Bajo un ceibo en flor...

En verano, cada vez más, la gente cumple el ritual de alejarse de la ciudad y acercarse a la naturaleza. En una de las orillas del lago Ypacaraí existe un lugar donde la onda ecológica reina y manda: Brisas del Mediterráneo. Allí, la fresca arboleda abre espacios para el camping y la vida gira en torno a un paisaje sereno y, por sobre todo, silencioso.

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Al caer la tarde, el paisaje recrea un cuadro de romanticismo y de nostalgia. En el agua se reflejan tenues los colores que pintan el horizonte lejano como una efímera obra de arte. Es el mejor momento para sentarse en la arena y observar el show de la cambiante naturaleza. Y al oscurecer, un fogón bajo el cielo estrellado es todavía más reconfortante. Porque de noche, la brisa aleja todo resquicio de calor y el silencio invade con su ensordecedor sonido para otorgar eso que tanto se busca en vacaciones: paz.
Convivir en un ambiente natural, sensible a los valores ecológicos es la filosofía del complejo Brisas del Mediterráneo que abre sus seis hectáreas y media a las personas que aprecian la vegetación, el canto de los pájaros, la belleza de las flores silvestres y, por sobre todo, la tranquilidad.
Sin ir lejos, a dos mil metros del centro de San Bernardino, en el barrio Colón, existe este lugar poblado de árboles de timbó, lapachos, yvyra pytã, paraíso, yvyra ro y tatarê que albergan en sus ramas variedad de pájaros. "Hay de distintos tamaños y colores. Retozan por toda la propiedad y alegran el ambiente con su trinar. Aquí viven libremente y no se permite la depredación", advierte Gerardo Besteiro, cortés anfitrión del lugar.
Cuando el sol le pega en la frente, su rostro parece más joven que los 52 años que acredita su partida de nacimiento. Es que Gerardo descubrió hace poco que olvidar el ronquido de los colectivos, el smog de las calles y hostilidad de la vida urbana tiene más ventajas de lo que uno imagina. Y se metió de lleno a la tarea de explotar el turismo ecológico. Se hizo cargo del ex Camping 19 e introdujo mejoras para dar comodidad a los visitantes. Colocó faroles de iluminación nocturna en el área de acampar, agregó 8 parrilleros tipo alemán, donde la carne se cocina girando sobre leñas; y acondicionó alojamiento para 24 personas.
"Es un sistema que se usa en Europa con los albergues juveniles. Tenemos dos bloques con 12 camas cada uno y baño privado, pero separados por sexo, damas y caballeros. Son dormitorios colectivos muy cómodos. Adentro no está permitido fumar, escuchar música ni introducir alimentos", dice, mientras invita a recorrer las instalaciones.
La zona recreativa de Brisas del Mediterráneo abarca pistas de deportes: hay una cancha de fútbol de campo, bien empastado, otras dos para voley y fútbol de playa. Sin duda, la sensación de los habitués son las pistas de badmington y kroquet. Niños y adultos, por igual, se entretienen con los tacos y raquetas, apenas aprenden las reglas de juego.
Aunque parezca mentira, las hamacas, calesita y tobogán del parque infantil casi nunca están libres. Es que siempre hay familias con chicos y ellos no se despegan del área de diversión. Está permitido que los pequeños traigan bicicletas o triciclos para pedalear a sus anchas. Lo que está prohibido es ingresar con bebidas alcohólicas y gaseosas. "No queremos latitas ni envases desechables esparcidos por todos lados. Además, nuestros precios son accesibles y debemos compensar con las ventas de la cantina", aclara Gerardo.
Un bote para seis personas espera pasajeros en la playa. Se alquila por 15.000 guaraníes la hora a quienes desean dar paseos o salir a pescar por el lago. Hacer camping cuesta 10.000 por día y el hospedaje con desayuno incluido, 25.000.
A Pedro Riveros, 44 años, le encanta el verde. El hombre de agradable sonrisa dejó de lado sus compromisos de entrenador de fútbol femenino y decidió venir a pasar un fin de semana de relax. Trajo a su esposa, Graciela, a sus cuatro hijas y desplegó tres carpas. Se instaló en medio de los árboles, en el sector camping y se olvidó del ruido. "Me encanta la vegetación que hay acá, la paz que se vive es muy relajante. Estamos superfelices", alcanza a decir antes de correr a buscar la pelota para continuar un partido de voley.
No lejos de la escena del voley está el gran salón comedor con capacidad para 60 personas. Se llena los sábados y domingos. Tiene amplios ventanales, ambientación rústica y predominan las manijas de chopp que le dan un toque alemán. De su cocina salen, principalmente, minutas: hamburguesas, lomitos, papas fritas. "También tenemos pollo al horno con ensaladas y podemos preparar otras comidas sobre pedido, pero se deben hacer anticipadamente", avisa Erika de Casco, encargada del menú.
Apenas al pasar el portón de entrada se ve una lagunita artificial con peces y patos. Esparcidos existen juegos de mesas y sillas hechas de madera rústica. La comida es buena, pero -revela Besteiro- hay proyectos de mejorar aun más. "Queremos aumentar las duchas que ahora son dos para hombres y dos para mujeres. Vamos a agregar tres más por cada lado para que sean cinco y cinco. Además, tenemos la idea de habilitar tres estanques de agua de 30 X 10 metros para criar tilapias".
Varias plantas de ceibo, algunas muy antiguas, decoran con flores los 250 metros de playa que le corresponden al camping-hostería Brisas del Mediterráneo. Desde la arena, la vista de la península boscosa de San Bernardino impacta. Y la fascinación instantánea a que obliga la naturaleza se produce sin excepción. Porque ahora, por obra y gracia del viento, las aguas del lago forman olas incesantes como si fuera un pequeño mar...


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