacer tirolesas, ¡como la bicitirolesa!, el nuevo atractivo del Museo del Árbol. La vía tiene 15 m de largo y se abre paso a una altura de 60 m, aproximadamente, entre una exuberante vegetación típica de los bosques.
La bicicleta, preparada especialmente para “pasear” en las alturas sobre unos cabos de acero, invita a la aventura extrema. Los visitantes ya pueden gozar de esta nueva y emocionante hazaña de pedalear “en los aires” y, además, disfrutar de vistas espectaculares del paisaje, reverdecidos por el gran río Paraná.
La seguridad está totalmente garantizada. Para montar la tirolesa se instala un sistema de cables suspendidos a distintas alturas, los cuales sirven como rieles a una polea, de la cual se puede enganchar a una persona mediante arneses.
En fin. Para acceder al lugar, se abona la suma de G. 10.000; para disfrutar de la bicitirolesa, G. 30.000, y del columpio, G. 10.000. Está abierto los sábados y domingos, de 8:00 a 16:00. También cuentan con una zona de camping, por la cual se abona G. 30.000. Los visitantes pueden llevar su comida y bebida o bien, reserva de por medio, solicitar un menú.
Realizar senderismo es otra propuesta. Mientras se disfruta del camino, pueden apreciarse especies, como incienso, lapacho, curupa’y, guayaibí, araticú, mora, ombú, peterevy, un sinfín de árboles nativos. No faltan los carteles con frases motivadoras, como “Tu vida es la mía, cuidame”, “Soy mucho más que leña y madera. Soy equilibrio. Soy sombra, miel, fruto y oxígeno. ¡Soy vida! Protegeme” y otra genial que dice “Aquí no hay wifi, pero te aseguro que encontrarás la mejor CONEXIÓN”. Efectivamente, es así. Realizar esas caminatas provoca asombro, bienestar y disfrute.
Y todavía hay más. Sendero para ciclismo de montaña y una casa de madera, de tres piezas, muy especial. Don Cristóbal Fleitas Cáceres vivió y crio allí a sus 10 hijos, y hoy se ve convertida en un museo en el que quedan algunos objetos de la casa y un árbol de la vida en el que los visitantes pueden escribir deseos. La propuesta está hecha. “Elige solo una maestra: la naturaleza”. Rembrandt.
Sepa más en
Facebook: Complejo Ecológico Museo del Árbol.
Teléfono: (0985) 780-921.
Fotos: ABC Color/Heber Carballo.