Azucena Zelaya, Kuña marangatu

Recordada con veneración por quienes la conocieron y fueron sus discípulos. Dejó profundas huellas en ellos. Marcó sus vidas y les señaló rumbos. Fue una maestra, una de las mujeres destacadas a recordar mañana en el Día de la Mujer Paraguaya.

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Nacida hace casi 90 años en Villa Rica del Guairá, en esa comarca que tantos hijos ilustres dio a la intelectualidad paraguaya, Adelfa Andriotti Rachid, más conocida como Azucena Zelaya, dedicó toda su vida al arte y a la docencia. Fue, indudablemente, maestra del alma y mujer con alma de maestra.

Nace una estrella

Efectivamente, Adelfa –o Azucena– nació en la capital guaireña el 6 de mayo de 1924. Huérfana de padre, con una hermana y su madre se trasladó a Asunción para empezar sus estudios, que lo hizo en la entonces novísima escuela República del Uruguay, del Solar de Artigas, a la entrada del Jardín Botánico. Fue providencial su paso por esta escuela de los suburbios de la capital paraguaya, pues allí conoció a la maestra Adalita Ayala, quien fue su profesora de declamación y quien la guió por los caminos de las expresiones artísticas.

De esa manera, la niña Adelfa se dio a conocer como recitadora en los actos escolares e, inclusive, como precoz dramaturga. Con apenas ocho años de edad ya escribió y publicó su primera obra teatral, Corazón de una madre, representada en 1936, cuando la niña contaba con apenas 12 años de edad. Así empezó su carrera en los escenarios, donde sería conocida con su nombre artístico Azucena Zelaya.

Su excelente condición de estudiante la llevó a hacerse acreedora de una beca otorgada por el Gobierno uruguayo y, para usufructuarla, viajó con su madre a Montevideo, donde realizó sus estudios secundarios y tomó clases de declamación y arte dramático bajo la dirección de una afamada maestra, Josefina Antonelli.

La maestra

A la par de su carrera artística, Azucena se dedicó a su otra pasión: la docencia. Como tal, fue creadora, fundadora y directora de numerosas instituciones de enseñanza, hasta prácticamente sus últimos días.

Poco después de finalizados los fatídicos días de la guerra civil de 1947, fundó su Escuela de Teatro y Declamación de Azucena Zelaya y unos años después, en 1952, su Escuela Superior de Artes Julio Correa, que tantos frutos dio con figuras que hasta hoy descuellan en el firmamento artístico paraguayo.

Otras entidades de formación artísticas fundadas por Azucena fueron la Escuela de Artes para Docentes, el Instituto Paraguayo Amigos de los Niños, así como los elencos teatrales Federico García Lorca del Liceo José Enrique Rodó, el elenco Andrés Bello, del colegio del mismo nombre, el elenco Miguel de Cervantes y Saavedra, el William Shakespeare, etcétera.

Azucena y el arte

Así como fue fundadora de numerosos centros de enseñanza y de elencos teatrales, se destacó como consumada actriz. Fue una de las importantes figuras del elenco del Ateneo Paraguayo, bajo la dirección del español Fernando Oca del Valle. Llevó a las tablas memorables actuaciones e interpretaciones de personajes del teatro universal en escenarios del país y del Uruguay, donde también inició su vida de poetisa, publicando su primer poemario, Luces de mis sombras.

Multifacética, también incursionó en la conducción radiofónica y, años después, en el mundo televisivo. Publicó numerosos libros dedicados a la juventud estudiosa, y toda su trayectoria como artista –declamadora y teatrista– y docente fue ampliamente reconocida y su carrera se vio agraciada con numerosas distinciones y premios.

Como maestra no descansó nunca. Su última escuela la fundó en un barrio sanlorenzano y a ella dedicó sus afanes hasta que cerró sus ojos un 28 de junio de 2000.

Por todo esto, podemos aseverar que Azucena Zelaya o Adelfa Andriotti Rachit fue una kuña marangatu y una kuña pyapy, como buena mujer paraguaya.

surucua@abc.com.py 

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