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El general y doctor Benigno Ferreira fue uno de los principales protagonistas de la posguerra del 70, y uno de los respetados líderes políticos de su época. Nació en Limpio, el 13 de febrero de 1846. Hijo de Concepción Ferreira y Angel Joaquín Mora. Sus hermanos fueron: Susana (casada con Silvestre Aveiro) y Mercedes (casada con Federico Guillermo Báez, ex presidente de la Convención Constituyente de 1870).
Casado con María del Carmen de la Mora Isasi, fueron padres de Celina Ferreira Mora, casada con Cristian Heisecke. Falleció en Buenos Aires, el 24 de noviembre de 1920.
Un ligur en el Paraguay
Sabido es que la presencia masiva de italianos en Sudamérica data del último tercio del siglo XIX, pero algunos vinieron antes, ya al sur del Brasil, al Uruguay y Buenos Aires. Algunos pasaron al Paraguay, como el caso de los Pozzoli, quienes se radicaron en el país en la década del 50 de la mencionada centuria.
El primer representante de ese apellido fue don Pío Pozzoli, nacido en 1835 en Novi, Liguria. Había llegado con sus hermanos al Uruguay, y de allí pasó al Paraguay. En 1859 se había casado con Francisca Ferriol, con quien tuvieron dos hijos.
En nuestro país se dedicó al comercio, y tenía inclinaciones literarias, publicando poesías y artículos en El Semanario. Su estrecha amistad con el intelectual boliviano doctor Tristán Roca, radicado en el Paraguay, le hizo sospechoso en el caso de la "gran conspiración", a tal punto de ser fusilado en San Fernando, en 1868.
Meses antes, cuando se despobló la capital, había dejado sus bienes bajo protección del ministro italiano Chapperon. Es conocida la historia de este personaje, quien había huido del país con todos los efectos puestos a su cargo, y que algún tiempo después pagó con su vida su deshonestidad.
Uno de sus nietos fue don Pío Marcelino Pozzoli, hijo de Antonio Francisco Pozzoli y doña Josefa Viveros. Pío Pozzoli se casó con María E. Chenú Bordón, con quien fue padre de Pío, Emilio Antonio, César Augusto, Enrique José y María Enilda.
Bárbaros siempre existieron
En el viejo edificio del Congreso nacional, en la época del gobierno del general Higinio Morínigo funcionó el ministerio del Interior, pues entonces no se tenía Parlamento, y el presidente gobernaba con decreto-leyes. Por el Ministerio del Interior pasaron grandes señores de la política paraguaya, pero así también algunos que eran verdaderos zopencos, como el caso del entonces coronel Luis Santiviago, quien en un arranque de barbaridad digna de Atila, allá por 1942, ordenó que todo el archivo parlamentario fuera arrojado a un basural que quedaba en los bajos del edificio del Congreso -entonces, como dijimos, sede del Ministerio del Interior-.
Así, con ese criminal gesto, fueron a la basura setenta años de debates parlamentarios recogidos en las actas de sesiones. Por suerte, algunos documentos se salvaron, como el que encontró -cuando era niño- el hoy historiador Juan Bautista Rivarola Paoli: las actas de una sesión secreta del Congreso nacional donde se trataron temas relacionados con la defensa chaqueña.